por Stefano Magni
16 años de crimen impune: no querían ser llamados racistas.
Aunque la mayoría de las niñas y adolescentes violadas eran inglesas blancas, también lo fueron algunas de origen musulmán.
Bandas organizadas de brutos han secuestrado, violado y a veces revendido a 1400 menores de edad.
Sucede en Rotherham, en el norte de Inglaterra.
Un informe publicado recientemente, firmado por la profesora Alexis Jay, que concluye una investigación independiente que le encargó el ayuntamiento, habla claro y no esconde los detalles.
Describe historias de menores, sobre todo de chicas de entre 11 y 16 años de edad, empapadas de gasolina y a las que se amenaza con prender fuego, amenazadas con pistolas y obligadas a asistir a violaciones brutales, amenazadas de ser las siguientes si hablan de ello con alguien.
De niños vendidos en otras ciudades y utilizados como objetos sexuales.
De más niñas violadas de manera continua hasta el punto que, una vez fuera de la pesadilla, han declarado que “la violación en grupo ya se había convertido en un modo de vivir”.
Esto ha estado ocurriendo durante 16 años, de 1997 a 2014, sin que nadie interviniera.
Sin embargo, las autoridades inglesas locales estaban perfectamente al tanto de estos hechos.
Las autoridades no creían las denuncias
Antes del actual informe Jay, se habían redactado otros tres informes. Todos archivados.
En el primero, las autoridades no habían dado crédito a los datos. Los otros dos informes habían sido sencillamente dejados a un lado. En su opinión, los datos eran «exagerados».
Efectivamente, 1400 víctimas menores de abusos en una ciudad que no tiene ni siguiera 120.000 habitantes es una cifra enorme, absurda en su desproporción. Y, además, se trata aún de una estimación conservadora, porque en estos 16 años las víctimas podrían ser muchas más.
Hay otra causa para este silencio, que está emergiendo con clamor. Los brutos en cuestión, de hecho, no son los padres de las víctimas, no se habla de violadores ingleses, sino de miembros de bandas de pakistaníes, a las que se han añadido iraquíes y algún kosovar.
Inmigrantes que la prensa británica define genéricamente «asiáticos». O que no define para nada.
De hecho la BBC, en las primeras veinticuatro horas de esta noticia, ha borrado totalmente el origen de los miembros de la banda de los horrores.
Cuando entra en causa la comunidad musulmana, un manto de terror induce a todos, desde la policía a la prensa, pasando por los asistentes sociales, a permanecer callados.
¡La policía creía a los verdugos, arrestaba a padres!
La policía no se ha movido, o lo ha hecho de manera contraproducente.
Por lo menos en dos casos los padres de las niñas violadas han intentado salvar a sus hijas de los verdugos, pero han sido ellos los arrestados: los verdugos se han hecho pasar por víctimas y su origen, evidentemente, los ha hecho más creíbles a los ojos de los agentes.
Ha habido casos de clara intimidación: chicos que no han denunciado a sus violadores, porque estos les amenazaban con tomar represalias contra sus hermanos o hermanas menores.
Y ha habido muchas denuncias de profesores y miembros del personal escolar de los institutos locales que han sido totalmente ignoradas.
Las víctimas eran atrapadas, a las buenas o a las malas, en el exterior de los colegios y la policía se quedaba mirando.
Unas pocas detenciones... sin ahondar
En 2010 cinco pakistaníes acabaron en la cárcel por violaciones continuas a niñas y adolescentes locales. Pero la investigación no fue más allá, a pesar de que el periódico The Times, en 2012, llegó a la conclusión de que el círculo de violaciones y violadores era mucho más amplio y conocido a la policía desde al menos un decenio.
El caso que centró la atención sobre Rotherham fue el de una joven de 17 años, Laura Wilson, asesinada por haber «ofendido» a las familias de dos pakistaníes que abusaban de ella.
Laura había sido víctima de abusos desde la edad de 11 años y los asistentes sociales lo sabían.
En agosto de 2013, cuatro mujeres iniciaron una acción legal contra la junta de Rotherham por sus «fracasos sistemáticos» en protegerlas de los abusos sexuales sufridos desde que eran niñas a manos de un grupo de hombres.
Una chica, conocida como “Jessica”, declaró que era violada a diario, cuando tenía 14 años, por un joven que tenía diez años más que ella y los servicios sociales no quisieron clasificarla como víctima de abusos.
Los documentos revelan que en por lo menos un caso la policía la encontró en «actitud íntima» con su acosador, deteniéndola a ella (ya confiada a los servicios sociales) y dejándole a él libre.
No querían ser acusados de racistas
La autocensura dictada por al antiracismo ha sido, esta vez, directamente cómplice de los criminales. Efectivamente, esto emerge claramente en el informe de Alexis Jay: las autoridades locales tenían miedo de ser acusadas de «racismo».
«Parece ser que algunos (funcionarios, ndr) pensaban que se trataba de casos excepcionales y que según ellos no se habrían repetido. Otros estaban preocupados por el hecho de indicar los orígenes étnicos de los responsables por miedo a ser considerados racistas; otros, en cambio, recuerdan haber recibido instrucciones claras de sus jefes para que non lo hicieran».
Conclusión: las autoridades no se han movido.
Y sin embargo el fenómeno ya existía durante el decenio anterior.
En el informe de 2003, la relatora de entonces, Angie Heal, había escrito: «En Rotherham, la comunidad asiática local rara vez denuncia (a los culpables, ndr)».
Según la profesora Jay, en el informe Heal ya se describía el aumento de incentivos a quien participara en el tráfico de menores. «En el pasado lo hacían sólo por gratificación personal; ahora, a los inmigrantes asiáticos que están implicados se les ofrece también oportunidades económicas y la posibilidad de hacer carrera».
Ya en el informe de 2006 se llegó a la siguiente conclusión:
«Un cierto número de funcionarios piensa que una de las mayores dificultades para prevenir eficazmente este crimen es el origen étnico de quienes lo perpetran».
Despertar del coma étnico
La BBC, una vez despierta del coma étnico y admitido el origen de los criminales, ha profundizado el tema con diligencia, desvelando como este tabú antirracista ha impedido identificar a las víctimas, no sólo a los verdugos.
Efectivamente, esas 1400 víctimas no serían todas: la mayoría son inglesas, no musulmanas.
Pero hay muchos otros niños y niñas musulmanes inmigrantes a los que aún no se les ha hecho justicia.
Zlakha Ahmed, líder de la organización Apna Haq para la defensa de los derechos de las mujeres y de los niños de origen «asiático», afirma que «el informe no me ha sorprendido para nada, pues conocíamos este problema desde hace unos años».
Ella misma ha redactado, con su organización, numerosos estudios similares «con la única diferencia que las víctimas son jóvenes mujeres musulmanas asiáticas y los verdugos son hombres pakistaníes musulmanes».
Todo este tacto hacia violadores pedófilos ha ofendido también a los representantes musulmanes locales.
«¿En nombre de qué cohesión comunitaria y de qué corrección política se ha hecho todo esto? ¡No en nombre de mi comunidad!» – reacciona Muhbin Hussein, fundador de la Juventud Musulmana Británica.
«Siento verdadera repugnancia al ver un informe como este que atañe a mi ciudad, Rotherham. El hecho de que estos hombres sean principalmente pakistaníes de origen no les debe proporcionar un manto de invisibilidad».
Y, sin embargo, no es la primera vez que el origen étnico y sobre todo la pertenencia religiosa al islam proporciona un salvoconducto fácil al agresor.
Permaneciendo en Inglaterra, es muy reciente el escándalo de las escuelas islamizadas en Birmingham.
También en ese caso las autoridades locales conocían la existencia de un plan de ocupación e islamización progresiva de las escuelas públicas, pero el miedo a ser acusados de racismo e islamofobia les impidió intervenir a tiempo.
No es el islam el que debe asombrar, sino la increíble ceguera autoinducida de las autoridades.
La Policía nórdica no apunta la etnia de agresores
No se trata de un problema británico; atañe a toda Europa. Y al norte de Europa en particular.
En Suecia y Noruega han aumentado exponencialmente las violaciones de niñas locales, y las estadísticas de la policía ya no indican el origen étnico de los agresores.
Sin embargo, ambos países, en los que la violencia sexual hasta hace dos decenios estaba en los niveles mínimos, ahora están en la cima en las clasificaciones europeas sobre violación; mira por donde, coincide con el inicio de la gran oleada migratoria de los países musulmanes.
Las últimas estadísticas hablan de una mayoría absoluta de casos en los que el agresor era de origen «no occidental», un modo políticamente correcto para indicar al inmigrante islámico.
En Alemania, el pasado abril, el homicida afgano de su ex novia (acusada por él de no querer abortar) ha gozado de atenuantes culturales. No es el primer caso. Y no será el último.
Los atenuantes culturales se están convirtiendo en una verdadera costumbre de la magistratura alemana.
Nos hemos dado cuenta también nosotros [italianos] cuando, en 2007, un sardo, en la Baja Sajonia, gozó del mismo privilegio tras haber violado a su ex novia. El subsecretario de Justicia de la época, Luigi Manconi, habló explícitamente de «ejemplo de racismo contemporáneo».
¿El multiculturalismo es otro racismo?
Y de hecho el multiculturalismo (del que Manzoni, en otras ocasiones, se ha hecho portavoz) ¿qué es, sino racismo contemporáneo?
Su primera regla es: no existen «nuestras» reglas aplicables a «su» comunidad.
Se crean islas de anarquía en las que la sharia es impuesta por los líderes religiosos locales. En Inglaterra este proceso empieza a ser incluso formalizado, con la introducción de tribunales islámicos y la aplicación de la ley coránica en los tribunales.
Stefano Magni / La Nuova Bussola Quotidiana
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Actualizado 29 agosto 2014
Religión en Libertad.
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