martes, 24 de diciembre de 2013

Natividad del Señor.


Mons. José María Arancedo.  
En Navidad Dios viene a nuestro encuentro. Es el mismo Dios que nos ha creado el que nos envía a su Hijo Único para caminar con nosotros. Vivimos la certeza de que Dios no nos abandona.Nos ha creado a su "imagen y semejanza" y puso en nosotros el sello de su amor que nos lleva a descubrirnos como sus hijos y hermanos entre nosotros. Recibirlo en el pesebre de nuestro corazón es comenzar un camino siempre nuevo. 
Esta conciencia de fraternidad no nos permite ser ajenos a la vida de nuestros hermanos. ¡Qué triste cuando vemos la vida del hombre amenazada en tantas circunstancias que la ofenden! Pero cuánto más triste es la indiferencia que es un modo de egoísmo. Lo vemos cuando se desprotege la vida tanto naciente como a lo largo de todo su desarrollo, es una manera de desconocer su valor único y sus derechos. En el flagelo de la droga que deteriora la vida y el futuro de muchos jóvenes, y es su misma vida la que nos reclama actitudes definidas contra el delito del narcotráfico, como de prevención y ayuda al adicto. Lo vemos en ese número de chicos y de jóvenes que no estudian ni trabajan, y viven expuestos a la moderna esclavitud de la marginalidad. En la inseguridad y la violencia. En la brecha entre ricos y pobres que condiciona un auténtico crecimiento. Estos hechos atentan contra la vida y son signos de nuestra fragilidad. 
No podemos negar los problemas o sólo repudiar los hechos, debemos trabajar sobre las causas. Es necesario asumir con decisión la defensa de la vida humana, el valor del trabajo y la exigencia moral de la equidad social, como el vivir bajo imperio de la ley junto al pleno ejercicio de la justicia; asimismo, aspirar a la concordia entre los argentinos como un bien superior a una pertenencia partidaria o ideológica. Esto es posible si todos apostamos con grandeza y responsabilidad a un diálogo sincero como base de una cultura del encuentro, de la inclusión y la amistad social. Estamos ante un desafío que nos involucra a todos, especialmente a la clase dirigente, y es el de crear las condiciones de una sociedad más confiable, más honesta y cordial, más justa y solidaria. 
Considero que un camino privilegiado para crear estas condiciones es volver nuestra mirada a esas realidades cercanas y valiosas por su potencial cultural e inclusivo, por ser lugares de aprendizaje y transmisión de valores que hacen a la formación de cada hombre y al desarrollo integral de la sociedad, me refiero a la familia, la escuela, el trabajo y la ejemplaridad. Puede parecernos cosas simples, sin embargo, tienen una riqueza de origen que cuida, da sentido y hace crecer la vida del hombre con sus proyectos y responsabilidad social. Esto lleva tiempo, no tiene la magia de una promesa inmediata, pero es el camino más seguro para orientar el presente y asegurar el futuro de nuestra Patria. 
Como un hijo de Dios agradecido por el don de su Hijo, Jesucristo, me acercaré al pesebre para pedirle al Niño de Belén que me de un corazón que me permita amar y servir a mis hermanos, especialmente a aquellos que más lo necesitan. Con mi afecto y oración de pastor y amigo, reciban mi bendición en el Señor. 


Mensaje de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, para la Navidad 2013. 


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