por Carlos Tórtora
Esta semana, si algo demostró una vez más, es que el triunfo en política es altamente volátil, porque Daniel Scioli emergió de las PASO como un fuerte candidato a ganar en primera vuelta con el 45% y dos factores, las inundaciones y el viaje a Italia, fueron más que suficientes como para hacerlo tambalear.
Ni que hablar entonces de qué pasaría si se precipitaran crisis externas que impacten en la economía local sin que el gobierno pueda hacer demasiado para evitarlas y mucho menos aún controlarlas.
Argentina intentaría en los próximos días apelar el fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa, que se pronunció a favor de una observación de los holdouts contra el Estado nacional, al declarar que “toda propiedad a nombre del país con fines comerciales” quedaría sujeta a embargos.
La apelación correría con poco éxito, ya que es una moderada sanción por no haber suministrado la información requerida por el Discovery (el Discovery fue convalidado por la Corte de Apelaciones).
Lo que llama poderosamente la atención son las reiteradas afirmaciones del Juez acerca de que Argentina se niega a cumplir la sentencia (que ha quedado firme en junio de 2014). ¿Por qué no declara el desacato? Cuando los demandantes le pidieron que le imponga una multa simbólica de U$S 50.000 (por desacatar una sentencia de 1600 millones) el Juez dijo que no, y pidió que negocien con el mediador. Obviamente no hay negociación alguna. Entonces, una explicación plausible es que haya una recomendación del General Solicitor de esperar hasta que el Poder Ejecutivo dé las instrucciones. No le hace bien al Gobierno norteamericano que un país se burle de una sentencia convalidada por la Corte Suprema. Pero es probable que el Gobierno de Obama tenga otra prioridad: el acuerdo con Irán.
Lo que extraña es el comportamiento del mercado accionario de bonos y del blue. Los primeros dos han apostado a un cambio en el Gobierno y no a la continuidad del kirchnerismo. Por lo que, si se considera que Scioli tiene chances de ganar en primera vuelta, bolsa y bonos deberían derrumbarse.
Lo previsible no se está dando
Encorsetado por Carlos Zannini y La Cámpora, Scioli no podrá hacer “la gran Tsipras”, esto es, prometer un cambio revolucionario y después firmar cualquier cosa. Por lo que, de triunfar su gobierno, seguiría enfrentado con los bonistas, el FMI el Banco Mundial, con un INDEK mentiroso, y sin dólar ahorro. Por ello, el “blue” debería subir hasta el año próximo. Pero parece que no es así. Las cotizaciones, peleando un centavo, no muestran intervención de grandes operadores, tipo Franco Macri o Paolo Rocca, por ejemplo. Esto hace dudar de las posibilidades electorales de Scioli. Que se recuerde, desde las presidenciales de 1958, no hubo elección en que no hubiese previamente demanda de moneda fuerte. Aun en la de 1995, con la convertibilidad, hubo demanda de dólares.
Está de moda llamarlo “cisne negro”, pero en EEUU suelen referirse al “game changer”, o sea, un factor que altera gravemente el curso de los acontecimientos. La hipercorrupción, las inundaciones y otras menudencias apenas parecen incidir en la gran masa de votantes. Distinto sería el caso de acontecimientos de gran impacto en la economía nacional que se originaran en el exterior. Sobre estos factores hay que estar especialmente atentos, porque sí pueden desequilibrar las elecciones de octubre y hasta hacer que el triunfo de Scioli en primera vuelta se le escape de las manos. Puede tratarse de una crisis que empiece en el frente judicial, por ejemplo, si la Corte de Apelaciones declara que el BCRA es alter ego del Estado y se precipitan los embargos sobre las reservas. Puede tratarse también de un factor legislativo, como el tratamiento de la ley JEFSA en el Congreso, o sea, un proyecto de Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero que está presentada desde varios años atrás por los republicanos y que contiene sanciones económicas graves para los gobiernos con altos niveles de corrupción.
El menú de game changer es amplio: una decisión de Barack Obama en cuanto al desacato; la ratificación de sanciones de la OMC; un informe lapidario del FMI; el bloqueo del pago del BONAR 2024; que la suba de tasas de la Reserva Federal sepulte el precio de la soja; que por acción de Arabia Saudita y los emiratos el petróleo baje a U$S 35 el barril lo que forzaría a YPF a rescindir el contrato con Chevron.
En definitiva, el camino hasta octubre es demasiado largo en términos políticos y económicos y la política internacional se volvió demasiado volátil.
Por otra parte, cualquiera que gane las elecciones no podrá evitar una crisis económica de proporciones, con un país que está inundado de pesos, falto de dólares, con déficit fiscal con los socios comerciales en crisis, con sus productos de exportación por el suelo y con vencimientos de deuda externa de más de U$S 60.000 millones hasta el 2020.
Informador Público • 16/08/2015 •
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