Por Silvia Pisani
Entre los funcionarios admitían decepción por cómo salió la conferencia, pero decían que ella buscó mostrar que "da la batalla"; hubo malestar entre los alumnos. Montaron un cóctel con la esperanza de que lo compartiera.
Pero, terminado el picante cruce con estudiantes en la Universidad de Harvard y unas fotos de rigor, Cristina Kirchner partió como una exhalación, dejando atrás una mezcla de amargura por las descalificaciones personales en las que incurrió y de sorpresa por la incomodidad con que recibió las preguntas.
Iba a ser su gran noche, pero se marchó fastidiada.
Sabe que el clima del país es otro desde la masiva protesta del jueves 13 , pero no esperaba que su queja permeara dentro de "un ámbito académico". Eso, y el hecho de ser abucheada, la descolocaron. Pero, una vez planteado el cruce, no lo esquivó, explicaban fuentes del Gobierno. "Dos más, por favor", desafió, pidiendo más preguntas cuando el decano de la Escuela Kennedy, David Ellwood, propuso cerrar el debate y ofreció una salida para el duelo. Para entonces ya había contestado ocho preguntas.
Con tres -las mismas de su predecesora, la brasileña Dilma Rousseff- hubiese sido suficiente. Si ella extendió la noche más allá de los horarios de una ciudad que se retira temprano, fue para un mensaje doméstico: dar la batalla.
"Sabe que hay malestar con sectores de la clase media", lo que no sabía era que la ira estaba tan extendida", se indicó a La Nación.
En el entorno de la Presidenta nadie duda de que el cuestionario de los alumnos estuvo al servicio de la "protesta cacerolera". Les hubiese gustado que el moderador impidiera los silbidos pero, una vez en la arena, la Presidenta decidió lo del toro: embestir a golpe de sarcasmo y humillación. Los alumnos -algunos con las heridas del acné aún en el rostro- no podían dejar de acusar el golpe.
"No entiendo por qué no puede contestar sin agredir o descalificar", dijo Sergio, el joven venezolano que, con una referencia a la idea de "tenerle miedo" le preguntó en último lugar. Pero, aun así, se mantuvo firme. "Fue ella quien se prestó al diálogo, no entiendo por qué luego no sabe ejercerlo. Entiendo que hay cuestiones que pueden ser más incómodas, pero eso es cosa de todos los días y para eso se discute", añadió.
Todo tuvo mucho de desmesura. La Presidenta llegó 55 minutos tarde, pero luego el evento se prolongó durante dos horas. Ni siquiera el sitio web de Harvard pudo registrarlo por completo y, hasta anoche, tenía colgado un video que dejaba afuera los tramos finales. La charla tuvo dos momentos: la Presidenta arrancó tranquila el tramo en el que expuso sobre los problemas del mundo.
Cuando llegaron las preguntas, la tensión fue en aumento. Fueron diez. A partir de la segunda, empezaron los sarcasmos. Al llegar la décima, directamente descalificó a los estudiantes de "no informarse" y "repetir" la agenda de lo que dicen "dos o tres periodistas en la Argentina". En dos ocasiones fue silbada por ello. "Esperaba un poco más de inteligencia de ustedes", "Esto es poco académico", "Esto a tu compañerito no se lo dije, pero te lo digo a vos", y "¿Vos creés que yo soy tonta?", fueron algunos de sus reproches.
Sin embargo, puertas adentro, el que más dolió fue el que dirigió a estudiantes argentinos, a quienes, implícitamente, trató como inferiores a los de ese foro. Necesitó horas para repasar sobre lo ocurrido e intentar reparar los errores más sangrantes.
Ya en vuelo de regreso a Buenos Aires, envió un mensaje especial para el distrito electoral más grande de la provincia al que, en su enojo, había destratado. "Un saludo de corazón para La Matanza", dijo desde Twitter.
"La verdad, el estudiante promedio se sintió herido. Le faltó el respeto a la gente de La Matanza, a la gente de Harvard y un poco a todos", dijo Juan Maquieyra, un estudiante que intervino en cuarto lugar y que requirió por la reforma constitucional.
En medios oficialistas lo identificaron poco después como militante de Pro y ex funcionario del ministro macrista Esteban Bullrich. "¿Viste lo que está pasando con Juan? Lo están descalificando porque le gusta la política. No entiendo, este gobierno alienta la militancia, pero siempre que sea de su partido, si es de otro, te descalifica", dijo a La Nación Mariana Ortiz, una joven que asistió al encuentro.
Hubo alumnos argentinos que aconsejaron a sus compañeros no identificarse. "Dejá de pedir nombres y apellidos porque no te los vamos a dar", dijo uno de ellos cuando La Nación requería consultas al término del encuentro. De 25 años, Maquieyra no parecía asustado sino muy convencido. "Fundé una agrupación política que trabaja dentro de Pro porque creo que es la mejor alternativa", dijo. Llegado hace un mes a Harvard, contó que está aquí "gracias al esfuerzo de sus padres" y, "en parte", con el apoyo de una beca.
Funcionarios del Gobierno instalaron ayer la idea de que la rueda de preguntas había sido "montada" contra la Presidenta. "Eso no es verdad. Para entrar te anotabas en la lotería, como todo el mundo. Y si querías preguntar, te ponías en la cola", añadió Mariana Ortiz. Entre el público hubo quienes, antes de que todo empezara y ante la consulta de La Nación, accedieron a dar nombres y teléfonos para ser entrevistados luego.
La Escuela Kennedy, organizadora del encuentro, se mostró satisfecha. "Todos los eventos del foro son oportunidades extraordinarias para que nuestros estudiantes accedan al diálogo con figuras internacionales y plantearles preguntas", dijo Gavel Doug, su vocero.
En primera fila, el embajador Jorge Argüello giraba la cabeza cada vez que llegaba una nueva pregunta para ver quién la hacía. A su lado, el poderoso secretario Carlos Zannini mantuvo, por momentos, la vista baja. La Presidenta dijo que estaba feliz de poder participar en el foro, reservado a grandes figuras. Su paso fue diferente y más espinoso que el de la Universidad de Georgetown: allí la Argentina financia una cátedra. Aquí, participaba en un evento, como una más de las figuras que desfilan a diario.
Posted: 29 Sep 2012 09:32 AM PDT
Fuente: Por Silvia Pisani | LA NACION
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