sábado, 8 de septiembre de 2012

Alberdi, el catolicismo liberal y la moral del éxito.

Por Xavier de Bouillon 
El ‘espíritu íntimo’ de Alberdi, que explica muchas de sus conductas y aparentes incoherencias, era esencialmente aburguesado, y eso lo podemos advertir en unas palabras suyas – poco conocidas - que son importantísimas para una correcta hermenéutica de toda su obra:
‘La Fe no ha muerto en este siglo: ha cambiado de objeto y de domicilio. La Fe está en la Bolsa, no en la Iglesia; el que no cree en Dios, cree en el hombre; pero nadie vive sin creer (...) El Crédito es una religión, la Confianza es una virtud, la Obligación o Deuda es un vínculo de oro, de que sólo es capaz la naturaleza eminente del hombre, que es el Rey del reino animal. La pobreza es siempre vergonzosa, porque acusa un vicio de que es hija: la ociosidad. Es su madre natural y cabeza de proceso. El pobre es siempre un ocioso. Sólo por excepción es un desgraciado, cuando el pobre lo es por un accidente de fortuna. Cuando teniendo riqueza la ha perdido, por un negocio errado o desgraciado....Con razón en este sentido es honrado el rico: la riqueza es mérito y virtud...La pobreza, al contrario, supone muchos vicios que le son inseparables y son los vicios contrarios a esas virtudes, a saber: prodigalidad, disipación, imprudencia, desorden, debilidad, adulación, bajeza, falsedad, bribonería, hipocresía, duplicidad, servilidad, sumisión, vileza’ (Escritos Póstumos, v. XII, pp. 229-30)
Adviértase el ‘tono calvinista’ de sus expresiones, pues develan que su catolicismo no fue más que un catolicismo naturalista y liberal. 
O “americanista”, en el sentido teológico de este error decimonónico… Esta exaltación de la riqueza - y el consecuente menosprecio hacia los pobres de carne y hueso - está presente en buena parte de la mentalidad ‘alberdiana’ actual. Siempre la sospecha en ciertos ambientes es que los pobres son pobres porque no trabajan. Y sea lo que fuere de sus virtudes o vicios reales, para el ‘medio pelo exitista’ el pobre siempre será el ‘grasa’, el ‘cabeza’, el ‘negro’, despreciado con el mismo espíritu clasista con que ayer se atacaba al indio, al gaucho o al mestizo. Situación injusta que luego es bien aprovechada por el revanchismo populista, socialista o comunista… Bien ha retratado esta mentalidad Antonio Caponnetto: "En la cultura mundialista la pobreza es el enemigo (...) Ella perturba, estorba, afea el venturoso fin de la historia. Desentona y arruina el festejo de la sociedad opulenta. Vierte una lágrima o una gota de sangre en el paraíso hedonista de la economía de mercado (...) Y si un día estalla airada en Tucumán o en Santiago del Estero, o en las filas vejatorias de quienes esperan horas para percibir su mendrugo jubilatorio, habrá que considerarla una extraña patología y encomendarle a algún oscuro pretor de la asociación ilícita gobernante, que la vigile y controle. En los tiempos que corren, sin duda, los pobres son personajes pasados de moda". Porque lo que no ha comprendido el católico aburguesado es la diferencia entre economía y crematística, entre pobreza evangélica y miseria, entre el ‘sentido reverencial del dinero’ del que hablaba Maeztu y el espíritu del capitalismo salvaje. 
También lo ha explicado Caponnetto: "Aun antes de que el Evangelio anunciase la Buena Nueva a los pobres y de que la fe cristiana predicara su incompatibilidad con la riqueza mal habida o peor llevada, el espíritu clásico advirtió el valor de la vida sobria y austera, y reservó su desprecio para avaros y sibaritas, sólo ocupados y preocupados en aumentar y en exhibir sus caudales. Desdén tanto más duro cuanta mayor responsabilidad pública ejerciera el codicioso, pues la temperancia le estaba doblemente exigida en razón de su humanidad y de sus atributos públicos. Por eso Aristóteles pudo elogiar la magnificencia y reprobar la mezquindad, mientras Horacio celebraba el tiempo en que `el haber del privado era pequeño, grande el común’, y a imitación de Rómulo o de Catón, los magistrados rechazaban la suntuosidad y los tesoros. O por eso (...) Platón declaraba ilegítima a la oligarquía, y el senado romano expulsó a Cornelio Rufino de su seno, cuando se presentó ataviado con alhajas que ofendían la severidad exigible al patriciado. Faltaba, claro, y es una ausencia indicadora de que estamos hablando del paganismo, la asociación de la pobreza con la Cruz y de la Cruz con la Redención. Faltaba (...) que Dios mismo naciera pesebremente, acariciado por un padre terreno con las manos agrietadas por la rusticidad de la madera y tutelado por una Madre cuya riqueza única era su inviolabilidad perpetua. Faltaba el Pobre Cristo, Señor de las aves del cielo y de los lirios del campo. De allí que sólo la Cristiandad tuviera la plena intelección del misterio de la pobreza. Y que sólo bajo su lumbre señera se descifrara la condena lanzada con voz tonante desde Nazareth contra la insolencia de los poderosos. Después vino todo lo demás, y es muy sabido: la Cábala propiciadora del arrebato del oro, el Calvinismo justificador del poder, el capitalismo y la plutocracia expoliando a las naciones, el clasismo marxista encanallando a poseedores y a desposeídos, el fariseísmo en la Iglesia queriendo contemporizar con Mammon, el catolicismo burgués (...) y la herejía tercermundista, reduciendo el misterio de iniquidad a un conflicto sociológico y el milagro salvífico a una revolución terrena. Quedaba – todavía quedaba como un vestigio trémulo del Orden- el recato de los pudientes frente a los que nada poseen, y una sombra siquiera de aquel pudor antiguo de los gobernantes que daba en llamarse austeridad republicana. Quedaba, en fin, en nuestra patria, al menos, un resabio desdibujado de las enseñanzas evangélicas, en atención al cual, no era de bien nacido ostentar oropeles ni faltar el respeto al pordiosero. Pero Cartago y Fenicia hoy mandan, redivivas". 
Modelos de ese ‘pudor antiguo’ y de un verdadero trato de señores en relación a los más necesitados, nos lo dejaron auténticos patricios argentinos como Gustavo Martínez Zuviría, Carlos Ibarguren o Alberto Ezcurra Medrano…Y en cuanto a la relación entre la Cábala y estos problemas - para que no se nos acuse de racistas o antisemitas - recomendamos el enjundioso trabajo del P. Meinvielle ‘De la Cábala al progresismo’, en el que se aborda muy bien la cuestión. Alberdi, en parte, reconoció sus errores, pero acerca de su sinceridad, las opiniones de los historiadores están divididas. Y no es objeto de esta nota. Aquí mostramos el Alberdi que perduró en los ‘católicos liberales” de perfil ‘tilingo’ (a pesar de sus errores, no todos los católicos liberales tienen mentalidad de ‘medio pelo’), y por la reverencia con que es tenido por abogados, contadores y economistas de la Argentina, con honrosas excepciones…

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