El miércoles 15 de junio de 2011, salió publicado en la sección Educación de Clarín, un informe para docentes y padres sobre la acción política en la escuela.
Fui consultado para tal informe, pero por cuestiones de espacio, no todas mis respuestas fueron publicadas. Aquí les dejo un link donde pueden leer el informe completo[1], y a continuación refiero mis respuestas completas a las preguntas formuladas por el periodista Alfredo Dillon[2].
1. ¿Qué piensa sobre la decisión de incluir el escrache, los piquetes y otras formas de acción política dentro de la materia Política y Ciudadanía? ¿Está de acuerdo con la idea de que estudiar el escrache o el piquete puede derivar en que los chicos implementen esos métodos en la escuela misma?
Considero, antes que nada, que debemos distinguir cuidadosamente entre el estudio del escrache o el piquete y la legitimización de estas prácticas. Lo primero es absolutamente lógico en el mundo del saber científico; en cambio, lo segundo resulta peligroso para una sociedad democrática cuyo signo distintivo debiera ser el respecto por el singular.
El documento en cuestión, a mi juicio, legitima tanto el escrache o el piquete como otras formas eventuales de lucha social peligrosas para la integridad de los ciudadanos. En efecto, el documento sostiene que la realidad es dialéctica y que, por lo tanto, lo real se reduce a la dimensión socio-histórica. En este sentido, los sujetos se erigen en constructores de los contextos los cuales, a su vez, son construidos, en tanto sujetos, por dichos contextos. A esta relación constitutiva de la sociedad y del sujeto, se añade esta otra afirmación: «Las relaciones que establecen los sujetos –las relaciones sociales– son siempre relaciones de poder». Por eso debe afirmarse, como lógica consecuencia, que las relaciones sociales son de lucha y disputa por mejores espacios, bienes, derechos, etc.
Si todo es poder, y el sujeto mismo está atravesado por relaciones de poder, luego el sistema legal que rija al país habrá de descansar sobre el poder. Derecho, entonces, será igual a fuerza.
Con bastante frecuencia, los argentinos tenemos la tendencia a descuidar los procesos del espíritu; sin embargo, la grandeza de una nación depende de cómo se orienten dichos procesos. Y todo proceso que tenga como punto de partida el despego del espíritu humano de la verdad y del bien no tendrá en un buen destino. Un poder no regulado por ninguna otra cosa que no sea el mismo poder, terminará avasallando a la persona humana la cual será considerada no como fin sino como mero medio.
Si el poder es el principio que rige la vida individual y social, entonces será totalmente lógico que el motivo del obrar humano sea la conquista y el acrecentamiento del poder. Este objetivo tendrá, como lógica consecuencia, la adopción de determinados métodos. Uno de ellos será el denominado escrache. Por medio del mismo, se procederá a neutralizar o anular a toda otra voluntad que se convierta en un obstáculo para hacer crecer el propio poder.
Esta lógica, indudablemente, es refractaria a toda pluralidad ética y desconoce, ab initio, un principio fundamental de un verdadero sistema democrático: el respeto y la afirmación del singular.
2. Como usted señala en su post, el diseño curricular de la materia tiene un perfil ideológico bastante claro (y sesgado). ¿Hay margen para que los docentes “resignifiquen” los temas en función de sus propias convicciones y de los distintos contextos de las diferentes escuelas?
Ciertamente, si es que tuviese vigencia plena la libertad de cátedra, un docente podría considerar cada cuestión planteada a partir de la visión que sostenga de lo real. Sin embargo, estimo que existe una seria dificultad para que ello suceda. La misma reside en la formación de los actuales docentes los cuales, en su inmensa mayoría, no tienen el hábito filosófico suficiente para llegar a advertir la ideología del documento en cuestión; y al propio tiempo, esos mismos docentes no han llegado a delinear, con total claridad, su propia visión de lo real.
¿Cómo advertir, sin formación filosófica, la visión de mundo que se transmite a través de la utilización de muchas categorías en boga, como por ejemplo, “la construcción del conocimiento”, “ciudadanía”, “deconstrucción”, “el maestro como trabajador de la educación”, etc.?
Y en este sentido, es preciso decir que hasta el mismo documento que venimos considerando hace uso de la categoría de “persona” la cual no resulta acorde a la “filosofía del devenir” asumida por el o los autores del referido documento.
3. Entre los objetivos de la materia aparece la idea de inculcar en los chicos una “ciudadanía activa” y una invitación a la acción política. ¿Está de acuerdo con que se promueva la acción política desde la escuela? ¿En qué condiciones y por qué?
La política es una de las dimensiones (muy importante ella) de la persona humana y, como tal, jamás podría ser descuidada por parte de la educación. Sin embargo, la escuela debiera considerar esta cuestión sin perder su condición de escuela, lo cual supone afirmar que debe permanecer siempre como un lugar apartado, en el cual el educando pueda ocuparse de aquellas realidades que escapan a las necesidades vitales y cotidianas pero que son el reaseguro de la formación plena de la persona humana (fin principal de toda educación) y, en particular, de una acción política al servicio del desarrollo de cada singular.
Si se piensa que la invitación a la acción política consiste en convertir a la escuela en un laboratorio, al modo de un centro social encargado de organizar las actividades de los alumnos a partir del modelo que nos propone la praxis democrática actual, no lo considero correcto. No se trata de aprender haciendo o aprender viviendo, sino de aprender pensando. Si la educación es reducida al aprendizaje de los procesos vitales, entonces la educación será concebida como un proceso que no remite más que a aquellos propios procesos y no a una fuente externa. De este modo, la dirección natural de las cosas se encuentra invertida. El concepto de finalidad es reemplazado por el concepto de función. La finalidad pedagógica, es decir, la configuración del hombre en su humanidad, es reemplazada por la función de la enseñanza. Dentro de este contexto, la enseñanza de la política no tendrá como fin principal la enseñanza de los fines de la política sino, simplemente, de sus procedimientos.
De este modo, sucede aquello que Leo Strauss, en su escrito Natural Right and History señalaba, en el sentido que la ciencia social nos ha resignado a vivir en la más absoluta ignorancia respecto de lo más importante que es el conocimiento de los principios fundamentales que rigen nuestras elecciones. Y en este sentido, estos principios fundamentales, en este nuevo escenario, terminan apoyándose en nuestras preferencias arbitrarias. Y si nuestras preferencias arbitrarias constituyen el fundamento de nuestro obrar, entonces todo lo que el hombre se atreva a hacer será admisible.
Desde mi óptica, no aliento ni deseo una escuela de esta naturaleza, una escuela que haya renunciado a enseñar al hombre el sentido de su plenitud y el justo lugar que ocupa la política dentro de su existencia. Espero que la escuela sea capaz de poner en acto, en cada educando, el pensar. De este modo hará posible instaurar en el alma de cada alumno un diálogo entre pregunta y respuesta, diálogo, éste, que tendrá como finalidad principal determinar lo justo en la sociedad política.
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Notas
[1] El texto fue scanneado y subido a la web por el Mgter. Mauricio Ocampo, entrevistado para el mismo informe y autor del blog Homo educator.
[2] A raíz de la nota en Clarín, el jueves 16 de junio, fui entrevistado en el programa Perro que ladra de Radio Mitre Córdoba.
junio 18, 2011 a 4:40 pm
Fuente: ¡Fuera los Metafísicos!
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