viernes, 18 de noviembre de 2016

Cardenales que van de frente, cardenales que conspiran de espaldas

Pbro Jorge González Guadalix
Todo un bombazo la carta que han hecho pública hace unos días los cardenales Burke, Brandmuller, Cafarra y Meisner.
Según cuentan ellos mismos, preocupados por la confusión que observan en el pueblo de Dios tras la publicación de “Amoris Laetitia”, se han dirigido al santo padre pidiendo aclaración para las cuestiones más controvertidas, especialmente el capítulo octavo de la exhortación apostólica. Tras dos meses de esperar respuesta en vano, decidieron trasladar la carta al pueblo de Dios.
Me parece que están en su derecho y obligación. Como cardenales tienen una especial responsabilidad a la hora de colaborar con el santo padre y se han sentido en la necesidad de hacerlo. En corto y por derecho, que dirían los taurinos. Dando la cara, sabiendo que se la partirían desde muchos lugares. Una carta escrita y firmada. Sin complejos.
Bien sabían ellos lo que se les venía encima, y aun sabiéndolo, carta enviada, firmada, rubricada y con todos sus sellos. De todo menos bonitos: traidores, escribas y fariseos vestidos de púrpura, dinamitadores de pontificado, ultraconservadores que arremeten contra Francisco. Todavía no he visto que los llamen fascistas. No habrán caído en la cuenta.
Cuando uno no entiende algo, y más si es un cardenal de la Iglesia, lo que tiene que hacer es decir, con luz, taquígrafos, firma y sello, justo que no lo entiende, y pedir a quien puede explicarlo, el santo padre, que lo explique, que de momento llevamos dos meses y rien de rien.
Más delito tuvieron otros cardenales, esta vez siete según propia confesión: Danneels, Martini,  Achille Silvestrini, Walter Kasper, Karl Lehman, Basil Hume  y Adriaan Van Luyn que, descontentos con la marcha del pontificado de Juan Pablo II, en lugar de echar un par de narices y mandarle una carta como han hecho estos cuatro ¡a san Juan Pablo II! escondían sus vergüenzas reuniéndose de forma clandestina. Mafia pura y dura que, y sigue la confesión en su día de Danneels, conocido entre otras cosas por ocultar casos de pederastia en su diócesis, que llegó a confesar que se confabularon para manejar la  sucesión de Juan Pablo II y evitar que fuera elegido papa Benedicto XVI.
Tampoco se rindieron. Una vez elegido Benedicto XVI siguieron colocando palos en las ruedas de su pontificado para hacerle la vida imposible. Es decir, años de componendas, confabulaciones, mafia, juego sucio sin dar la cara. Porque dar la cara y arriesgarte a que te la partan, solo lo hacen las gentes de bien, y no parece el caso.
Tienen razón Burke y demás cuando afirman en su carta que por favor no se interprete en clave de progresistas y conservadores. Tienen toda la razón. En este momento en la Iglesia católica la lucha no está entre conservadores y progresistas, está entre ambigüedad y claridad de ideas, entre gente que dice lo que piensa con luz y taquígrafos y los que solo responden con sonrisas y si pero no, depende y ya veremos.
No voy a emplear el simil de quién gana el partido, porque el equipo de Burke ha demostrado tener lo que hay que tener, el birrete muy bien atornillado, y ha dicho con toda claridad lo que piensan y las dudas que les surgen (y nos surgen a muchos). Con los de Daneels no merece la pena jugar. Sería enfrentar a tíos hechos y derechos con nenazas. 



Blog: de profesión, cura (17/11/16)

InfoVaticana.

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