por Ángel Villarino
Juan Pablo II renovó ayer su solicitud de perdón por todos los «pecados» cometidos por la Iglesia a lo largo de los siglos. El «mea culpa» llegó durante la presentación de un libro que reflexiona sobre la Inquisición.
La obra en cuestión recoge la opinión de decenas de historiadores y teólogos al respecto del Santo Tribunal. Agostino Borromeo, el coordinador de este extenso volumen de cerca de 800 páginas, exigió que se dé a conocer la verdad a cerca de la «leyenda negra que habla de despiadados tribunales» donde las torturas y ajusticiamientos «no eran tan frecuentes como se ha dicho durante años».
Ni la Inquisición fue tan sanguinaria como asegura su leyenda negra, ni la Iglesia puede volver la vista ante uno de los capítulos más negros de su historia. Esta fue la conclusión a la que llegaron ayer los teólogos e historiadores reunidos en la Ciudad del Vaticano para presentar un extenso libro, «Inquisición», que se ha convertido en el primer estudio analítico sobre la polémica institución presentado en la Santa Sede. El Papa, que quiso expresar su opinión al respecto a través de una carta enviada a sus representantes vaticanos, compartió la tesis expuesta por los doctores y volvió a pedir perdón por los «pecados» de la Iglesia. «Es justo que la Iglesia acepte con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se ha alejado del espíritu de Cristo y su Evangelio, ofreciendo al mundo, en lugar del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de formas de pensar y actuar que fueron símbolo de antitestimonio y escándalo», dijo Juan Pablo II en la primera parte de su epístola.
No tan despiadados. La obra recoge el pensamiento de más de 50 intelectuales ligados al mundo del catolicismo que, tras reunirse a debatir sobre la Inquisición en un simposio llevado a cabo en 1998 en la Ciudad del Vaticano, llegaron a la conclusión de que la historia oficial nos muestra unos tribunales eclesiásticos mucho más despiadados y agresivos de lo que en realidad fueron. «Durante el siglo XVI, a causa de rumores arrojados desde los círculos protestantes, se difundió en toda Europa la falsa creencia de que los tribunales de la Inquisición fueron despiadados», aseguró ayer el compilador de la obra, Agostino Borromeo, profesor de Historia en la Universidad La Sapienza de Roma. Borromeo, como el resto de sus colegas, expuso que las torturas y penas de muerte llevadas a cabo en los tribunales inquisitoriales no eran tan frecuentes como se piensa y se escribe en la historia oficial.
La documentación aportada refleja que, de un total de 100.000 procesos, más de la mitad de los acusados fueron absueltos y perdonados, quedando en libertad. Muchos de ellos, sin embargo, fueron posteriormente condenados por tribunales civiles. En España, uno de los países donde más activamente trabajó la Inquisición, de las cerca de 125.000 acusadas de brujería, un total de 59 fueron ajusticiadas. En Italia, país notablemente más poblado, el número baja hasta 36; mientras que en Portugal se reduce hasta cuatro. A través de la epístola que mencionábamos al inicio, Juan Pablo II comunicó a los autores su «vivo aprecio» por el nuevo libro y reafirmo la necesidad de que la investigación histórica contribuya a la búsqueda de la verdad. En la misma carta, el Papa se preguntaba «en qué medida la imagen de la Inquisición es fiel a la realidad» y aseguraba que «antes de pedir perdón es necesario tener conocimiento exacto de los hechos y colocar las faltas con respecto a las exigencias evangélicas donde realmente se encuentran».
El libro hace añicos algunos de los grandes tópicos que pesan sobre la historia de la Inquisición. Así, los autores sostienen que no es cierto que la mayoría de los acusados acabasen en la hoguera, como tampoco lo es el que la mayoría de las acusaciones estuviesen basadas en declaraciones obtenidas sometiendo a los prisioneros a la tortura. Los autores de «Inquisición» coinciden en señalar que, en contra de lo que se suele pensar, la mayor parte de las condenas consistían en peregrinaciones, rezos, plegarias u otras penitencias espirituales. Otra de las grandes novedades historiográficas es el intento de explicar el fenómeno inquisitorial contextualizándolo en su época. Así, aclaran, antes de emitir un juicio moral hay que entender cosas como que durante toda la Edad Media la tortura y la pena de muerte eran prácticas habituales. El Papa encargó personalmente a los historiadores la realización del estudio y el libro, poniendo a su disposición la documentación necesaria y sin marcar ningún tipo de requisito previo.
ConoZe (16/6/2004)
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