Por Fernando Gutiérrez.
Casi todos los políticos se mostraron felices. Sin embargo, algunos pueden festejar más que otros. Es el caso de Massa, que consolidó su proyección presidencial. El Gobierno perdió muchos votantes, al lograr un 24%. Cristina confía en un repunte pero quedó en evidencia su dependencia de Scioli
"Voto castigo" fue una de las expresiones más escuchadas y leídas luego de conocidos los resultados de las PASO.
El 24% de los sufragios obtenidos por el kirchnerismo a nivel nacional fue interpretado por los analistas como una fuerte pérdida de apoyo para un Gobierno que hace dos años había obtenido un sólido 54% de respaldo.
Como destacó Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía, el rechazo al oficialismo fue notable si, además, se tiene en cuenta que no solamente obtuvo menos votos que en 2011 -lo cual resulta previsible en casi todas las elecciones de medio término- sino que también vio empeorado el resultado respecto de 2009, cuando había sufrido una dura derrota.
No fue, por cierto, la interpretación que hizo Cristina Kirchner, quien lució optimista en su discurso. Se mostró confiada en que en los dos meses y medio que restan para las legislativas de octubre, el kirchnerismo podrá descontar ventaja y mantener el nivel de representación parlamentaria.
El tema, por cierto, es opinable hasta el infinito. Algunos podrán pensar que, después de todo, no tuvo un mal resultado electoral un Gobierno que lleva una década en el poder y que enfrenta una fuerte desaceleración económica y al que todos los indicadores le juegan en contra.
La cuestión de quién ganó y quién perdió en las primarias será en estos días el tema de debate. Como siempre, los números pueden ser utilizados para apoyar argumentos a favor de cualquier postura.
Pero más que en las cifras, la verdadera respuesta debe buscarse en quién queda mejor parado con vistas a pelear espacios políticos en los dos años que vienen.
La victoria del discurso moderado
Para Massa, más allá del porcentaje de votos obtenido, esta elección tiene el sabor triunfal de haberlo instalado como un jugador protagónico del panorama político nacional, con innegable proyección presidencial.
"Es un emergente de la política y sin duda aparece como una figura muy importante para el futuro", calificó el ex jefe de gabinete, Alberto Fernández, anticipando la posibilidad de que la oposición peronista pueda alinearse detrás de su figura.
"Lo de Massa es destacable. Enfrentó a un Gobierno que tiene todo a su favor, y el hecho de que le haya presentado batalla desde el puesto de intendente es extraordinario", afirma Alejandro Corbacho, politólogo de la Ucema.
En el mismo sentido, el analista Jorge Asís destaca cómo el jefe comunal de Tigre logró, con una estrategia comunicacional inteligente, darle pelea a un oficialismo que contaba con el potencial propagandístico del Estado y al que le quitó la capacidad de iniciativa.
"El Frente se dedicó a correr detrás de Massa, que le planteó un hábil desafío territorial. De astucia engañosa. La fe de David contra la prepotencia del Goliath que se autodestruía", describe Asís.
Lo cierto es que, por más que la ventaja sobre Insaurralde no fue la que en un comienzo medían las encuestas -y por más que el candidato kirchnerista haya superado su nivel de desconocimiento y achicado diferencias-, Massa logró el objetivo de consolidar un espacio político con potencial de crecimiento.
El resultado parece confirmar que era correcta la estrategia de evitar la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo y presentarse como una opción para una nueva etapa.
Algo que algunos analistas han asimilado al estilo de Henrique Capriles en Venezuela, quien recién se erigió en una amenaza para el chavismo cuando abandonó el discurso de oposición dura y empezó a reconocer logros del oficialismo.
Evitar la tentación de una oposición acérrima le permitió a Massa captar una buena porción de los votos que en la elección de 2011 había apoyado al kirchnerismo. Y los analistas destacan los logros de una comunicación política que estuvo a tono con un ánimo de la ciudadanía poco proclive al debate exasperado.
"Muchas campañas se caracterizaron por tener lo que podríamos llamar un ‘tono macrista'. Es decir, bien despolitizada en el sentido ideológico y con consignas de esperanza y énfasis en lo ejecutivo", observa Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.
En contraposición, quienes en esta elección han mantenido un discurso agresivo para con el kirchnerismo no parecen haber elegido una táctica correcta.
El mayor exponente de esa corriente es Francisco de Narváez, quien intentó sacar rédito electoral del enojo expresado en los "cacerolazos" de protesta en el último año, con una dura campaña donde mostró el "hartazgo" de la población.
Además, la necesidad de diferenciarse de Massa llevó a De Narváez a enfatizar aun más su perfil opositor, al tiempo que acusaba al intendente de Tigre de ser "más de lo mismo", es decir una suerte de kirchnerista "light".
El magro 11% de los votos obtenidos -no sólo por debajo de su triunfo de 2009 sino incluso del modesto 16% que había logrado en 2011- pone a De Narváez en un camino incierto.
Ahora, además, contará con la gran contra del sistema electoral argentino para quienes no salen primero o segundo: como las PASO funcionan, de hecho, como una primera vuelta, corre el riesgo de que en octubre se produzca una polarización entre el sector de Massa y el kirchnerismo, de forma que la base electoral del "Colorado" se diluya entre quienes buscan un "voto útil".
Así lo creen varios analistas de opinión pública, como Enrique Zuleta Puceiro, para quien "a partir de ahora se van a ver realineamientos en los terceros o cuartos partidos, que van a elegir la polarización de un lado o de otro".
Resurge la centroizquierda
El otro gran ganador de la jornada de ayer fue la coalición UNEN, que demostró que sigue gozando de buena salud un espacio no peronista de cierta orientación "progresista", que se opone por igual al kirchnerismo y al macrismo.
Estos candidatos, con Elisa Carrió a la cabeza, tuvieron más suerte que De Narváez en cuanto a sacar rédito electoral de los "indignados" por las denuncias de corrupción y la vocación intervencionista del kirchnerismo en la economía.
El hecho de dirigirse a un electorado porteño -que tiene un fuerte predominio de la clase media y una alta exposición a los medios de comunicación- resulta un factor clave a la hora de explicar por qué UNEN fue exitoso en la presentación de un perfil netamente opositor.
Al sumar los votos de las tres corrientes internas, la coalición sacó una ventaja sobre el macrismo, algo que la pone en buenas condiciones de imaginar un escenario en el que pueda disputar al PRO el gobierno de la Ciudad.
Un ojo en octubre y otro en 2015
Los análisis de hoy tienen dos focos: uno en las elecciones legislativas "de verdad" que se disputarán en octubre próximo, pero inevitablemente otro en 2015, dado que los resultados de ayer condicionan la gestión gubernamental para los próximos dos años.
En principio, las perspectivas lucen bien para Massa, quien queda bien perfilado para captar votos opositores y aumentar su porcentaje de apoyo en la provincia de Buenos Aires.
"El techo de Massa es mucho más alto que el del kirchnerismo, que tiene un núcleo duro de algo más de 20 puntos", analiza Novaro, de Cipol.
Podría suponerse que su comité de campaña ratificará la estrategia de "no confrontación" con vistas a octubre. Pero para ello deberá pasar el test que le pondrá el resto de las fuerzas políticas y el propio electorado en la medida en que el escenario electoral se polarice.
"En este momento, a Massa le rinde más ser opositor que mantenerse en una actitud ambigua, porque su nuevo electorado es opositor", argumenta Julio Burdman, director de la consultora Analytica.
Pero el futuro más mediato es el que ofrece más interrogantes. Especialmente en lo que respecta al proyecto político de Cristina Kirchner.
En principio, hay unanimidad entre los analistas respecto de que si había alguna pequeña posibilidad de que el kirchnerismo quisiera impulsar una reforma constitucional para favorecer la reelección presidencial, esto ahora quedó descartado.
La segunda mejor opción para el oficialismo es la posibilidad de que surja un candidato que encarne la "continuidad del modelo" y que cuente con posibilidades de disputar la presidencia en 2015.
Más allá de que ha tenido una performance respetable en la provincia, no parece que Insaurralde sea esa persona.
Y es allí donde surge el tema polémico hacia la interna kirchnerista: quien emerge como candidato oficialista es Daniel Scioli.
De hecho, no son pocos quienes consideran que el gobernador de Buenos Aires fue el factor decisivo para que el desconocido Insaurralde haya repuntado sobre el final para ubicarse segundo y a pocos puntos de diferencia respecto de Massa.
"El factor Scioli ha pesado muchísimo, y creo que si no fuera porque él se quedó dentro del espacio del oficialismo, estas elecciones habrían tenido resultados desastrosos para el kirchnerismo", grafica el politólogo Jorge Giacobbe.
Para este politólogo, el rol de Cristina Kirchner no ha jugado a favor del oficialismo, sino que ha restado.
"Hay que preguntarse por qué los resultados dan menos de 30 puntos para el Gobierno. Le significa un problema tener ese guarismo, y por más que sea la primera minoría, no creo que con ese número pueda hablarse de una victoria", agrega.
En la misma línea, Asís define al kirchnerismo como "enceguecido en los logros de la auto-referencia. Sin la menor mística, sumergido en la profundización del error".
En ese escenario ambiguo, donde el Gobierno ha sufrido un "voto castigo" pero, al mismo tiempo, celebra el mantenimiento de una buena base de apoyo, incluso con un peor contexto económico, hay una realidad que empieza a hacerse innegable para Cristina: la "scioli-dependencia".
12/8/13
Fuente: iProfesional
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