lunes, 25 de febrero de 2013

Alianzas y “venenos” para elegir al Pontífice


Las tramas que siempre han existido y que "aderezan" la elección durante el Cónclave.
por Marco Tosatti
El Cónclave comenzará dentro de poco y ya están volando acusaciones, ataques y “venenos”: contra Mahony, de Los Ángeles, y contra O’Brien de Edimburgo.
Por ahora, porque nada excluye que en las próximas horas lleguen nuevas sorpresas. Pero, a pesar de la nota seca y dura con la que la Secretaría de Estado denunció las interferencias de la opinión pública, hay que recordar que la historia de los últimos Cónclaves siempre ha estado llena de golpes bajos, enfrentamientos y acuerdos pre-Cónclave, que muy probablemente hoy recibirían la misma atención de los medios.
La víctima excelente de una operación de este tipo fue el cardenal Giuseppe Siri, en 1978, durante el Cónclave que eligió al Papa polaco. Fue una verdadera trampa. La candidatura de Siri parecía indestructible. Siri era considerado un conservador y se comparaba con la figura de Benelli, de Florencia, a quien la izquierda miraba con buenos ojos. También el cardenal Stefan Wyszyski, primado de Polonia, pensaba en Siri. «Ahora, prepárese para una gran tarea», le dijo. 
Pero el 14 de octubre, a pocas horas de que comenzara el Cónclave, en la “Gazzetta del Lunedì”, séptimo número del “Corriere Mercantile” de Génova, salió una entrevista con Siri, en la que atacaba algunas reformas del Concilio, en particular la colegialidad episcopal: «Ni siquiera sé qué quiere decir el desarrollo de la colegialidad episcopal. El Sínodo nunca podrá convertirse en un instituto deliberativo en la Iglesia, porque no está contemplado en la constitución de la divina Iglesia. Como máximo, podría convertirse, si lo admite el derecho canónico, en una institución eclesiástica, pero no de derecho divino». 
Siri había pedido que la entrevista saliera publicada cuando los electores ya se encontraran dentro de la Capilla Sixtina. En cambio, los cardenales vieron la publicación y Siri perdió el favor de una parte de los purpurados electores. Es probable que sin la publicación anticipada de la entrevista, Siri hubiera sido elegido. 
Cuando murió Juan XXIII, en cambio, pasó algo diferente. Una reunión secreta, el 18 de junio de 1963 en el convento de los capuchinos de Frascati. Eran cardenales “progresistas”, convocados por el cardenal Clemente Micara, amigo del cardenal Giovanni Battista Montini, que era entonces el arzobispo de Milán y el candidato más fuerte. Participaron, entre otros, Achille Liénart, Bernard Jan Alfrink, Paul-Émile Léger, Franz König, Montini mismo, Léon-Joseph Suenens y Joseph Frings. Los “progresistas” temían un Cónclave difícil, a Concilio abierto, y por ello dieron aquel paso, que sin ser formalmente criticable, podía parecer como un acuerdo de parte. Los cardenales decidieron que Montini fuera el candidato. Y fue elegido como Pablo VI. 
El enfrentamiento de votos en el Cónclave es legítimo, como en el caso de Roncalli en contra del cardenal armenio Agagianian en 1958. Juan XXIII, cuando visitó el Colegio Armenio de Roma dijo: «¿Saben que su cardenal y yo estábamos parejos en el Cónclave de octubre pasado? Nuestros nombres competían, a veces arriba a veces abajo, como garbanzos en agua hirviendo». 
Algo escandaloso sucedió durante el Cónclave de 1903, que eligió como Papa a Pío XI. La competencia iba a la par con Mariano Rampolla del Tíndaro, Secretario de Estado del Papa recién fallecido León XIII. El cardenal de la corona austriaca, Jan Puzyna, príncipe obispo de Cracovia, se levantó cuando a Rampolla le faltaban pocos votos para ser elegido. Puzyna sacó del bolsillo un documento que había recibido de Viena y dijo que el emperador Francisco José I de Austria, valiéndose del antiguo derecho “ius exclusivae”, vetaba a Rampolla porque era demasiado filofrancés y antiaustriaco. «Un episodio desagradable», fue el comentario de un cardenal. Pío XI, al ser elegido, abolió el derecho de veto de las potencias políticas.


Vatican Insider (25/2/13)

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