El 23 de abril comenzó la 103º reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal
Argentina.
Preside dicha Asamblea de la que participan un centenar de Obispos, Mons.
José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe y Presidente de la CEA.
Las sesiones se iniciaron a las 16 hs. con un intercambio relacionado con la
situación social y eclesial en el país.
Homilía en la Misa de Apertura
Iniciamos en esta Eucaristía la 103° Asamblea Plenaria del Episcopado
Argentino. Este hecho es, ante todo, un motivo de gratitud a Dios. Venimos
para expresar nuestro afecto colegial, guiar la acción evangelizadora de la
Iglesia y afianzar nuestros lazos de comunión. Es un encuentro de pastores
llamados a iluminar y a servir desde la Palabra de Dios el camino de la
Iglesia en la Argentina. Necesitamos abrirnos con docilidad al Espíritu de
Dios para ser discípulos del Señor en nuestro servicio. La imagen de
Esteban, que acabamos de escuchar, es elocuente cuando se nos dice de él
que, como hombre invadido por el Espíritu de Dios, todos: "quedaban
admirados frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su
palabra" (Hech. 6, 10). La primacía de Dios era su fuente, su fortaleza y
confianza.
Ante la pregunta de sus discípulos sobre qué debían hacer para realizar las
obras de Dios, Jesús les responde: "La obra de Dios es que ustedes crean en
aquel que él ha enviado" (Jn. 6, 28). Este evangelio nos invita a renovar
nuestra fe en el encuentro con Jesucristo, que es el bien más precioso de la
Iglesia. Ella existe por la fe y vive para trasmitirla. En el marco del Año
de la Fe , al que el Santo Padre nos convoca, nuestra Asamblea Plenaria
adquiere un significado particular. Los obispos somos, ante todo, hombres de
fe; somos creyentes llamados a servir la fe de nuestros hermanos. Es tiempo
de gracia y purificación, tiempo de oración y fortalecimiento en la misión
que se nos ha confiado. La finalidad del Año de la Fe es hacer de nosotros y
de toda la Iglesia : "testigos creíbles y gozosos del Señor resucitado,
capaces de indicar la puerta de la fe a tantas personas que buscan la
verdad". Poner a alguien en contacto con Jesucristo es el primer acto de
amor que humaniza y da sentido a su vida. Esta invitación refuerza el camino
de la Misión Continental que nos señaló Aparecida y que venimos realizando.
La fe no es sólo algo interior, sino que implica un modo de vivir, debe
hacerse cultura. "Una fe que no se hace cultura, nos recordaba el beato Juan
Pablo II, es una fe no plenamente vivida ni totalmente asumida". La
sabiduría del evangelio debe iluminar toda la vida del hombre. Frente a las
dificultades que nos puede presentar un mundo alejado de Dios, no cabe la
nostalgia del pasado sino el testimonio de una esperanza que se apoya en la
certeza de nuestra fe en Jesucristo, que es el mismo: "ayer, hoy lo será
siempre" (Heb. 13, 8). Cristo, que es lo más actual para el hombre y la
medida de todo lo humano lo es, también, de la cultura. La fe no se impone,
se ofrece como un don que busca la libertad del hombre. Su fuerza no es el
proselitismo sino la atracción de la presencia y la belleza de su mensaje,
que es la Persona misma de Jesucristo.
La cultura, como realidad dinámica que abarca la totalidad de los ámbitos en
los cuales el hombre desarrolla sus "cualidades espirituales y corporales"
es, además, el medio necesario para que el hombre y la sociedad alcancen "un
nivel verdadera y plenamente humano" (cfr. GS 53). Hay definiciones y
opciones llamadas a convertirse en leyes que, por su significado modélico en
el ordenamiento jurídico de la sociedad, orientan el nivel de una comunidad
y configuran una cultura. Esto no es ajeno a la fe en Jesucristo ni a la
presencia de la Iglesia en el mundo. Elevar nuestra palabra en temas que
hacen a la dignidad del hombre en la defensa de la vida en todo su
desarrollo, como el valor de la familia fundada sobre el matrimonio junto a
los derechos del niño, es un deber que nos compromete como hombres de fe en
el ejercicio de nuestra responsabilidad pastoral.
En esta línea hemos destacado, en nuestras recientes Orientaciones
Pastorales, la importancia de la relación entre Fe y cultura como un desafío
y un servicio de la Iglesia en el mundo. En este ámbito adquiere toda su
importancia el valor de la Catequesis como camino de la Iniciación Cristiana
y de la Educación en todos sus niveles. No podemos hablar de evangelización
y diálogo con la cultura si no partimos de la necesidad de ahondar el
contenido de la fe por el camino de la formación. La primacía y la
centralidad de su Palabra, como acontecimiento siempre nuevo que da vida y
solidez a la fe, es nuestro primer servicio al hombre y la cultura. En este
sentido la próxima celebración del IIIº Congreso Catequístico Nacional en
Morón es una gracia que nos habla de la importancia de un sólido Itinerario
Catequístico Permanente, que permita descubrir la vocación cristiana desde
la vivencia de la fe en la inserción de la vida en cada comunidad
eucarística dominical.
En la convocatoria al Año de la Fe el Santo Padre nos recuerda, además, que:
"La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento
constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente"
(PF 14). No cabe hablar, por ello, de una cultura cristiana que no tenga en
la caridad su expresión mayor y comprobación. Cuando la Iglesia nos habla de
"la solidaridad particular con los débiles y la opción preferencial por los
pobres" (LPNE 32), no lo hace desde una postura ideológica sino desde un
compromiso de fidelidad al evangelio. Nuestra cercanía al pobre, al que
sufre, nace de una profunda actitud de fe, "que nos descubre el rostro del
Señor en aquellos hermanos nuestros con quienes él se ha identificado y
desde quienes nos interpela" (LPNE 27). Fe y Caridad, Verdad y Amor, es la
fuente donde abreva la cultura cristiana.
En este marco las metas que nos propusimos en el camino hacia un:
"Bicentenario en justicia y solidaridad", mantiene toda su actualidad. En
ellas, el estudio y la docencia de la Doctrina Social de la Iglesia , como
reflexión que nace del encuentro del evangelio con la realidad, adquiere un
lugar relevante. Ella nos presenta una riqueza doctrinal orientada al
desarrollo integral del hombre, a la vida de las instituciones en el marco
del Bien Común, como a la equidad en las relaciones sociales. El reciente
Congreso de Doctrina Social en Rosario, fue expresión de esa presencia y
servicio de la Iglesia.
En esta rápida mirada a algunas opciones de nuestra Iglesia en Argentina, no
puedo dejar de mencionar un tema más íntimo, tal vez más doméstico, pero no
menos importante en la preocupación de nuestro ministerio episcopal. Me
refiero al valor y necesidad de las vocaciones consagradas y sacerdotales.
Es sugerente, al respecto, el lema que el Santo Padre ha elegido este año
para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: "Las vocaciones don
de la caridad de Dios". La vocación tiene su fuente en Dios y se concreta en
un llamado al servicio de su pueblo. A este tema lo hemos propuesto como un
ámbito pastoral prioritario. En cuanto don reclama nuestra oración, pero
como respuesta necesita crear las condiciones que permitan que el llamado
sea reconocido, valorado y escuchado. Se abre aquí todo un camino creativo y
estable de trabajo vocacional a nivel de toda la vida de la Iglesia.
Queridos hermanos, iniciamos con gozo una nueva Asamblea Plenaria. Venimos
con nuestras preocupaciones pastorales, traemos las inquietudes de nuestras
comunidades y agentes de pastoral, sacerdotes, diáconos, religiosos y
laicos; conocemos la realidad con las urgencias, necesidades y esperanzas de
nuestra gente. Pidamos al Señor la asistencia de su Espíritu, para que sea
él quien oriente nuestras reflexiones y decisiones. Que María Santísima,
Nuestra Madre de Luján, nos acompañe y enseñe a ser discípulos y misioneros
de su Hijo, Nuestros Señor Jesucristo. Amén.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina
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