Cuando los gobernantes se dedican a exaltar el mal, a propagar el error, a saquear los bienes morales que constituyen la principal riqueza de un pueblo, es natural que acaben organizándose como bandas de ladrones, mientras el pueblo chapotea en la sentina de los vicios. Juan Manuel de Prada
domingo, 3 de mayo de 2020
El plan del gobierno es el Coronavirus
La república es el mayor grupo de riesgo frente al ARN progresista corrupto que campea hoy en el estado en todos sus estamentos y compartimentos.
Por Dardo Gasparre
La pandemia no estaba en los planes de nadie, como es notorio si se analizan las medidas en todos los países, disímiles en lo interno y entre ellos, y se escuchan las opiniones de los epidemiólogos e infectólogos, en las que todos parecen tener razón y estar equivocados al mismo tiempo. Sin embargo, en el plano doméstico, le ha venido muy bien al conglomerado peronista el uso del poder para ocultar incapacidades, corrupciones, ineficacias, omisiones y errores y para lograr los múltiples objetivos de su rara coalición virtual. Los objetivos caleidoscópicos de la masa peronista, como la calificaba su líder.
El ataque del ARN homicida permitió que se relativizara un hecho que es evidente para quienes viven en el mundo real del trabajo, el emprendimiento, la producción de verdad no ideologizada: el gobierno nunca tuvo, ni tiene, un plan económico sólido, coherente y sostenible, salvo el enunciado propósito de renegociar la deuda, que es sólo declarativo. Con la debacle autoheredada del kirchnerismo, más la herencia adicional del gobierno de Cambiemos, cualquier plan serio se hubiera enfrentado con el relato peronista, (no con los principios, de los que carece) y con los intereses económicos de todos los subcolectivos que viven de ese relato progresista, además de los autodenominados empresarios que lucran con sus negocios sucios con el estado.
Habría sido, y es, suicida para Fernández, en su doble y unificada condición de presidente de la Nación y apoderado general de Fernández viuda de Kirchner formular y exponer un plan sensato que tendiera, aunque fuese tibiamente a sanear el descalabro y la corrupción presentes en los presupuestos y en el accionar diario del sistema. Por eso no lo hizo. Los lineamientos declamados de sus políticas siempre fueron incoherentes, incompatibles e inviables. Con lo que el país estaría igual o peor situación sin el virus que con el virus. La virtual parálisis de la actividad productiva nacional y la parsimonia de las autoridades, hacen pensar – al borde del grotesco – que al Gobierno no le gustaría que pasara la pandemia para no tener que hacer frente a la realidad.
Ideologismo
Las pocas acciones en el plano económico son ideológicas, como el impuesto “a las fortunas” empujado por la virtual regente, cuya base imponible ya bajó al millón de dólares, auspiciado por un ignorante Carlos Heller y que, de sobrevivir las múltiples demandas por inconstitucionalidad, recaudará mucho menos de lo que se espera, que tampoco se cuantifica. En cambio, terminará por ahuyentar las pocas ganas de invertir que quedan, si es que quedan ganas, y fondos. Las medidas monetarias y financieras casi no merecen comentario por su evidente improvisación y su efecto contraproducente para paliar los efectos de otras medidas previas igualmente negativas. Por supuesto que el virus tapa todas esas falencias que, se contabilizarán como consecuencias de la pandemia, como la emisión, que ya era descontrolada antes de la enfermedad, y que ahora lo es más.
Dentro de este paquete, se encuadran las compras de insumos sanitarios con sobreprecios, una aberración infrahumana que no es nueva, como lo demostró el PAMI, pero que es cruel y canallesca. Estas barbaridades son enterradas con la excusa de la lucha antivirus, tanto en la imprevisión, como en la gestión, como en la corrupción. Algo debe tener que ver el hecho de que la corrupción argentina sea un fenómeno multipartidario o, por lo menos, tiene sucursales en todos los partidos.
Como es sabido, las medidas de los gobiernos peronistas siempre tienen un frente y varios dorsos. O son presentadas como la solución a problemas que no existen para generar o tapar los negocios de los varios sectores interesados o, si intentan solucionar algún problema real, son aprovechadas para inventar de inmediato algún nuevo despojo o satisfacer gentiles pedidos de “participación en los resultados” de algún raro colectivo, de algún empresario amigo, o de algún chofer o jardinero improvisado millonario. No se puede ignorar la influencia, o directamente la conducción, de la expresidente, que se notó claramente en la irresponsable salida del Mercosur, un caro tributo que pagarán los argentinos con desempleo, al menos, y que fue atribuida a la incertidumbre que crea el COVID-19 en “el nuevo mundo que se viene”, que seguramente se espera que sea un lugar en el que llueva dinero.
La salida del tratado regional costará cara por las demandas que se interpondrán contra el país, eterno perdedor de juicios internacionales y nacionales (otro modo de corrupción) y mucho más por sus efectos. Pero son órdenes de la señora que no se pueden desoír, en su lucha contra todos los vecinos que no son populistas. La suspensión de la venta de pasajes adelantados hasta septiembre, o hasta nuevo aviso, es otro desaguisado que golpea a las aerolíneas grandes extranjeras, porque las low cost ya fueron eliminadas con la excusa de la pandemia, sueño de los sindicatos-proxenetas de Aerolíneas Argentinas. Siempre hay un frente y varios dorsos. Llama la atención que la lápida de El Palomar la haya colocado Aeropuertos 2000, que había defendido su habilitación. ¿Se la forzó a hacerlo? Hay derecho a pensarlo.
El coronavirus no estaba programado, pero está siendo muy bien usado. Explicará por ejemplo el default de la deuda interna y la deuda externa bajo ley local, ya perpetrado y en busca de un formato final, solamente. Y el default de la deuda bajo ley extranjera, que es un default aunque se dibujen papelitos y nombres creativos para no reconocerlo. Y tendrá los dramáticos efectos de todo default. Se usará también la coartada del Corona en este punto, en el que no se puede llegar a un acuerdo porque el peronismo no bajará jamás el gasto que es su sangre, su savia y el modo de vida de sus políticos (un hábito también multipartidario). Ya se lo hace al ir a llorar por los rincones del FMI, el G20 y el populismo europeo para que el mundo perdone la deuda, transformando a Argentina en un pordiosero lleno de políticos enriquecidos.
El proceso económico así descripto, la cuarentena y la impericia de una administración llena de acomodados ganapanes que en su gran mayoría no tienen la menor idea de la gestión que deben realizar pero sí tienen la habilidad de enriquecerse y enriquecer a otros mediante los “dorsos” de cada medida, dejará a todas las empresas, (menos las suficientemente cómplices) a merced del estado, para ser “ayudadas” como lo fue Ciccone, o para obligarlas a vender la mayoría accionaria o el control a algún “experto en mercados regulados” como ocurrió con Eskenazi en YPF con la anuencia de Repsol y la SEC. Las Pymes y las que no entren en la categoría descripta, desaparecerán junto con el empleo que generaban.
Aparte de lo económico, el presidente ya ha visto pasar bajo sus narices los nombramientos y desplazamientos en su administración para reinsertar aún más a la Cámpora, cuya inutilidad operativa iguala sus ambiciones de poder, ideología y de paso, al dorso, de la caja del estado, como ocurre ahora con la castigada ANSeS, o mejor dicho con los estafados jubilados con aportes plenos. También se ha tragado la píldora amarga de los seudomédicos cubanos, o el exilio de los argentinos atrapados en el exterior, un exabrupto constitucional, como ha sufrido en silencio el accionar de su disruptivo canciller. Por lo menos así lo intenta hacer creer, cuando actúa como comentarista. Aunque sólo un inadvertido puede digerir ese relato. Basta seguir sus discursos y sus decretos.
Por la vergonzosa liberación de presos, incluido 170 violadores y el doble de violentos domésticos ante el silencio de los diversos colectivos, que seguramente tienen sus frecuencias limitadas, como sus homónimos del transporte, Fernández culpó a la justicia, olvidando el acta-rendición que sus funcionarios firmaron con los amotinados de Devoto, otra barbaridad de centro de estudiantes, pero que también tiene varios dorsos y contrafrentes, que pasan a veces por lo ideológico otras por el narco y casi siempre por el negocio. Otra muestra de la sociedad ilícita entre el ejecutivo y la justicia, que hay que reconocer que no es de ahora, aunque sí es mayoritariamente peronista. También aquí se recurre a la lástima por los presos ante el flagelo del virus, también aquí se hace un avance sobre el orden social sobre el que no habrá retroceso.
Lo que viene
Cuando alguna vez se salga de la pandemia, si se sale, el país será totalmente estatista y proteccionista, por la dependencia irreversible que se está creando en lo económico al ahogar a la producción y el comercio y cerrar los caminos de la inversión con una maraña de leyes y de impuestos.
Simultáneamente, se habrá profundizado el abolicionismo y la permisividad, y aumentado los subsidios a los que no trabajaban antes ni durante ni después de la pandemia, a costa de los pocos que queden trabajando en blanco o que expongan algún patrimonio. Los efectos son evidentes, y también serán cargados a la lucha contra el Coronavirus, ante una población doblegada y emasculada por el miedo y resentida con el sistema internacional que no la ayudó en la desgracia. Paso previo a la maduración reverdecida de la patria grande.
A Cristina la ayudan las tragedias, como si fuera algún personaje de Sófocles. En 2011, derrotada, la salvó la muerte de Néstor Kirchner. Ahora, el COVID-19 ha domeñado a la sociedad y fulminado a la república y se las ha entregado servidas. El plan, aunque nunca estuvo así planeado, se cumple a la perfección.
La Prensa 2 mayo 2020.
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