por Pascual Albanese.
Han transcurrido 25 años y todavía resulta complicadísimo digerir cómo fue que los integrantes del Movimiento Todos por la Patria creyeron la tontería que tomarían el Batallón de Infantería Mecanizada III, en La Tablada, y desde allí movilizarían a las masas hacia Plaza de Mayo y, consecuencia de ello, la toma del poder.
Sí, una locura pero hubo gente que murió por ello. A propósito, una reflexión sobre aquel acto que podría considerarse un suicidio colectivo.
El asalto al Regimiento 3 de Infantería de La Tablada, perpetrado el 23 de enero de 1989, hace exactamente veinticinco años, en plena campaña proselitista para las elecciones presidenciales convocadas para el 14 de mayo, fue un intento desesperado para impedir lo que las encuestas ya pronosticaban como un inexorable triunfo del peronismo y de la candidatura de Carlos Menem.
El operativo fue frustrado por la acción de los efectivos de la policía bonaerense, bajo las órdenes del gobernador Antonio Cafiero, quienes cercaron la unidad e impidieron la salida de los guerrilleros hasta que llegaron las tropas del Ejército que liberaron el cuartel.
Un dato relevante del cruento episodio fue que los militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) entraron al cuartel disfrazados de oficiales “carapintadas” que vivaban al coronel Mohamed Alí Seineldín, quien un mes antes había encabezado una sublevación en Villa Martelli, y arrojaron volantes que los identificaran con esa facción del Ejército.
El jefe de la operación, Enrique Gorriarán Merlo, explicó en sus “Memorias” que el objetivo de esa simulación era propiciar una amplia movilización popular contra el supuesto golpe militar, que confluiría masivamente sobre Plaza de Mayo, tal como había ocurrido en abril de 1987 durante la rebelión de Semana Santa, pero que esta vez le impondría al gobierno de Raúl Alfonsín la adopción de medidas drásticas para la “depuración” de las filas del Ejército. Omitió agregar que el éxito de la operación hubiera significado la desaparición de las posibilidades electorales de Menem.
La credibilidad del copamiento del cuartel por los “carapintadas” y sus conexiones con Menem y otros dirigentes peronistas requirió una previa tarea de acción psicológica.
En esa época, Gorriarán era un cuadro destacado del aparato de inteligencia del régimen “sandinista”, que lo condecoró por haber encabezado el comando que en septiembre de 1980 asesinó en su refugio de Asunción al ex dictador Anastasio Somoza, atentado que costó la vida de Hugo Irurzun, quien fue jefe de los efectivos del ERP en la selva tucumana.
La semana anterior al ataque, el abogado Jorge Baños, dirigente del MTP y miembro del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que presidía Horacio Verbitsky, apareció en Canal 7 y en los demás canales estatales de televisión para denunciar un complot entre Menem, Seineldín y el líder metalúrgico Lorenzo Miguel, que buscaba el reemplazo de Alfonsín por el vicepresidente Víctor Martínez. Baños murió en la tentativa de copamiento.
Esa denuncia de Baños, de una factura similar a la acusación del “pacto sindical-militar” con que Raúl Alfonsín vapuleó al peronismo en la contienda electoral de 1983, fue promocionada por Página/12, un matutino que en aquella época todavía estaba fuertemente influido por Gorriarán, quien en sus “Memorias” detalló los mecanismos que utilizó para aportar el dinero necesario para su lanzamiento, en 1987.
Un mes antes de la denuncia de Baños, el 17/12/1988, Página/12 ya había publicado una solicitada del MTP, con un llamado a la “resistencia civil”. Dicha convocatoria incluyó la puesta en marcha de la denominada “Iniciativa Democrática para la Resistencia Civil”, con la participación de dirigentes políticos y de organizaciones de derechos humanos, que en su mayoría ignoraban las implicancias de su adhesión.
Ese mismo 17 de diciembre, una nota de Verbitsky sostenía que “la sociedad parece cada día más dispuesta a tomar su destino en sus manos y ejercer la democracia sin aceptar más tutelas, ni de los carapintadas ni del gobierno”. El 31 de diciembre, un nuevo artículo de Verbitsky puntualizaba que “indicios de diversas fuentes señalan que el coronel Mohamed Alí Seineldín está dispuesto a intentar el golpe de estado en enero”.
El 17 de enero, a sólo 7 días del operativo, al informar sobre la denuncia de Baños, un artículo titulado “Un secreto a voces”, con la firma de Carlos “Quito” Burgos, miembro de la conducción del MTP, afirmaba que “el Movimiento Todos por la Patria anunció un nuevo intento golpista encabezado por el coronel Mohamed Alí Seineldín con el apoyo del candidato justicialista Carlos Saúl Menem y de Lorenzo Mariano Miguel, secretario de las 62 Organizaciones” y consignaba que “se habla nuevamente de una fecha: la del 24 de enero”. Se trató de una precisión premonitoria: el día anunciado, Burgos fue otro de los combatientes abatidos en La Tablada.
En sus “Memorias”, Gorriarán reveló la decisión de borrar las huellas de esa operación: “ante un eventual fracaso, nos ocupamos de que nada comprometedor para nadie quedara evidenciado. Página/12 tuvo su campaña, pero pudo seguir y ningún otro que tuviera relaciones políticas con nosotros sufrió consecuencias”.
Lo cierto es que el MTP, fundado por Gorriarán en 1986 precisamente desde Nicaragua, con el protagonismo de un grupo de cuadros del ERP, siempre había preconizado, a través de su órgano oficial, la revista “Entre Todos”, dirigida por Burgos, la organización de la “resistencia civil” contra los recurrentes intentos golpistas de los militares “carapintadas”.
Más aún: Gorriarán había previsto 5 años antes ese desarrollo de los acontecimientos. En un folleto titulado “Democracia y Liberación”, editado en enero de 1984, el ex jefe militar del ERP apreciaba que “por primera vez en la historia los militares no son opción política”, pero advertía que “la derecha busca otra variante, de la que hay muchos indicios”.
Al describir esa nueva variante, Gorriarán expresaba que “la base de este proyecto son una parte importante de la burocracia, otros sectores fascistas del peronismo, organizaciones no peronistas de ideología ultraderechista y un sector grande de la oficialidad de las FF.FAA., a los que, como tradicionalmente ocurre, se suman el frondizismo, la casi totalidad de la jerarquía eclesiástica, la oligarquía terrateniente y financiera (UIA, Sociedad Rural, Adeba), etc.”.
Puntualizaba también que “las dificultades de este proyecto reaccionario serán, en primer lugar, la de encontrar figuras no desacreditadas que puedan ganar prestigio o cierto prestigio al menos (tipo Ubaldini en el terreno sindical), para que encabecen la propuesta”. Advertía, sin embargo, que “logrado este objetivo, la propuesta puede buscar imponerse a través de un golpe cívico- militar, eventualmente de carácter palaciego, a través de elecciones o como sea”.
En enero de 1989, con una visión ideológicamente deformada por su fobia antiperonista, ese oscuro fantasma divisado por Gorriarán en 1984 tenía nombre y apellido: Menem. Para frenar su ascenso, se ejecutó lo que el imaginario colectivo registró como la última acción guerrillera de la historia argentina, que fue más bien una monumental operación de inteligencia, tan sangrienta como inútil.
Por una ironía del destino, fue Menem quien aplastó el último levantamiento de Seineldín, en diciembre de 1990, Gorriarán fue capturado en México en 1995 y ambos, luego de haber sido condenados judicialmente, resultaron liberados conjuntamente en 2003 por un indulto decretado por Eduardo Duhalde, 3 días antes de la asunción de Néstor Kirchner.
21/01/2014| 16:25
Ciudad de Buenos Aires (Especial para Urgente24).
21/01/2014| 16:25
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