Es una verdad de plomo, que cae por su propio peso, que los Kirchner después de un menguado 21% en las elecciones del 2003 han sabido construir y conquistar poder hasta llegar al 54% de la últimas elecciones del 2011.
Estos últimos ocho años en el ejercicio del gobierno les permitió acumular una riqueza en bienes extraordinaria como nunca antes se vio en Argentina, tanto es el dinero acumulado que hasta el filósofo oficial del kirchnerismo, José Feinmann, exclamó: Es muy difícil apoyar un gobierno de millonarios que nos hablan de los pobres.
Todos los que se le enfrentaron fueron derrotados. Así liquidó a la oposición política (Duhalde, Macri, Alfonsín, etc.); a los medios de comunicación opositores, creando un aparato de masmediático paralelo muy superior; a los productores agropecuarios pactando con los grandes pool de siembra (Grobocopatel y Cía.) y con los nuevos terratenientes (Eltztain, Werthein y Cía.); a la petrolera española Repsol apoyándose en su socio Eskenazi; al empresariado argentino (esto es un eufemismo) para colocar a De Mendicurren (perdón, de Mendiguren).
En una palabra, absorbió todos los resortes de poder de la sociedad argentina.
El Ejército venía ya desmantelado y la Iglesia se replegó inmediatamente, desensillando hasta que aclare. Sólo quedaba el sindicalismo y a éste apuntó el tercer gobierno kirchnerista.
Tanto la CGT de Moyano como la CTA de De Genaro y Yaski fueron socios de los dos primeros gobiernos Kirchner, y en esa sociedad obtuvieron prebendas y beneficios como nunca antes. Los sindicatos recuperaron poder y afiliados (por el famoso viento de cola de la economía). Pero esta sociedad termina el día en que muere Kirchner, pues para la Viuda el sindicalismo es una rémora que tiene que desaparecer o subordinarse en las paritarias al porcentaje tope de incremento salarial fijado por el gobierno, que es en el único momento, en la concepción kirchnerista del poder, que los necesita, pues la movilización y la política la hacen ellos a través de la Cámpora, los piqueteros, las Madres y los artistas y periodistas progresistas. Todo un mundo extraño a los trabajadores, que funciona bien rentado, donde el subsidio reemplazó al trabajo.
Recuerdo que cada vez que Moyano hacía una gran movilización le decíamos que no gastara pólvora en chimangos, porque el kirchnerismo ni le creía ni lo necesitaba. Era un gasto y un desgaste al ñudo. La realidad nos dio la razón.
A partir de su segundo mandato, la Presidente, logró dividir al sindicalismo en dos: los gordos o neoficialistas y los moyanistas o ex kirchneristas. Una paradoja más de un país mistongo que podría seguir subdividiendo al infinito los falsos enfrentamientos, pero la parodia terminó cuando apareció: poderoso caballero Don Dinero.
Y allí Moyano pasó de las palabras a los hechos y con una huelga de dos días firmó por un honorable y redituable aumento de salarios de un 25,5% y se transformó en la única porción de poder de la sociedad argentina no deglutida por el kirchnerismo desde su ya lejano acceso al poder, allá en el 2003.
La patria locutora y escribidora ya lo presenta a Moyano como “el opositor” pero en realidad el sindicalista lo que reclama es por sus salarios (mayores aumentos y menor pago de impuesto a la ganancias). Él no tiene un proyecto político alternativo, quien tendría que proveerlo sería el peronismo auténtico que ha sido desplazado de todos los cargos gubernamentales. Peronismo que, para colmo de males, carece de conducción pues no la tiene unificada.
¿Los escuchará o nos escuchará Moyano? Qui lo sá, dijera el tano.
El kirchnerismo se ha quedado con el PJ, que ciertamente es una cáscara vacía, pero es el sello partidocrático por el que se llega a los cargos electorales.
Si Moyano se decide a hacer política tiene que pensar que sus recursos no son infinitos; que Scioli es más escurridizo que una anguila en un balde de moco; que sus aliados sindicales mueven poca tropa; que su discurso tiene que ser aut-aut, o nosotros o ellos; que tiene que escuchar a algún pensador disidente de verdad y no a esos socialdemócratas con chiripá (Galasso, Bárbaro, etc.) que son más de lo mismo. Tiene, en definitiva, que saber que la distinción política fundamental es la de amigo-enemigo.
¿Querrá Moyano realizar esta patriada? No sabemos, pues el búho de Minerva, símbolo de la filosofía, sale a volar cuando la realidad (el día) ya se puso.
Alberto Buela. buela.alberto@gmail.com
www.disenso.org
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