por Pato Acevedo
Como a todos, me sorprendió el triunfo de Donald Trump en la reciente elección de Presidente de los EUA. De hecho, más me preocupaba el daño que provocaría a la causa pro vida al verse asociada con una derrota tan estrepitosa como la que se veía venir.
Sin embargo, Trump ganó de forma inapelable (a diferencia de Bush junior hace 15 años), con la consecuente sensación de sorpresa y estupefacción.
Esta semana la prensa mundial ha estado llena de análisis de la elección de Trump, en su gran mayoría de muy poco valor. Seguramente deberemos esperar varios meses y hasta años antes de contar con un análisis racional y objetivo del resultado de esta elección. Mientras tanto, dejemos aquí algunas notas acerca de lo que suele encontrarse en estos análisis, pero que no sirve de nada:
Todos los medios de comunicación estaban favor de Hillary Clinton, y muchas columnas se limitan a llorar la derrota: “No puedo creer que tanta gente no vea el mundo como yo y mis amigos le decimos que debe hacerlo”. No hay mucho que rescatar aquí.
Otros culpan de la victoria de Trump a los votantes racistas, homofóbicos y machistas. Esto es ridículo y absurdo. El universo de electores que eligió a Trump es esencialmente el mismo que apenas cuatro años antes eligió a Obama.
El análisis de los medios no solo es ridículo, más grave aún, es racista. Atribuye ciertas opiniones y actitudes a personas (en este caso los hombres blancos), por el solo hecho de pertenecer a ese grupo. Caen en la misma forma de pensar que criticaban a su oponente, cuando dijo que los inmigrantes mejicanos eran ladrones y violadores.
Algunos acusan a Trump de ser un demagogo, por su falta de experiencia y popularidad. Esto no pasa de ser un lloriqueo de derrotado. La misma combinación de popularidad y falta de experiencia se podría observar en Obama de 2008, pero nadie lo acusó de demagogia.
No importa que Hillary obtuviera más votos que Trump en el conteo voto a voto. En un sistema de electores por Estado, como el de los EUA, la mayoría de los Estados tienen un ganador claro desde antes. Por eso, muchos deciden no votar, de modo que una comparación del voto popular esta distorsionada.
No hay un cambio radical en la sociedad estadounidense. Ni la elección de Obama representa el fin del racismo, ni la de Trump un giro a la homofobia. El margen entre uno y otro candidato es estadísticamente mínimo, y depende de unos pocos votantes indecisos.
Despejando lo que es inútil para entender el resultado, podemos aportar puntos que sí deberían formar parte del análisis final.
En primer lugar, puede parecer obvio, pero Hillary perdió por los más de 5 millones de ciudadanos que no fueron a votar por ella, pero que sí lo hicieron por Obama en 2012. Ese año Obama alcanzó los 65,9 millones de votos, pero Hillary solo tuvo 60,9. Incluso Trump obtuvo menos votos que Romney en 2012 (60,2 millones contra 60,9), pero le bastó para asegurar la victoria. Dicho de otro modo, no hubo una oleada de barbudos que bajaron de las montañas a votar por Trump, como suelen decir algunos, fueron los liberales quienes prefirieron quedarse en el Starbucks, antes que votar por Hillary.
Por otro lado, se debe tener claro que Trump no fue el candidato de la extrema derecha (o alt right, como dicen los gringos). Los extremos por definición son minoritarios, y en un sistema bipartidista una minoría no gana elecciones. Tampoco lo fue de la derecha conservadora, pues alcanzó la nominación de los republicanos en contra, y ante la incredulidad, de la cúpula de ese partido. Fue el candidato de la protesta del ciudadano común y corriente en contra de las élites.
Puesto que Trump tomó la bandera de la protesta contra los políticos, Hillary era la peor alternativa para enfrentarlo. Por su apellido, por su trayectoria vital, y su larga carrera política, ella era el epítome de la clase gobernante, exactamente lo que los votantes de Trump rechazaron en la primaria republicana.
Finalmente, las mujeres le fallaron a Hillary. La candidata demócrata hizo un tema de campaña que sería la primera presidenta mujer y su irrestricto apoyo al aborto. Esa estrategia, sin embargo, prácticamente no rindió frutos. Apenas un 1% de las mujeres cambiaron su voto, de republicano a demócrata, si se compara con la elección anterior. Y eso mientras Trump hacía gala de un carácter machista difícil de justificar.
Aquí hay un punto de particular importancia para el lobby pro vida estadounidense. Cuando una candidata tomó la bandera del aborto para atraer a las mujeres, ellas no reaccionar ante este llamado como se esperaba, y de todas formas estuvieron para apoyar al candidato pro vida. Esto debería servir para dejar claro que la defensa de la vida ya no es un tema tabú para un candidato, y que no le resta votos automáticamente entre las mujeres. Ese es un gran éxito para la causa pro vida.
Blog: La esfera y la Cruz.
InfoCatólica (16/11/16)
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