Cuando los gobernantes se dedican a exaltar el mal, a propagar el error, a saquear los bienes morales que constituyen la principal riqueza de un pueblo, es natural que acaben organizándose como bandas de ladrones, mientras el pueblo chapotea en la sentina de los vicios. Juan Manuel de Prada
lunes, 10 de diciembre de 2012
La fe de Juan Domingo Perón.
Día 8 de diciembre de 1948: Con motivo de celebrarse el Día de la Inmaculada Concepción, el presidente general Perón envió al Sumo Pontífice, por intermedio de la embajada argentina en el Vaticano, una carta, solicitando sea declarado el año 1950 Año Mariano.
El texto de la nota es el siguiente:
“Beatísimo Padre:
"Mi gobierno adhirió por decreto del 16 de setiembre de 1948, al temario del Congreso Asuncionista Franciscano de América Latina, celebrado en Buenos Aires entre los días 28 de setiembre y 4 de octubre. Fundamentaron esta adhesión la catolicidad de la Nación Argentina; la inspiración evangélica de mis actos de gobierno, ordenados a promover la justicia social conforme con las enseñanzas de los sumos pontífices y mi decidida resolución de consolidar y defender la paz interna y la convivencia internacional. También le dieron fundamento la devoción acendrada del pueblo argentino a la Virgen Santísima y el precedente de que el 17 de setiembre de 1946, por intermedio de la embajada de la República ante la Santa Sede, el gobierno hizo suya la petición del Venerable Episcopado Argentino a Vuestra Santidad elevada en 1908 y reiterada en 1934, en el sentido de que se define como verdad de fe divina y católica la Asunción de la Madre de Dios en cuerpo y alma a los cielos”.
“Finalizadas las memorables sesiones del Congreso Asuncionista Franciscano de América Latina que presidió el Reverendísimo, Padre General de la Orden de San Francisco, fray Pacífico María Perantoni, huésped dilecto de mi gobierno y escuchadas por mí las conclusiones que fueron leídas en la sesión de clausura la que concurrí con los ministros de mi gabinete, he concebido el deseo ferviente de implorar a Vuestra Santidad, como lo hago en nombre propio, en el de mi gobierno y en representación de toda la Nación Argentina, que accedáis a cumplir los votos formulados en el Congreso Asuncionista”. “Así lo espera la avidez fervorosa de quienes asisten a la lucha del materialismo dialéctico que ansía borrar todo vestigio de fe y de culto a los valores espirituales, que avasalla el baluarte de los justos y pretende sojuzgar los derechos humanos”. Uno mi voz a las vibraciones del Congreso Asuncionista Franciscano de América latina, suplicándoos que el Año Santo de 1950, sea declarado Año Mariano, dedicado a conmemorar el decimonono centenario de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al solio de su realeza universal y os imploro para mi pueblo y para mi gobierno Vuestra bendición. JUAN PERON, presidente de la Nación Argentina, a los 8 días del diciembre de 1948
El día 29 de octubre del año 1950 se realiza finalmente en Rosario el V° Congreso Eucarístico Nacional. Perón y su esposa asisten al mismo. En su clausura el Presidente pronuncia la siguiente Oración:
“Señor: muchas veces he hablado a mi pueblo; muchas veces ha pasado con él largas horas alegres y las horas tristes difíciles de sus hijos; participando de su felicidad e infundándoles fe. En el largo camino de mis luchas, muchas veces también he elevado mi espíritu hasta vuestro corazón, rogando por la felicidad de mi pueblo y la grandeza de mi Patria”. “Hoy vengo, señor, en cambio, con mi pueblo, y con él postrado humildemente ante Vuestra Divina Majestad, os reitero públicamente mi gratitud y la gratitud de todos los argentinos, por cuanto nos has dado felicidad y grandeza en estos años que llevo al frente de los destinos de la Nación” “Os agradezco porque en vuestra infinita bondad nos habéis concedido la paz y las condiciones espirituales y materiales necesarias para trabajar construyendo esta Nueva Argentina”. “…Os doy gracias porque habéis tenido a bien inspirarnos desde el fondo mismo de vuestro Evangelio una doctrina de justicia y de amor porque nos habéis ayudado a realizarla progresivamente en esta tierra y para este pueblo”. “Os agradezco, Señor, porque vuestro amor y vuestra gracia han sido magnánimos y generosamente derramados sobre nuestro pueblo, y porque vuestra bendición ha descendido abundantemente sobre sus afanes, sus trabajos y sus sacrificios, creando así la situación de mayor bienestar en que se encuentra. “Quiero reiteraros, asimismo, Señor, en esta oportunidad, los ruegos que os he hecho otras veces en la intimidad de mi corazón. “…Os pido que vuestro amor siga derramando sobre este pueblo argentino que os reconoce os ama desde los comienzos de su vida…” “Os pido especialmente que lo ayudéis en las luchas que sostiene por su dignidad de Nación justa, libre y soberana por la dignidad de cada uno de sus hijos. “Os ruego que así como acrecentáis la fecundidad de nuestras tierras y el trigo de nuestros campos -que por vuestro amor se consume en la unidad de la eucaristía-, se acreciente más aún la fecundidad del corazón de todos los argentinos, para que sean una sola cosa en virtud del amor, que es lo único que construye. “Os imploro el auxilio necesario para que en mis afanes y trabajos, lo mismo que en las luchas de los hombres que comparten conmigo ahora y compartan después de mí la responsabilidad del gobierno en nuestra patria, nunca se altere nuestro propósito inicial de servir lealmente al pueblo, sobre todo a sus hombres y mujeres más humildes, porque estoy seguro de que sirviéndolos con lealtad y con amor estaremos siempre muy cerca de vuestro corazón. “Os ruego también, Señor, por la paz y la felicidad de esta patria nuestra tan querida, y por la paz y la felicidad de todos los hombres y de todos los pueblos del mundo, para los cuales imploro vuestra misericordia y vuestro amor. “Para mí, Señor, no os pido otra cosa que la luz necesaria para seguir conociendo los mejores caminos de mi pueblo y la fortaleza que sea menester para conducirlo a sus altos destinos. “Por fin, con absoluta conciencia de la responsabilidad que asumo, y en señal de gratitud por cuanto habéis otorgado a la Nación Argentina, en la abundancia de vuestro amor, os ofrezco todo cuanto soy y cuanto poseo, vale decir, mi vida por la grandeza y la felicidad de mi patria y de mi pueblo, cuyos destinos deposito en Vuestro Divino Corazón”.
Fuente: Noticias Verdaderas (10/12/12)
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