"Nuestro modelo no es el de metas de inflación sino de crecimiento", dice Cristina. Los otros presidentes la escuchan, pero eligen otro camino. Mirando cómo le va a cada uno en el "vecindario" la realidad vuelve a sorprender. El "efecto resaca" y por qué el país se quedó "bailando con la más fea". Por Fernando Gutiérrez
Quien quiera saber el significado de la expresión "cara de poker", tiene un excelente ejemplo en los rostros que pusieron los presidentes de Brasil, Chile y Uruguay durante el acto de reasunción de Cristina Kirchner un año atrás.
Estos tres mandatarios -que vienen aplicando con entusiasmo en sus respectivos países las llamadas "metas (objetivos) de inflación"- escucharon cómo Cristina afirmaba que esa política está reñida con el crecimiento.
Pero eso no es todo. Argumentó que quienes priorizan el "mantener a raya" el índice inflacionario (y miran más esta cuestión que el repunte del PBI) lo que hacen es poner énfasis en los intereses financieros por encima del desarrollo de un país.
El mensaje era claro: en la Argentina, la inflación es la que dice el Indec. Pero, aunque no lo fuera, sería un mal menor. Incluso, algo más que justificado, porque es el precio inevitable que deben pagar los países que quieren crecer a tasas chinas.
Más recientemente, la Presidenta abundó en este concepto, al aleccionar a los alumnos de las universidades de Georgetown y Harvard.
"Nuestro modelo no es el de metas de inflación sino el de metas de crecimiento", señaló Cristina ante los estudiantes.
Así, en su afán por justificar la política económica argentina, Cristina volvió a criticar indirectamente a la gran mayoría de los gobiernos de países vecinos y socios.
Es que éstos no eligen como "moneda de cambio" el someterse a una alta inflación para "pagar" el repunte de sus economías.
Quizás, entonces, vale la pregunta de si esta correlación es tan así. De si, necesariamente, una variable influye sobre la otra. Mirando a los vecinos, la realidad muestra otra cosa.
En efecto, Perú, Colombia, Chile y Uruguay crecerán este año más que la Argentina -así como ya lo habían hecho muchas veces en el pasado reciente-, incluso con una suba general de precios mucho más moderadas.
Sólo Brasil crecerá igual, quizás medio punto menos, según la proyección de la Cepal.
"El gobierno se quedó ahora con la peor de las combinaciones. No puede bajar la inflación -que se asentó en valores altísimos- y tendrá un repunte más raquítico de su PBI", señala -off the record- un empresario industrial.
En efecto, cuando se mira el ranking de inflación resulta evidente que el resto de la región -aun creciendo más rápido que la Argentina- se las "ingenia" para tener tasas que, en promedio, resultan ser la cuarta parte de la que exhibe el país.
Uruguay, que es quien tiene la más alta "del barrio", cerrará este año con 8% (un tercio del verdadero ritmo de aumentos que muestra la plaza local).
Chile crecerá un 5% con una suba de precios del 3,4%; Colombia un 4,5%, con un 3,3% de inflación; Perú, casi un 6% con un índice del 2,9%, en tanto que la Argentina lo hará cerca de un 2% con un alza del orden del 24%.
¿Cae otro velo del relato?
Para los analistas, lo que estos números revelan es que pierde sustento uno de los pilares del modelo económico kirchnerista.
En otras palabras, remarcan que resulta evidente que en este aspecto "el relato" quedó al desnudo.
Paradójicamente, aquello que se usó como "receta" para crecer y para que la sociedad consumiera (como mecanismo de defensa ante la suba de precios) es lo que ahora atenta, justamente, contra ese crecimiento.
"La inestabilidad de precios es la responsable del enfriamiento de la economía y del oscurecimiento de sus perspectivas", sostiene el consultor Federico Muñoz.
En tanto, el analista Víctor Beker, indica que "si tal como dice la Presidenta, el país no saltó por el aire con una inflación de 25%, es porque los argentinos ya estamos acostumbrados a estos niveles".
Lo que antes jugaba a favor ahora lo hace en contra.
Los diagnósticos respecto de cómo se llegó a la actual situación abundan.
En el comienzo del proceso inflacionario (2006 y 2007) el argumento que despertaba más adhesiones era que el Gobierno se veía obligado a emitir muchos pesos para secar la plaza de dólares en el mercado.
Lo hacía para que la moneda local no se fortaleciera en demasía (es decir, que los productos argentinos no se tornasen caros en términos de billetes verdes) y no se complicaran las ventas al mundo.
En otras palabras:
Mientras que otros países optaron por mantener a raya la inflación y que el resto de las variables se supeditaran a ella (tipo de cambio, crecimiento).
Argentina eligió otro camino: mantener a raya al dólar (aunque haya que emitir), "descuidar" la suba de precios y que ésta sirviera para fogonear el consumo para apuntalar la suba del PBI.
El problema es que el billete verde fue perdiendo terreno frente a los incrementos salariales y a las subas de precios y se llegó al inevitable escenario de atraso cambiario.
Ahora, predomina una visión algo más tradicional, que vincula a la inflación con el enorme gasto público y con la emisión de dinero como forma de financiarlo.
"El Estado perdió el superávit fiscal y lo cambió por el impuesto inflacionario, estrategia que arrasó con el tipo de cambio competitivo", observa Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica.
Ley de rendimiento decreciente
Más allá de estas contradicciones en el discurso oficial, hay que reconocer que existe algo en lo que sí la Presidenta tiene un argumento a favor: en los últimos años la Argentina vio cierta correlación entre inflación y crecimiento.
O, mejor dicho, entre inflación y consumo.
Pero los analistas hacen referencia a los límites que encontró el modelo y hablan de "efecto decreciente", porque cada vez se requiere de más inflación para un crecimiento más mediocre.
Esto se evidencia cuando se compara la situación actual con la recesión de 2009. En ese momento el descenso de la actividad fue acompañado también por un freno de la inflación (cayó a 13%). Ahora la "fría economía" del primer semestre se dio en forma paralela a una suba de precios que se negó a bajar de un piso del 23%, y con tendencia al alza.
¿Qué ocurrió entre ese momento y el actual? Un informe de Martín Clausse, economista de la Mediterránea, destaca que mientras el dinero circulante se había expandido 10% en 2009, ahora se llegó a un ritmo de 35 por ciento.
Pero, también, se observa el típico efecto de la reacción defensiva por parte de comercios y asalariados.
"Vale destacar que la suba pareja de los precios en los distintos rubros da indicio de una indexación de la economía, consistente con aumentos salariales que se pactan en función de la inflación pasada", apunta Clausse.
Los analistas creen que la Argentina se quedó "bailando con la más fea": crecimiento mediocre e inflación alta.
Para el año próximo, cuando se proyecta que el país tenga un mini-rebote que lo haga crecer en torno del 4% (no más que los países vecinos), los pronósticos de suba de precios que hacen los privados más optimistas se ubican en torno del 25 por ciento.
El momento de la resaca
Los últimos reportes, como el del influyente economista Miguel Bein, apuntan a que, aun cuando el mercado internacional, con sus altos precios agrícolas, siga dando oxígeno a la economía argentina, se llegó a un momento en el que ya no resulta posible ocultar las distorsiones de fondo.
"Esta estrategia corta va a requerir en algún momento poner el ojo sobre los problemas de competitividad", advierte Bein.
Y concluye que no hay en el horizonte un escenario tranquilizador: "Todavía no se ven en la galera conejos que apuntalen el crecimiento".
Hay una analogía clásica que usan los analistas para explicar esta situación: la de los adictos. Hacen referencia a aquella sustancia que provoca excitación y que suele tener un efecto decreciente, de manera tal que se va necesitando de una dosis mayor para producir un efecto igual o menor.
En el caso de la inflación, también esta "droga" causa euforia al comienzo (la gente compra más como mecanismo de defensa) pero su efecto disminuye rápidamente, hasta que sólo queda la resaca.
¿Qué tan lejos se está de un momento de crisis? Parece haber cierto consenso respecto de que no habrá un "estallido" en el corto plazo, por el oxígeno que aportará la exportación sojera.
Sin embargo, hay cada vez más dudas respecto de cuánto tiempo más los argentinos aceptarán tener pesos en sus manos, a sabiendas de que éstos se desvalorizan. Esto, en la jerga de los economistas, se conoce como el riesgo de una abrupta caída en la demanda de dinero, una vez que ya se hizo la puesta al día en el consumo.
"Nunca en la historia hemos visto tamaña cantidad de moneda local en el mercado, ahora sin la posibilidad de convertirla a dólares", advierte el consultor financiero Salvador Di Stefano.
"En la actualidad hay $740.000 millones, sumando los que circulan, cuentas corrientes, cajas de ahorro y plazos fijos. Buena parte de esta cifra puede quedarse donde está y potenciar la actividad económica como así también fogonear la inflación o ir en busca del dólar blue", describe.
¿Metas de "freno económico"?
Ajeno a las críticas, el Gobierno parece dispuesto a redoblar su apuesta, en la que el consumo y el gasto público deben cumplir necesariamente el rol de locomotora.
Los analistas no sólo ponen en duda la capacidad de que la economía crezca a tasas altas, sino que además creen que la suba de precios difícilmente pueda bajarse del pedestal en el que está.
Es decir, ven factible el temido escenario de "estanflación".
"La perspectiva de otros tres años en los que las autoridades se sigan aferrando a la negación del problema inflacionario hace temer por una muy posible agudización de los desequilibrios, hasta un punto en el que seguramente quedaríamos a las puertas del mentado ‘estallido'", advierte Federico Muñoz.
Esa no es, por cierto, la peor crítica que se escucha entre los economistas. Porque lo que empieza a tomar cuerpo es que, para cumplir sus "metas de crecimiento", el Gobierno se ve obligado a frenar voluntariamente la economía, cada vez con más frecuencia.
Algo así como "metas de recesión" autoinducida, que luego puedan garantizar un rebote.
Un análisis de la consultora Ledesma indica que tras haber generado este año un freno de la actividad, al haber reprimido las importaciones, en 2013 se podrá disfrutar de un año más desahogado en materia financiera, porque no habrá que pagar los bonos que se "gatillan" si el país tiene un alto crecimiento.
"La administración CFK contará con $67.000 millones para uso discrecional, en pleno año electoral, como resultado de la subestimación de ingresos tributarios, la sobrestimación de las necesidades financieras y de los fondos presupuestados para programas", señala Ledesma.
En todo caso, a la definición de "metas de crecimiento", habrá que agregarle un punto no menor: "metas de rebote con sentido del timing electoral".
02/02/13
iProfesional.com
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