viernes, 27 de marzo de 2020

Coronavirus y designio sistémico

por Juan Manuel de Prada
A los analistos les gusta mucho glosar a toro pasado (siempre conforme a los intereses del negociado de izquierdas o derechas al que estén adscritos) los acontecimientos, para azuzar el rifirrafe político que desgasta y cretiniza a los pueblos.
 
Ahora, por ejemplo, los analistos se ocupan en discernir si, al negarse a desconvocar la manifestación feminista, el Gobierno actuó negligentemente; o si, por el contrario, no la desconvocó porque carecía de datos que justificaran tal medida. Tales paparruchas no sirven más que para enturbiar la capacidad de la gente para captar el «designio» del sistema globalista. Y este designio -bajo mantras y ensalmos como la «sociedad abierta», los «derechos humanos», etcétera- consiste en convertir las sociedades en masas amorfas y animalescas, engolosinadas en el disfrute de sus derechos de bragueta, que se hallen constantemente a la greña (hombres contra mujeres, ricos contra pobres, padres contra hijos, incluso cada persona contra sus propios delirios penevulvares), para que en ellas no funcione el sentido comunitario y familiar y sea más fácil expoliarlas, tanto material como espiritualmente. 

En este designio sistémico, el neofeminismo ocupa un lugar principalísisimo; pues nada disuelve tanto la cohesión social como las familias disgregadas, la infecundidad y las discordias entre los sexos. De ahí que, aunque ya hace una semana se estaban restringiendo las concentraciones humanas, se mantuviese la convocatoria de aquella manifestación; pues -como escribíamos antes de que se celebrase- «los réditos propagandísticos que su celebración rinde al sistema son mucho más valiosos que el contagio de unos cuantos pánfilos y pánfilas».

Así que nada de negligencia gubernativa, ni falta de evidencias, ni parecidas zarandajas. La manifestación se celebró porque constituía un instrumento idóneo para la propagación del designio sistémico globalista, que quiere fomentar el estilo de vida que interesa al Dinero: mujeres que renuncian a la maternidad, hombres egoístas, guerra de sexos y familias hechas añicos que favorezcan los flujos migratorios, los sueldos misérrimos, la «movilidad» laboral, las «deslocalizaciones», etcétera; todo ello, por supuesto, en medio del derrumbe del termómetro religioso.  

También la extensión del pánico figura entre los instrumentos idóneos para crear esas masas amorfas y animalescas que, tras dejar de creer en Dios, son capaces de creer en cualquier cosa. Sólo que a veces al globalismo se le va un poco de mano, como acaba de ocurrir con esta plaga del coronavirus; que, sin embargo, se ha tropezado con gentes crédulas en cualquier cosa, como probamos los españoles, que hemos vivido durante semanas pendientes de una lumbrera o planchabragas que, a cada poco, salía a decir chorradas buenrrollistas y a pintar gráficos con forma polloide que al instante se hacían virales.

Pero al globalismo y a los gobiernos lacayos a su servicio les importa muchísimo más propagar el estilo de vida deseado por el Dinero que combatir de forma eficaz las plagas. Para probarlo, no hay más que recordar un dato que a cualquier persona que no esté arrasada por el cretinismo o por la degeneración moral podrá calibrar en sus vertiginosas consecuencias: desde que se desató esta plaga hasta hoy ningún lacayo al servicio del globalismo se ha preocupado de impedir el funcionamiento de Tinder, Grindr y demás aplicaciones para perrear y guarrear, que durante estas semanas, además de seguir sirviendo a la desestructuración de la vida moral de las sociedades, han propiciado millones y millones de intercambios de flujos y de virus que han sido un factor fundamental para su rabiosa propagación planetaria.

Publicado en ABC.
ReL  15 marzo 2020

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