sábado, 3 de septiembre de 2016

Lutero y los musulmanes

por Germán Mazuelo-Leytón
Dos corrientes externas impiden claramente las conversiones a la Verdadera Fe: el marxismo extremo y la religión musulmana extendida y dominando muchos países.
Dos corrientes externas impiden claramente las conversiones a la Verdadera Fe: el marxismo extremo que domina algunos países asiáticos y africanos, y en los que ser católicos es suficiente título para ser detenido y encarcelado o socialmente eliminado, y la religión musulmana extendida y también dominando muchos países.
«Este enemigo terrible tiene un nombre: se llama Revolución. Su causa profunda es una explosión de orgullo y sensualidad que inspiró, no diríamos un sistema, sino toda una cadena de sistemas ideológicos. De la amplia aceptación dada a éstos en el mundo entero, derivaron las tres grandes revoluciones de la Historia de Occidente: la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa y el Comunismo».(1)
La Revolución va, pues, metamorfoseándose a lo largo de la Historia. Un proceso en continua transformación. En los presentes días, las corrientes que propugnan la implantación de la IV Revolución se extendieron – aunque bajo formas diversas – al mundo entero y manifiestan más o menos por todas partes una sensible tendencia a aumentar de volumen.
En ese sentido, la IV Revolución va en un crescendo promisor para quienes la desean y amenazador para los que se baten contra ella. Pero habría evidente exageración en decir que el orden de cosas actualmente existente en la ex-URSS ya es totalmente modelado según la IV Revolución y que allí nada más resta de la III Revolución.
La IV Revolución, si bien incluya también el aspecto político, es una Revolución que a sí misma se califica de “cultural”, o sea, que abarca “grosso modo” todos los aspectos del existir humano. (2)
En esta cuarta etapa, para aniquilar la Civilización Cristiana las mismas fuerzas de la Revolución que articularon la revolución comunista, requintan la revolución del paganismo tribal, el humanismo naturalista anti-Cristo y el islamismo.
En 1952, el arzobispo Fulton J Sheen, había escrito: (3)
«El Occidente Europeo cristiano, apenas escapó la destrucción a manos de los musulmanes. Una vez fueron detenidos cerca de Tours, y otra vez, un tiempo después, a las puertas de Viena. La Iglesia de todo el norte de África fue prácticamente destruida por el poder musulmán. En el presente los musulmanes comienzan a levantarse de nuevo.»
Mientras que en Occidente el impulso económico ha conducido a un debilitamiento de la sustancia religiosa, en el mundo islámico esos esfuerzos proselitistas se acrecentaron vinculados al nuevo impulso económico una nueva conciencia religiosa, en la cual se conjugan en indisoluble unidad la religión islámica, la cultura y la política. (4)
El islamismo (llamado también mahometismo) es un fenómeno al que es imprescindible poner la debida atención. En 1969 los musulmanes declaraban formar una comunidad de seiscientos millones de personas, más tarde durante su Tercera Cumbre Islámica (1981) afirmaban ser unos mil millones de hombres y mujeres de todas las razas, repartidos en una gran parte de nuestro planeta y que controlan muchos recursos naturales. Actualmente se calcula que el 23% de la población mundial es musulmana (1.6 billón), por lo que el islam es también la segunda religión más grande detrás del cristianismo.
«Cualquiera que conociendo el Antiguo y el Nuevo Testamento, lee el Corán, ve con claridad el proceso de reducción de la Divina Revelación que en él se lleva a cabo. Es imposible no advertir el alejamiento de lo que Dios ha dicho de Sí mismo, primero en el Antiguo Testamento por medio de los profetas y luego de modo definitivo en el Nuevo Testamento por medio de su Hijo. Toda esa riqueza de la autorrevelación de Dios, que constituye el patrimonio del Antiguo y del Nuevo Testamento, en el islamismo ha sido de hecho abandonada. El islamismo no es una religión de redención».5
Para ellos ser musulmanes significa practicar la única religión acepta a Dios y construir la sociedad humana a la cual Dios ha otorgado las mejores leyes; por lo que repiten siempre las palabras: el Islam es religión y Estado.
Después del fracaso de los nacionalismos locales y de los socialismos panárabes, estos países conocen hoy en día las reivindicaciones crecientes de los movimientos radicales, que querrían ver al Islam aplicado realmente en todos los sectores de la vida pública y privada, porque están convencidos de que la ley coránica es la perfección de la voluntad divina.
Desde su irrupción, en largos períodos de la historia, parecía que el Islam superaría al Cristianismo tanto como fuerza religiosa como de gobierno, pero sufrió derrotas militares y retrocedió de Europa.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando la Iglesia abandonó el apostolado de las conversiones, el islamismo fue aventajándola, superándola en la conquista de países africanos, es que la característica del islamismo ha sido convertir.
«Los esfuerzos misioneros de la Iglesia para con este grupo han sido, al menos en la superficie, un fracaso, ya que los musulmanes, son hasta ahora, inconvertibles. La razón es que, para un seguidor de Mahoma convertirse al cristianismo, sería como para un cristiano convertirse en judío. Los musulmanes creen que ellos tienen la final y definitiva revelación de Dios para el mundo, y que Cristo solo fue un profeta que anunciaba a Mahoma, el último de los verdaderos profetas de Dios».
Así y todo, en las últimas décadas fascinantes y extraordinarios testimonios, como en los primeros años del Cristianismo, patentizan los milagros de la Gracia y de la respuesta humana, en miles de conversiones del mundo musulmán al Catolicismo, con la consecuente persecución de los cristianos. Sobre todo los musulmanes fundamentalistas han llegado a extremos increíbles. Tomemos un caso, del país africano de Sudán y con un convertido que nos contará su increíble odisea, comienza así:
«Me llamo Salvador, pues al convertirme al catolicismo, cambié mi primitivo nombre de Alí. Fui un musulmán fervoroso que rezaba cinco veces al día y cumplía los demás preceptos del Corán, siempre me llamó la atención las citas que el Corán hace del Evangelio, por ello compré un ejemplar del Evangelio que me convenció que Cristo era el Alfa y el Omega, es decir el Principio y el Fin, poco a poco le descubría como al Mesías único.
Dejé las prácticas musulmanas, pronto fui denunciado y detenido, por haber traicionado a mi religión. Me amenazaban si no dejaba mi nueva religión, hasta con la muerte.
Pero la fe me fortalecía en la prisión instruí a otros presos sobre la Biblia y mi experiencia con Cristo. Me llevaron a juicio religioso para que explicara las razones de que abandonara mi primera religión. Mi confesión podía haberme costado la vida, pero la fuerza del Espíritu me sostenía, y les dije: musulmanes y cristianos oran al mismo Dios, siguen al mismo Dios, por esa razón ustedes no pueden castigarme. Me dejaron libre, pero me castigaron duramente quitándome mis propiedades que eran tres casas y despidiéndome de mi trabajo.
El juez me preguntó si ahora que era cristiano, estaba dispuesto a vivir con mi esposa musulmana. Le dije que sí. Y si estaba dispuesto a que pudiera seguir su religión aunque viviera conmigo. Ella lo rechazó, y me quitaron a la fuerza a la esposa y a los tres hijos.
Solo y despojado como el mismo Job, gozo con la libertad de los hijos de Dios, y me abandono continuamente en las manos del Padre. Ahora experimento palpablemente la bondad y la cercanía del Padre Celestial, que me impele a anunciar a todos, cuanto Dios ha hecho por mí.
Para poder seguir adelante me apersoné a retirar me certificado de estudios que me lo negaron, pero con el bautismo he ganado otro certificado con el que me siento obligado a testimoniar a todos, que Dios no sólo es el grande, el misericordioso, como dice el Corán, no también Padre y como tal nos ama como a hijos». En el catolicismo halló al Padre, cuyas caricias siente en medio de tantas persecuciones y tribulaciones.
Parece imposible que puedan hallarse barreras tan inhumanas al cambiar de religión libremente, pero los musulmanes radicales admiten que quien sale de su religión es digno de morir a cuchilladas por la traición que hizo a su dios.
«La vida de Mahoma y sus acciones le muestran como un hombre de valor intrépido, gran estratega, elevado patriotismo, compasivo por naturaleza y pronto al perdón. Y sin embargo aprobó el asesinato, si ello servía a su causa; por muy bárbaros o traicioneros que fueran los medios utilizados, a sus ojos el fin justificaba su utilización; y en más de una ocasión no sólo aprobó sino que también instigó el crimen».6
Curioso –por decirlo de alguna manera- que Martín Lutero, el hereje, iniciador de la primera etapa de la Revolución cinco centurias atrás, había escrito sobre el islam y los musulmanes (a los que en ese tiempo se los denominaba turcos):
«El turco es la vara de la ira del Señor nuestro Dios… Si el dios del turco, el diablo, no es golpeado primero, hay razones para temer que el turco no será tan fácil de vencer… Las armas y el poder de los cristianos deben hacerlo… (La lucha contra los turcos) debe comenzar con el arrepentimiento, y hay que reformar nuestras vidas, o se está peleando en vano. (La Iglesia debe) conducir a los hombres al arrepentimiento por nuestros pecados mostrando cuán grandes e innumerables son y nuestra ingratitud, por el cual nos hemos ganado la ira y la desaprobación de Dios, para que Él nos dé justamente a las manos del diablo y del turco».
Ni más ni menos.

1 CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Revolución y Contra-Revolución.
2 Ibid.
3 SHEEN, Mons. FULTON J., María y los musulmanes. http://www.corazones.org/maria/musulmanes_maria.htm
4 Cf.: RATZINGER, Card. JOSEPH, Una mirada a Europa.
5 JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, cap. XV.
6 Enciclopedia Católica de 1913
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Adelante la Fe (23/8/16)

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