“Algo huele muy mal en la Argentina”, podría decir Shakespeare, el autor de Hamlet, sobre lo que está ocurriendo en nuestro país.
Y no es para menos: los recursos que forman parte de las vapuleadas reservas del Banco Central, que actualmente son los dólares que se les niegan a los ciudadanos y a las provincias, están siendo usados por la administración K para pagarles a los fondos buitres que, desde hace décadas, vienen haciendo infames negociados a costa de la sangre y las lágrimas de los argentinos.
Cuando finalice 2012, el Estado nacional habrá pagado la friolera de 16.000 millones de dólares para cancelar vencimientos de deuda externa.
Se trata de recursos que, si se hubiesen destinado al mercado interno, en el marco de planes estratégicos para incentivar la producción (que hoy brillan por su ausencia), permitirían poner al país en un camino de desarrollo sostenido. Es más, reduciría significativamente los niveles de inflación y generaría puestos de trabajo genuinos, permitiéndoles a millones de compatriotas, que dependen de los distintos programas sociales, a tener un futuro promisorio.
El kirchnerismo nunca tuvo voluntad política de ir en contra de los negociados que, desde la última dictadura militar, se hicieron con la deuda externa. Los argentinos estamos pagando por recursos que jamás ingresaron al país, que son producto de refinanciamientos oscuros pactados entre gallos y medianoche.
Es más, hasta hay fallos judiciales, claros y concisos, que declararon ilegítimo y fraudulento el origen de los compromisos que vienen siendo pagados en forma religiosa.
Sobre todo si se tiene en cuenta que el país que más debe en el planeta es Estados Unidos, y en la potencia del norte nadie se corta las venas por adeudar más de 16 billones de dólares.
Todo el mundo coincide en que las deudas deben ser “honradas”. Pero se lo debe hacer sobre bases reales, en función de los fondos que efectivamente ingresaron a nuestro país y no a partir de las movidas usureras de la banca internacional.
En ese sentido, para determinar qué es lo que efectivamente debe abonarse, es necesario realizar una auditoría independiente, que vaya hasta la médula y que determine, con exactitud, cuál es la deuda legal.
Pero tanto Néstor Kirchner, cuando estaba vivo, como su esposa se negaron sistemáticamente a seguir este camino. El argumento esgrimido oportunamente por los kirchneristas acerca de que pagando esta deuda odiosa nuestro país volverá a tener financiamiento internacional es una mentira absoluta.
De lo contrario, la Argentina -que le pagó al contado de manera infame, durante la presidencia de Kirchner, 10 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional- no debería afrontar tasas del 16%, cuando países como Grecia, que están en bancarrota, acceden a capitales pagando la mitad de ese interés.
Fuente: DIARIO HOY
Publicó: Noticias Verdaderas en la Época (11/10/12)
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