sábado, 8 de agosto de 2015

Mucho más que un comicio.


Por Gabriela Pousa
“Nadie duerme en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo, y sin embargo todos dormimos desde la matriz hasta la sepultura o no estamos enteramente despiertos. Una de nuestras misiones quizás sea la de despertar al hombre que viaja hacia el patíbulo”   John Donne
Los tiempos cambian, la historia no. Triste ecuación de un país donde lo peor del pasado se perpetúa sin que haya demasiado explicación ni asombro siquiera, capaz de generar un “darse cuenta” de veras. 
Los relojes se han detenido en Argentina y los calendarios marchitan sus hojas en apenas horas. Así es como aquella violencia que dejara heridas abiertas regresa en el escenario preelectoral trastocando desde la A hasta la Z.
Las listas de candidatos oficialistas se asemejan a verdaderas asociaciones ilícitas. Para repositor de góndolas en un supermercado se exige más educación y currículo que para administrar el Estado. A un ministerio o al Congreso se puede acceder más fácilmente con prontuario que con méritos. “Los inmorales nos han igualado”.
El kirchnerismo se ha transformado en una jungla donde puede verse a sus integrantes fagocitarse entre ellos. Si alguien aún creía que el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli era diferente a Cristina tiene ya la confirmación de su error y la muestra cabal de la empatía. 
El hombre de la fe, el trabajo, el esfuerzo, el optimismo, el consenso, etc, etc., no duda en usar la misma metodología que utilizara un sinfín de veces la Presidente. Y lo más grave todavía es que ni siquiera es una operatoria contra un adversario de la política. Lo es sin diferenciar pertenencia ni ideología.
Ni los códigos de la mafia tradicional tienen ya sentido en esta geografía. Cómo serán las cosas que, de repente, uno añora las épocas de duelos donde el honor ganaba aunque la vida se perdía. La palabra tiene el mismo valor que el agua de la cloaca. La confianza y la lealtad no son ya ni una fecha de almanaque que osaban festejar los peronistas. 
No hay posibilidad alguna de defender a Aníbal Fernández de las denuncias que lo rozan hoy día, pero tampoco la hay de descartar el aval de quien es el candidato oficialista. ¿Cómo entrar al penal donde cumple reclusión Martín Lanatta y filmar si no es con un guiño del gobierno provincial? 
La respuesta no ha sido obtenida. Sin embargo, pese a que pueda haber sido o no una operación política, hay una realidad insoslayable: existe la declaración grabada que involucra al jefe de Gabinete, existió la fosa y los tres cadáveres, existió y existe el tráfico de efedrina. 
Y lo más triste es que existe también la impunidad y la probabilidad de que Aníbal Fernández pese a todo ello, pueda ganar una elección en Argentina. Y ahí la culpa no es exclusiva de la dirigencia, ni de los “arrepentidos”, ni del periodismo o los intereses meramente políticos. Ahí, las víctimas se confunden con los victimarios con o sin consciencia de su rol en este juego.
Porque no es sino la sociedad en su conjunto quién va a las urnas y emite su voto. Y lo emite según el bolsillo o el falso confort de un microclima en el cual habita. Mirar más allá es utopía, el prójimo es apenas un personaje desconocido de la Biblia, el futuro es el fin de semana largo del 17 de agosto próximo, la calidad de vida es el electrodoméstico nuevo en la mesada de la cocina…
¿Qué ciudadano argentino no sabe todavía cómo ha robado este gobierno plata, moral y tiempo? La primera piedra queda sin arrojarse, y no hay manos que puedan levantarse por más marginalidad e inocencia que quiera usarse para justificarles. Todo está a la vista. “No hay peor ciego que el que no quiere ver“. Y está comprobado que la ceguera es voluntaria en esta Argentina.
Este andar en tinieblas que parece ser fruto de un corte de electricidad de coyuntura, es algo más grave y peligroso todavía. Es la falta de voluntad para acercarse a la llave de luz y activarla. La electricidad está, la opción de encender la luz y disipar la oscuridad también aún cuando la lámpara que cuelga del cielo raso no sea la mejor, ni la mas cara o la más linda.
Es Caín quien mata a Abel, no un anónimo ni un foráneo. Si queremos reescribir la historia a nuestro antojo para librarnos de culpa y cargo entonces asumamos que no somos tan distintos de una Cristina Kirchner, un Aníbal Fernández o un ambicioso joven que por contemplar el bolsillo más que los valores y principios, termina en una zanja agujereado por las balas. 
Estamos a punto de elegir mucho más que un candidato. Vamos a elegir de que forma queremos vivir en lo sucesivo, o si nos da lo mismo morir de rodillas, sin gloria ni laureles aunque con algunos paisajes turísticos recorridos, y unos pesos en el bolsillo cuya única utilidad será la de pagarle al sepulturero.
Así de duro, así de sencillo…


Fuente: http://www.perspectivaspoliticas.info/

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