En su carta encíclica Evangelium Vitæ (n°62), Juan Pablo II declaró solemnemente que el aborto es siempre un desorden moral grave:
"Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disciplinar de la Iglesia, Pablo VI pudo declarar que esta enseñanza no había cambiado y que era inmutable.
Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos -que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina-, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente.
Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.
Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia".
Por otro lado, en el mismo número de ese documento, refiriéndose al canon 1398 que dice "Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latæ sententiæ (automática y reservada al obispo)", aclara "La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido".
Antes, en el n° 59, había dicho: "La responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto y, en la medida en que haya dependido de ellos, los administradores de las estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos".
Los obispos del Uruguay, luego de aprobada por el Parlamento la inicua ley del aborto, han aplicado la doctrina arriba expuesta.
Según informa El Observador, Monseñor Heriberto Bodeant, secretario de la Conferencia Episcopal, explicó a El Observador que los legisladores que votaron este miércoles por la despenalización del aborto se apartan de las creencias de la Iglesia Católica, por lo que quedan excomulgados.
"La excomunión automática es para quien colabora en la ejecución de un aborto de manera directa, y directa es que se haga ese acto en concreto. (...)
Si un católico vota (una ley) con una manifiesta intención de que le parece que la iglesia está mal en eso, se aparta él mismo de la comunión de la iglesia", dijo el obispo; quien además explicó en qué consiste la excomunión en términos religiosos:
"Solo tiene sentido en aquellos que son católicos, que son practicantes. La excomunión significa decir usted no está en comunión con la comunidad eclesial a la que manifiesta abiertamente pertenecer y al hacer algo que lo pone afuera de la comunión, y por lo tanto no puede participar en la eucaristía".
Era lo que había que hacer y se animaron a hacerlo.
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