La petrolera estatal se niega a mostrar el acuerdo con Chevrón, que ya motivó la renuncia del director Eduardo Basualdo.
LPO averiguó en exclusiva el motivo de tanto secretismo: El contrato prevé una formidable resignación de soberanía con el giro de dólares a una cuenta off shore. El doble discurso oficial. La Politica Online | 10.08.2013 11:35:00
Cristina Kirchner junto a Miguel Galuccio, Julio de Vido y Axel Kicillof, reciben en la Casa Rosada al presidente y CEO de Chevron, John S. Watson y al negociador para la región, Alí Moshiri (imagen).
Ahora se entiende. Miguel Galuccio no puede exhibir el contrato del acuerdo que firmó con la norteamericana Chevrón por una sencilla razón: Es impresentable. El entendimiento que firmó el CEO de YPF con el apoyo pleno de la presidenta Cristina Kirchner y el economista de supuesta orientación nacional Axel Kicillof, contiene una cesión de soberanía sin antecedentes.
El escándalo es de tal magnitud que ni la propia Legislatura de Neuquén pudo acceder a los términos del entendimiento, pese a que es ese cuerpo el que debe aprobar la extracción de los recursos ubicados en un sectores del yacimiento de shale oil de Vaca Muerta, que desde la reforma constitucional de 1994 es de dominio originario de las provincias.
"Pueden haber cláusulas secretas"
El diputado provincial del Movimiento Popular Neuquino (MPN), Luis Sapag, primo del gobernador, admitió días atrás que en el acuerdo entre YPF y Chevron "pueden haber cláusulas secretas". Pero se cuidó de aclarar que el convenio entre las petroleras es "un contrato privado" y en ese acuerdo el gobierno neuquino "no puede intervenir".
YPF ensayó una torpe acción de prensa filtrando un extenso y aburrido estudio geológico de la zona, como si fuera “El contrato”. Nada más lejos de la realidad. El documento filtrado no contiene ni una coma sobre los términos del joint venture entre la petrolera que nacionalizó Cristina y el coloso norteamericano.
La Política Online supo de fuentes con acceso al contrato, el motivo de tanto hermetismo. El acuerdo incluye una clausula secreta que establece la creación de una “escrow account”, es decir de una cuenta bajo custodia de terceros.
En esa cuenta, ubicada en el exterior y bloqueada, la petrolera argentina se obliga a depositar dólares que quedarán en “garantía” y que sólo Chevrón podrá retirar.
Se trata de un formidable “seguro” ofrendado a la petrolera norteamericana contra la posibilidad de algún inconveniente futuro a la hora de girar al exterior los dividendos que genere la explotación de Vaca Muerta.
Una excepcionalidad, un privilegio, una discrecionalidad que ensambla de manera perfecta con el decreto 929 que firmó la Presidenta a medida de Chevrón y que le permite libre giro de divisas al exterior y cero retenciones.
Bucear con tiburones
Enterados de la desesperada necesidad de la Presidenta por mostrar alguna inversión que empiece a despertar a Vaca Muerta, Chevrón presionó sin piedad y consiguió todo lo que pretendía. Y un poco más.
Los desalentadores resultados de la gestión Galuccio, que hasta ahora está muy lejos de su proclamado objetivo de paliar el déficit energético que está lastrando divisas con la voracidad de un dragón, llevaron a la Presidenta a una capitulación sin antecedentes en su prédica anti imperialista.
Tan brutal fue el giro que el prestigioso economista de Flacso, Daniel Basualdo, que había accedido al directorio de la mano de Axel Kicillof, presentó su renuncia espantado apenas entrevió los términos de lo que se estaba negociando. El viceministro se Economía se ahorró un gesto similar.
Esta “escrow account” de la que Chevrón podrá servirse a gusto dólares generados en la Argentina -aún en posibles escenarios futuros de graves restricciones de divisas-, fue calificada ante LPO como “una claudicación ante poderes económicos, sin antecedentes”.
Si acaso el kirchnerismo hiciera el ejercicio de buscar el modelo ideal de sus demonizadas corporaciones, le costaría encontrar un mejor ejemplo que Chevrón. Esta petrolera es la continuidad de la Standard Oil de Rockefeller, símbolo global de imperialismo empresarial.
Chevrón es la segunda corporación de Estados Unidos –detrás de Wall Mart, pero superándola largamente en ganancias netas- con una facturación anual de 449.000 millones de dólares y ganancias por 44.880 millones. Es decir, no parece que precise dólares, ya que en sólo un año acumula ganancias que superan las reservas del Banco Central de Argentina.
“Los acuerdos de Perón con la Standard Oil son un juego de niños al lado de lo que está cediendo Galuccio a Chevron”, había anticipado a LPO una fuente que estaba al tanto de los detalles de la negociación, cuando se produjo la renuncia de Basualdo.
Tener que depositarle dólares en una cuenta off shore a una compañía para que invierta en el país, es una novedad que prácticamente no registra antecedentes en el mundo. Pero quizás lo más grave es que Chevrón no haya considerado garantía suficiente el decreto ad hoc firmado por la Presidenta. Y que el Gobierno haya aceptado ese desplante.
Esta revelación, confirma dos aspectos muy sensibles, ya anticipados por LPO. Lo difícil que le está resultando a la Presidenta ensayar un giro pro mercado, por la enorme desconfianza que enfrenta, que convierten en poco más que gritos en el desierto sus intentos de seducir capitales.
Y la desconcertante elasticidad ideológica -¿o será desorientación?- de un Gobierno que presume de una épica revolucionaria que les permite pasar de la celebración del chavismo a ofrendar a una de las corporaciones más poderosas del mundo unos “términos de intercambio” poco menos que de vasallaje.
Aunque bien mirado el proceso es lógico. Las reputaciones pesan en el mundo de los negocios y en todo caso se compensan con tasas más altas y garantías de hierro.
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