viernes, 27 de noviembre de 2015

Las amenazas laicistas son ya una agresión.



El laicismo quiebra la convivencia y debería estar prohibido.

La izquierda ha vuelto a sacar su surtido de material anticatólico y agresivamente laicista. Es un género un poco gastado, descartes de otras temporadas, que como comerciantes tramposos intentan colarnos en las rebajas electorales que se montan cada vez que nos acercamos a unos comicios. La mayoría pensará que no tiene mayor importancia pues, es cierto, la probabilidad de que alcancen el gobierno y pongan en práctica su programa laicista son remotas. Nosotros, en cambio, pensamos que aunque no se hagan realidad, su efecto envenenador de la convivencia es ya un hecho grave.

La vida en común tiene unos determinados fundamentos que la hacen posible. Si esos fundamentos se cuestionan, se niegan, se rompen, entramos en un clima de guerra civil, que puede desatarse con toda su crudeza o puede adoptar un formato de baja intensidad, al estilo de la Guerra Fría, sin muertos pero envenenando la vida y las relaciones entre las personas y haciendo el clima social irrespirable. Uno de esos fundamentos es el derecho a tener y practicar una religión. Esto incluye la libertad para acudir a los cultos, el respeto a la conciencia de las personas, la libertad para educar a tus hijos en tu fe… No son graciosas concesiones por parte del Estado o por parte del colectivo, que podría revertirlas cuando así lo desease. No. Se trata de un derecho previo al Estado y que el Estado debe respetar escrupulosamente. Si lo viola, se convierte ipso facto en un Estado totalitario. Si se aboga por violarlo, quienes lo hacen se convierten en promotores de un totalitarismo que es una amenaza de muerte para la convivencia social.

Hay cosas que, sencillamente, no pueden plantearse. Del mismo modo que no es admisible que se plantee, por ejemplo, que los españoles de raza negra vivan segregados en barrios sólo para ellos o que las mujeres no puedan acceder a diferentes oficios, tampoco es admisible que se proponga arrebatar a los cristianos su derecho a vivir su fe con libertad. En los tres ejemplos, la sola propuesta está lanzando un mensaje vejatorio que ataca directamente la convivencia social. En los dos primeros casos supondría el rechazo social y podría incluso llegar a tener consecuencias penales. En el tercero, es aplaudido por muchos e incluso se recoge en programas electorales.

El desprecio y la discriminación que laten en las propuestas laicistas son pues un ataque a la vida en común y el primer paso para la persecución de quienes son vistos, no como conciudadanos que ejercen legítimamente su libertad y sus derechos, sino como privilegiados que gozan de un injusto status. Así empiezan los conflictos civiles.

Al final van a tener razón los alemanes, que en 1956 prohibieron la existencia de cualquier partido que haga apología de esa ideología de odio que se llama comunismo.

Mi querida y guerracivilista España



Francisco Rodríguez Barragán
27 noviembre, 2015 • 11:22 am
De forma abierta solapada los políticos intentan eliminar la religión de la vida pública. De forma astutamente programada los partidos políticos que pueden llegar a gobernar desean que desaparezca de la sociedad cualquier idea de trascendencia para erigirse en los únicos definidores de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Eliminar a Dios para no tener una instancia insobornable a la que no se puede engañar. El mismo Satanàs le satisface que Dios desaparezca del horizonte de la gente.

Por MIQUERIDAESPANA el 27 NOVIEMBRE, 2015 • 

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