por Iacopo Scaramuzzi
En la audiencia a la Rota Romana, el Papa sugiere un «nuevo catecumenado» pre-matrimonial y una formación posterior: «Se necesita mucha valentía para casarse en el tiempo en el que vivimos»
Un nuevo «catecumenado» antes del matrimonio, es decir «un adecuado camino de preparación dirigido a redescubrir el matrimonio y la familia según el diseño de Dios», que, como con el Bautismo, sea «parte integral de todo el procedimiento sacramental del matrimonio, como un antídoto que impida la multiplicación de celebraciones matrimoniales nulas o inconsistentes». Y después del matrimonio, un «proyecto de formación para los jóvenes esposos, con iniciativas encaminadas a una creciente consciencia del sacramento recibido».
Son los dos «antídotos» que sugirió el Papa a los prelados oidores, oficiales, abogados y colaboradores del Tribunal de la Rota Romana, en la audiencia que les concedió en ocasión de la solemne inauguración del Año Judicial.
Jorge Mario Bergoglio comenzó reflexionando sobre la preocupación que el actual contexto, «carente de valores religiosos y de fe, no puede sino condicionar también el consenso matrimonial», puesto que una mentalidad muy extendida, que tiende a «oscurecer el acceso a las verdades eternas», «involucra de forma amplia y capilar, las actitudes y los comportamientos de los mismos cristianos». Francisco también añadió que está convencido de que «se necesita mucha valentía para casarse en los tiempos que vivimos», por lo que «todos los que tienen la fuerza y la alegría de cumplir este paso tan importante deben sentir junto a ellos el afecto y la cercanía concreta de la Iglesia».
«No podemos ocultarnos que una mentalidad difundida tiente a obscurecer el acceso a las verdades eternas», dijo el Papa después del saludo que pronunció el Decano de la Rota Romana, monseñor Pio Vito Pinto. «Una mentalidad que a menudo involucra de forma amplia y capilar, las actitudes y los comportamientos de los mismos cristianos –dijo Francisco citando su exhortación apostólica Evangelii gaudium– cuya fe viene debilitada y pierde la propia originalidad de criterio interpretativo y operativo para la existencia personal, familiar y social. Tal contexto, carente de valores religiosos y de fe, no puede sino condicionar también el consenso matrimonial». Las experiencias de fe que los que piden el matrimonio cristiano, constató el Pontífice argentino, «son muy diferentes. Algunos participan activamente en la vida de la parroquia; otros se acercan a la misma por primera vez; algunos tienen una vida de oración también intensa; otros en cambio están guiados por un sentimiento religioso más bien genérico; a veces son personas lejanas de la fe o carentes de fe. Frente a esta situación es necesario encontrar remedios válidos».
Un primer remedio es la «formación de los jóvenes, mediante un camino adecuado de preparación dirigido a redescubrir el matrimonio y la familia según el diseño de Dios», dijo Jorge Mario Bergoglio, recordando a la vez que «hoy, más que nunca, esta preparación se presenta como una verdadera ocasión de evangelización de los adultos y, a menudo, de los llamados alejados». En este sentido, «me gustaría insistir –dijo el Papa– en la necesidad de un “nuevo catecumenado” como preparación para el matrimonio. Acogiendo los deseos de los Padres del último Sínodo Ordinario, es urgente actuar concretamente lo ya propuesto en la Familiaris consortio, que, así como para el bautismo de los adultos el catecumenado es parte del proceso sacramental, así también la preparación al matrimonio se convierta en parte integral de todo el procedimiento sacramental del matrimonio, como un antídoto –insistió– que impida la multiplicación de celebraciones matrimoniales nulas o inconsistentes».
El segundo remedio es el de «ayudar a los recién casados a continuar el camino en la fe y en la Iglesia también después de la celebración del matrimonio. Es necesario identificar, con valentía y creatividad, un proyecto de formación para los jóvenes esposos, con iniciativas encaminadas a una creciente consciencia del sacramento recibido» La comunidad cristiana, indicó el Papa, «está llamada a acoger, acompañar y ayudar a las jóvenes parejas, ofreciendo ocasiones e instrumentos adecuados (empezando por la participación en la Misa dominical) para cuidar la vida espiritual tanto dentro de la vida familiar como en el ámbito de la programación pastoral en la parroquia o en las agregaciones. A menudo –subrayó Francisco–, los jóvenes esposos son abandonados a sí mismos, tal vez por el simple hecho de que se dejan ver menos en la parroquia; esto sucede sobre todo con el nacimiento de los hijos. Pero, es justamente en estos primeros momentos de la vida familiar cuando hay que garantizar mayor cercanía y un fuerte apoyo espiritual, incluso en la obra educativa de los hijos, frente a los cuales son los primeros testimonios y portadores del don de la fe».
Es necesario hacer «inteligible y real» la «sinergía entre foedus y fides», es decir «pasar de una visión netamente jurídica y formal de la preparación de los futuros esposos, a una fundación sacramental ab initio, es decir a partir del camino hacia la plenitud de su foedus-consenso elevado por Cristo a sacramento», dijo el Papa.
Concluyendo el discurso a la Rota, añadió: «Queridos hermanos, como he dicho varias veces, se necesita mucha valentía para casarse en los tiempos que vivimos. Y todos los que tienen la fuerza y la alegría de cumplir este paso tan importante deben sentir junto a ellos el afecto y la cercanía concreta de la Iglesia».
En junio del año pasado, durante un congreso de la diócesis de Roma en San Juan de Letrán, el Papa afrontó el tema que trató hoy ante el tribunal de la Rota Romana. Respondiendo a una pregunta sobre la «cultura de lo provisorio», Francisco explicó: «Un obispo, escuché decir hace algunos meses, al que se le presentó un chico que acababa de terminar los estudios universitarios, un buen joven, le dijo: “Yo me quiero volver sacerdote, pero por diez años”. Es la cultura de lo provisorio. Y esto sucede por todas partes, incluso en la vida sacerdotal, en la vida religiosa. Lo provisional. Y por ello, una gran mayoría de nuestros matrimonios sacramentales son nulos, porque los esposos dicen: “Sí, para toda la vida”, pero no saben lo que dicen, porque tienen otra cultura. Lo dicen y tienen la buena voluntad, pero no tienen la conciencia. Una señora, una vez, en Buenos Aires, me regañó: “Ustedes, los curas, son muy listos, porque para volverse cura estudian ocho años, y luego, si las cosas no funcionan y el cura encuentra a una chica que le gusta... al final le dan el permiso de que se case y que cree una familia. Y a nosotros, los laicos, que tenemos que hacer el sacramento para toda la vida e indisoluble, nos dan cuatro conferencias, ¡y esto es para toda la vida!”. Para mí, uno de los problemas es este: la preparación al matrimonio».
Vatican Insider (Pubblicato il 21/01/2017)
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