miércoles, 12 de enero de 2011

La cleptocracia: Nueva forma de gobierno.

por Ludovico Videla


(Domingo 2 de enero de 2011 La nueva provincia.com. Bahía Blanca. ed.impresa)
Según el diccionario crítico etimológico de Joan Corominas, cleptocracia viene del verbo griego kleptein , que quiere decir robar o, también, deslizarse furtivamente, y de kratos , que es gobierno. Otras palabras vinculadas son cleptomanía, cleptómano y cleptosidra, que refiere al agua que se desliza por la piedra casi inadvertidamente.

Cleptocracia sería, entonces, un sistema de gobierno donde, en el nombre de un partido político, una alianza o, simplemente, un grupo, con un acuerdo explícito, secreto o implícito, se administra el poder público, aprovechando cada acción de gobierno para el trasvasamiento de riqueza a grupos específicos o para el enriquecimiento personal y familiar.

La moderna cleptocracia se propone hacer reinar la justicia en la distribución de los ingresos, favoreciendo a los más rezagados, a los excluidos. Con tal loable propósito, se sienten llamados a hacer uso de los recursos del Estado con plenitud. Un Estado amplio en sus funciones y con abundantes recursos es una pieza fundamental en el proyecto.

En términos filosóficos, su acción se fundamenta en el objetivo de la igualdad social y la necesidad asociada de transformar la sociedad y el sistema económico, que presenta tantas injusticias y desigualdades. Estas realidades se consideran el fruto de un diseño inadecuado de la sociedad, que puede modificarse porque no responde a causas naturales, sino que es fruto de una construcción social inadecuada.

La política es construcción social, para ellos, y debe, por sobre todo, buscar la felicidad del pueblo, removiendo los obstáculos que impiden construir el paraíso en la tierra. La política debe garantizar la felicidad, que requiere como primer paso la seguridad económica desde "la cuna hasta la tumba", conforme el famoso lema de lord Beveridge. El énfasis en la felicidad inmediata resulta en una elevadísima tasa de descuento para el futuro. No importa el largo plazo, sino lo inmediato. Por eso los cleptócratas saquean en primer lugar el futuro y a las próximas generaciones, con deudas y entitlements imposibles de cumplir. En esto importa más la imagen, la construcción social y política, que la realidad. Nada debe ser justo o equitativo, sino sólo parecerlo.

Si uno estudia el endeudamiento público, incluyendo los entitlements , de casi todos los países avanzados, descubre que la cleptocracia es una forma de gobierno mucho más difundida de lo que parece. Por supuesto que la versión sudamericana o africana de la cleptocracia es mucho menos refinada. En nuestros países, como el objetivo político de justicia social es tan laudable y enfrenta muchos intereses y enemigos, los cleptócratas necesitan de poder para dirigir y, eventualmente, manipular los procesos políticos, sociales, económicos y administrativos. Esto implica disponer de mucho dinero y dos cosas más: por una parte, un manejo discrecional de los recursos, sin transparencia ni fiscalización. En segundo lugar, una retribución adecuada a la magnitud de su proyecto cleptocrático, que asegure, tanto en términos personales como familiares, el enriquecimiento de los elegidos para tan plausible proyecto.

La cleptocracias de la región son gobiernos absolutistas y cerrados a la fiscalización. Los cleptócratas rápidamente encuentran socios en las empresas, sindicatos o en la sociedad civil, participando con algún régimen de privilegio, para sostener el sistema. Este puede ser centralizado o descentralizado, federal o unitario. Cualquier estructura es válida en cuanto sirva a sus fines.

Su autoridad está fundada en elecciones ganadas con la bandera popular de la justicia y la seguridad social. Las carencias en estos campos juegan en forma dual. Por una parte, son el caldo de cultivo de su poder en cuanto se sienten llamados a repararlas; por otra parte, su viabilidad política está asociada a que existan los pobres y excluidos, por lo que no les interesa realmente eliminar las injusticias. Tal vez sin saberlo, terminan siendo socios de la pobreza.

Los instrumentos que usan estos depredadores son, en primer lugar, el gasto público; en particular, el gasto público social. Toda expansión del gasto es considerada justiciera, si tiene un propósito loable. Combatir el hambre, ayudar a los niños pobres, dar un buen pasar a los ancianos, ayudar a los enfermos, apoyar la educación, etc. El destino final del gasto y su eficacia son cuestiones menores casi triviales, ante tan elevados propósitos. La medida de la acción es el objetivo, no su realización.

Con el paraguas del gasto público, la cleptocracia hace, también, otras cosas. El inventario incluye las obras públicas con sobreprecios, proyectos fantasmas o innecesarios, licitaciones manipuladas, privatizaciones de favor, grandes delitos tributarios, desvío y saqueo de los fondos sociales, malversación de la ayuda internacional y de los créditos de fomento, tráfico de leyes, decretos, resoluciones y sentencias judiciales; alianzas políticas mercantiles, gestiones financieras incestuosas, quiebras y autoquiebras de bancos, lavado de dinero, protecciones al narcotráfico; todos amparados en la impunidad oficial y el sistema de lealtades delincuenciales y el abuso del poder.

Para un cleptócrata, no hay norma moral válida, salvo dos: dar su parte al partido o al jefe sin "quedarse con vueltos" y, en segundo lugar, perseguir a los evasores. Nada más perverso que no pagar los impuestos, conducta propia de los enemigos del pueblo. Sin perjuicio de ello, para los empresarios socios o amigos de los cleptócratas siempre puede haber una amnistía impositiva oportuna.

El poder cleptocrático organiza los aparatos del sistema. Estos actúan con la arrogancia y la desfachatez de sentirse lavados y validados por la democracia, el olvido público y la autoridad oficial y la ley; obviamente, no se ruborizan por la dimensión del prontuario.

Hasta donde yo alcanzo a ver, la única terapia para esta enfermedad es limitar el gasto público y bajar los impuestos. Curiosamente, en nuestra región, el ajuste del gasto público y la reducción de impuestos no es ni una preocupación oficial o de la oposición, ni siquiera un reclamo popular.

Esta breve descripción de la cleptocracia nació a partir de la lectura de un ensayo de Peter Sloterdijk que publicó en el "City Journal" (www.city-journal.org, winter 2010), titulado The grasping hand . Sloterdijk, formado en la escuela de Frankfort, publicó, hace unos años, Crítica de la razón cínica.

Ludovico Videla es doctor en economía y ex vicepresidente del Banco Central.

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