por Josep Miró i Ardèvol
Los gobiernos y los estados a los que representan pueden apartarse, en mayor o menor medida, de lo que conocemos como estado de derecho, de los Pactos de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos, pero hay países que, cumpliendo formalmente con todo ello, o al menos con una interpretación de todo ello, rompen con la ley natural, con el orden natural de las cosas.
Uno de estos estados es España, y con la aprobación de una de las peores versiones de un tipo de ley ya de por si mala, la que legaliza la eutanasia, se convierte en uno de los mas destacados porque despliega un sistema total de ruptura con ella.
Este estado aplica la muerte del ser humano como solución.
Lo hace con el aborto, que, de mal menor, ha pasado a convertirse en derecho de la mujer y a negar toda existencia al ser humano engendrado, lo cual es una brutalidad de dimensión histórica y una irracionalidad extrema. Lo hace con la eutanasia asumiendo el poder de determinar que ciudadanos pueden someterse al homicidio a petición, y determinando que hay vidas que son tan indignas de ser vividas que debe acabarse con ellas, ignorando, que no es la vida lo indigno, sino el sufrimiento que la aqueja, y es a este al que hay que someter.
En pleno siglo XXI, cuando el transhumanismo promete maravillas, la única solución que da este estado es matar, la misma que se le da desde hace siglos a un perro o a un caballo. ¿Y a eso le llaman progreso? El estado te da a elegir entre morir sufriendo, porque se niega a una ley integral de cuidados paliativos, o que un médico te mata. ¿Puedes elegir entre morir o sufrir? ¿Qué cruel cinismo presenta tal barrabasada como un derecho, una libertad, de elegir?
Pero antes ya han derruido con sus leyes, el matrimonio, una institución de derecho natural, han extendido su destrucción con las leyes de la perspectiva de género y las identidades LGBTI+, la liquidación progresiva de la patria potestad y el derecho a la educación de nuestros hijos. Han convertido a los embriones humanos en material de laboratorio y han aceptado los vientres de alquiler.
Esta destrucción sistemática de la ley natural significa la destrucción de la naturaleza del ser mismo, por algo es una ley inscrita en el corazón del hombre (Rom. 4, 14-15) y como estableció Benedicto XVI en el Congreso sobre la ley moral natural (12 febrero 2007) “De ella brotan los demás principios más particulares, que regulan el juicio ético sobre los derechos y los deberes de cada uno(…) La ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra la arbitrariedad del poder o los engaños de la manipulación ideológica” Y esa es la amenaza, porque de la misma manera que el aborto ha pasado de mal menor a derecho, y el divorcio de ser un daño necesario para salvar el matrimonio a menospreciar el vínculo matrimonial, el poder librado a la suerte de un puñado de votos además puede consagrar todas las barbaridades que el entorno europeo asuma.
Ratzinger afirmó en 1992 en la Academia de Ciencias Morales y Políticas de París, “sin convicciones morales comunes las instituciones no pueden durar ni surtir efecto”. Y eso es lo que ya estamos viendo, la crisis de todas las instituciones del Estado. Es la anomia que viene.
Si la ley natural existe, y es así por la obvia razón de que sin ella no existirá un orden humano, tanta ruptura tendrá un grave coste para España y para quienes viven en ella, hasta que no consigamos enmendar tanto mal y tanto daño.
ForumLibertas.com 19.3.21
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