El Bardo de Avon pareciera haber sido más un profeta que un dramaturgo al escribir una célebre frase en “La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca”.
Cuatro siglos después de publicada tal obra, Argentina ha hecho de cada coyuntura posible un dilema que pone en jaque toda proyección política a futuro.
Desde tiempos pretéritos, las discusiones en torno al poder político marcan claros antagonistas duales en la sociedad. Piénsese en la fragmentación desde las épocas patrias en torno a la lealtad a España, el federalismo, la figura de Rosas, la aceptación de Caudillos, la organización monárquica, entre tantos ejemplos posibles; cada hecho trascendental en la vida política siempre fragmentó a la comunidad en adversarios irreconciliables. En este sentido, la derecha argentina, fiel su tradición, parece continuar con esta mediocre práctica. No sería moralmente válido ceder principios superiores con tal de sobreponerse a la coyuntura política actual, mas no por ello deja de ser llamativo el cruce ridículo que hay entre liberales, conservadores y nacionalistas a la vez que la izquierda sigue unida en lo cultural, creciendo a pasos agigantados.
Todo dilema presenta una característica distintiva, la cual es que, sea cual sea la alternativa elegida, la conclusión se presenta igualmente maligna (o benigna según el caso) para el agente. El dilema de la derecha argentina en el presente año electivo está planteado en esos términos, a saber: Si la propuesta del candidato Espert son electas, el país gozaría de un fuerte impulso económico (en principio); Si es electo el candidato Gómez Centurión, la política estatal se centraría más en la lucha cultural contra la hegemonía progresista que en los factores económicos. Si bien ambos candidatos, en rigor de verdad, han incursionado en temas más profundos, el vulgar ejemplo reduccionista premencionado sirve para graficar la opinión popular que se percibe en los foros de internet. La sensación que se transmite es que un candidato representa progreso económico mientras el otro busca la restauración cultural; en medio aparece la figura de Macri, quien siendo socialdemócrata, es el único que posee poder político para evitar el regreso de la era populista más corrupta de la historia argentina.
El elector de Derecha tiene que optar sobre el dilema planteado, a la vez de considerar lo funesto que sería un retorno a las sendas socialistas de la década pasada. Ciertamente, el debate así planteado no es más que una falacia del falso dilema. Nada impide que el candidato Gómez Centurión promueva una economía de libre mercado y reduzca la presencia estatal en sistema privado, tal como ya se ha expedido en diversas ocasiones. A la vez, nada impediría que Espert comprenda al mercado elector y deje de proclamarse progresista en lo cultural si desea cautivar un sector importante de votantes que podrían alzarlo en las presentes elecciones.
Los grandes intelectuales de la economía incursionaron en la cultura, siendo que muchos de ellos fueron más sociólogos y filósofos que economistas en sí mismo. Véase como desde Gramsci hasta Rothbard, sobran ejemplos de personas que preocupadas por la economía, comprendieron que el campo cultural es igual o más importante aún. Es innegable que la prosperidad económica ayuda a consolidar una cultura de orden, trabajo duro y ahorro; a la vez, una cultura afianzada en valores conservadores impide la aparición de teóricos marxista que puedan arruinar la prosperidad de una nación. Tampoco ha de desconocerse que el poder político, aludiendo a la jerarquía y control, influye en ambas esferas de la sociedad. El conservadurismo comprende la importancia de la Propiedad Privada y cuanto valor se desprenda de tal axioma; ahora sólo resta esperar que el espectro liberal alguna vez reconozca que la libertad por la libertad misma no conduce a nada sino se posee un bien mayor al cual aspirar. Cualquier candidato de derecha que llegara al sillón de Rivadavia deberá comprender que, para impulsar una reforma económica (más que necesaria) se requiere una sociedad culturalmente dispuesta a cambiar su estilo de vida y para tal fenómeno, el poder político es un factor necesario.
Por todo lo expuesto, la derecha argentina ha de seguir trabajando para que se cumpla el anhelo del gran Nicolás Márquez: «Pretendo una Derecha que integre a liberales que comprendan la vida desde la concepción, conservadores que interpreten la tradición al servicio del progreso y nacionalistas que no confundan el amor a la patria con el amor al Estado”.
https://criteriodisidente.blogspot.com
Desde tiempos pretéritos, las discusiones en torno al poder político marcan claros antagonistas duales en la sociedad. Piénsese en la fragmentación desde las épocas patrias en torno a la lealtad a España, el federalismo, la figura de Rosas, la aceptación de Caudillos, la organización monárquica, entre tantos ejemplos posibles; cada hecho trascendental en la vida política siempre fragmentó a la comunidad en adversarios irreconciliables. En este sentido, la derecha argentina, fiel su tradición, parece continuar con esta mediocre práctica. No sería moralmente válido ceder principios superiores con tal de sobreponerse a la coyuntura política actual, mas no por ello deja de ser llamativo el cruce ridículo que hay entre liberales, conservadores y nacionalistas a la vez que la izquierda sigue unida en lo cultural, creciendo a pasos agigantados.
Todo dilema presenta una característica distintiva, la cual es que, sea cual sea la alternativa elegida, la conclusión se presenta igualmente maligna (o benigna según el caso) para el agente. El dilema de la derecha argentina en el presente año electivo está planteado en esos términos, a saber: Si la propuesta del candidato Espert son electas, el país gozaría de un fuerte impulso económico (en principio); Si es electo el candidato Gómez Centurión, la política estatal se centraría más en la lucha cultural contra la hegemonía progresista que en los factores económicos. Si bien ambos candidatos, en rigor de verdad, han incursionado en temas más profundos, el vulgar ejemplo reduccionista premencionado sirve para graficar la opinión popular que se percibe en los foros de internet. La sensación que se transmite es que un candidato representa progreso económico mientras el otro busca la restauración cultural; en medio aparece la figura de Macri, quien siendo socialdemócrata, es el único que posee poder político para evitar el regreso de la era populista más corrupta de la historia argentina.
El elector de Derecha tiene que optar sobre el dilema planteado, a la vez de considerar lo funesto que sería un retorno a las sendas socialistas de la década pasada. Ciertamente, el debate así planteado no es más que una falacia del falso dilema. Nada impide que el candidato Gómez Centurión promueva una economía de libre mercado y reduzca la presencia estatal en sistema privado, tal como ya se ha expedido en diversas ocasiones. A la vez, nada impediría que Espert comprenda al mercado elector y deje de proclamarse progresista en lo cultural si desea cautivar un sector importante de votantes que podrían alzarlo en las presentes elecciones.
Los grandes intelectuales de la economía incursionaron en la cultura, siendo que muchos de ellos fueron más sociólogos y filósofos que economistas en sí mismo. Véase como desde Gramsci hasta Rothbard, sobran ejemplos de personas que preocupadas por la economía, comprendieron que el campo cultural es igual o más importante aún. Es innegable que la prosperidad económica ayuda a consolidar una cultura de orden, trabajo duro y ahorro; a la vez, una cultura afianzada en valores conservadores impide la aparición de teóricos marxista que puedan arruinar la prosperidad de una nación. Tampoco ha de desconocerse que el poder político, aludiendo a la jerarquía y control, influye en ambas esferas de la sociedad. El conservadurismo comprende la importancia de la Propiedad Privada y cuanto valor se desprenda de tal axioma; ahora sólo resta esperar que el espectro liberal alguna vez reconozca que la libertad por la libertad misma no conduce a nada sino se posee un bien mayor al cual aspirar. Cualquier candidato de derecha que llegara al sillón de Rivadavia deberá comprender que, para impulsar una reforma económica (más que necesaria) se requiere una sociedad culturalmente dispuesta a cambiar su estilo de vida y para tal fenómeno, el poder político es un factor necesario.
Por todo lo expuesto, la derecha argentina ha de seguir trabajando para que se cumpla el anhelo del gran Nicolás Márquez: «Pretendo una Derecha que integre a liberales que comprendan la vida desde la concepción, conservadores que interpreten la tradición al servicio del progreso y nacionalistas que no confundan el amor a la patria con el amor al Estado”.
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PrensaRepublicana 18 julio, 2019
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