viernes, 28 de abril de 2017

Comerás el pan de tu trabajo.

Cngo. Ricardo B. Mazza
Al no aceptar su condición limitada por lo creatural, el hombre se “aliena” en su propia fantasía de un poder inexistente y a la larga o la corta termina por destruir lo mismo que él pretende construir desde su autosuficiencia.
1.- La presencia de Dios y del hombre en el mundo del trabajo.
Nuevamente estamos celebrando otro día del trabajo o del trabajador, bajo la protección de San José Obrero, lo que nos permite reflexionar desde la Palabra de Dios acerca del papel del que trabaja desde su condición creatural, pero muy cerca del creador. 
Al ser creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre se encuentra en una proximidad con Dios que lo distingue y diferencia totalmente de los demás seres que existen en nuestro mundo.
Sólo el hombre inteligente y libre, puede entrar en diálogo con Dios de una manera personal, pero también comunitaria.
Sólo el hombre es asociado al obrar y a la obra del Creador de una manera tal que mientras el hombre trabaja, desde la fe podemos decir que Dios trabaja con él, y mientras Dios actúa, está interpelando al hombre a que lo acompañe siempre con un estilo creativo que brota de su ser inteligente y libre.
En este mutuo obrar del Creador y de la creatura inteligente sin embargo se da una distinción y diferencia que es conveniente hacer notar.
Distinción porque el obrar de Dios es todopoderoso y el del hombre es limitado.
Diferencia porque mientras Dios siempre está laborando con su Providencia, el hombre o corresponde a la acción divina, con lo que se daría la verdadera armonía en el “laborar”, o puede caer, y de hecho cae, en la tentación de no corresponder a la obra de Dios llevado por su pereza o creyendo que es omnipotente se arriesga a proyectos que sólo terminan en el fracaso.
En efecto, al no aceptar su condición limitada por lo creatural, el hombre se “aliena” en su propia fantasía de un poder inexistente y a la larga o a la corta termina por destruir lo mismo que él pretende construir desde su autosuficiencia.
Esto se percibe con evidencia cuando el hombre, al no respetar la Providencia de Dios presente en lo creado, termina por perjudicarse a sí mismo.
Y así, por ejemplo, lo estamos viendo en todo lo referente al calentamiento global de la tierra que implica por parte del hombre haber abusado de la obra de Dios, el no haber colaborado inteligentemente al dominio de lo creado según la Providencia.
La sagrada Escritura nos pone en evidencia en repetidos textos ese trabajo “vano” del hombre cuando prescinde del Creador.
Y así, por citar uno al menos, en Mateo 7,24-28, se señala el fracaso del hombre que quiere construir sobre arena, es decir, sin la roca que es Dios mismo.
2.- La cooperación del hombre a la acción divina.
Veamos, partiendo de la Palabra de Dios cómo podemos ilustrar lo hasta aquí afirmado.
El Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan (21,1-6) (1), nos da una respuesta que creemos adecuada para lo que venimos sosteniendo.
El texto bíblico señala que la acción divina, es decir, la Providencia amorosa que todo lo dispone para el bien del hombre, entrega como en este caso, la amplitud del mar poblado de inúmeros peces que sirven para saciar el hambre de toda persona.
Le corresponderá al hombre, iluminado por su inteligencia, poner los medios más adecuados para lograr éxito en su empresa de pescar.
Sin embargo, el texto bíblico nos dice que no pescaron nada.
¿A qué se debe este fracaso? A que emprendieron la pesca no como colaboradores de Dios sino como autosuficientes que todo lo pueden con sus pobres fuerzas humanas.
De allí que Jesús les abra los ojos haciéndoles ver que aún en la pequeñez de su acción deben estar siempre unidos al obrar de la Providencia, reconociendo que sólo son colaboradores del actuar divino, y que al dar la razón a esto tendrán copiosos beneficios para las necesidades todas del hombre.
Con un simple “echen la red a la derecha” Jesús se pone a trabajar con los apóstoles para que se logre la abundancia de peces.
Esto nos hace ver cómo Dios quiere “laborar” con el hombre y cómo el hombre debe tener conciencia de que colabora con la acción divina, es decir, respetando siempre el quehacer divino.
Pero volvamos al texto evangélico citado anteriormente.
Se afirma que la pesca contenida en la red fue abundante ya que “arrastraban la red llena de peces” (v.8) y que “Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y, a pesar de que hubiese tantos, no se rompió la red” (v. 11).
No podría ser de otra manera. Cuando Dios y el hombre “laboran juntos” el resultado es la abundancia para que todos puedan comer según sus necesidades.
Ejemplifican hermosamente la necesidad del trabajo del hombre en comunión con la Providencia de Dios lo que señalan los vv. 9 y 10: “Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar."
Es decir, Jesús entrega por la Providencia de Dios manifestada en la riqueza de la naturaleza, el pescado y el pan. El hombre, haciendo multiplicar lo recibido con el esfuerzo de su trabajo, ofrece la abundancia de peces.
3.- Lo justo como resultado del verdadero trabajo.
Y aquí percibimos otra enseñanza que brota del texto bíblico.
Me refiero a la presencia de lo “justo”.
¿Qué significa lo justo? El objeto de la virtud de la justicia es el “ius” o el “derecho” o dicho en término más comprensivo para todos, lo “justo”.
¿Qué es lo justo? Lo que se “ajusta”. ¿Qué quiere decir lo que se “ajusta”? Que cada persona como fruto del trabajo tenga lo que necesita para su realización personal y la de su familia.
Es decir, lo que “se ajusta” implica que a nadie le sobre y a nadie le falte lo que requiere su realización como persona creada a imagen y semejanza de Dios.
Cuando en la comunidad humana como sucede en nuestros días y en nuestra sociedad, hay quienes nadan en la abundancia y despilfarran sus bienes “dándose la gran vida”, hay otros que carecen de lo necesario para vivir con la dignidad de hijos de Dios.
Se patentiza así un verdadero “desajuste” social, es decir carencia de lo que “se ajusta” al hombre.
Cuando el texto bíblico dice que la red no se rompió a pesar de haber tantos peces, es decir, a pesar de estar completa en su capacidad de contener, está diciendo que el tejido social humano no se rompe cuando está pleno de bienes para todos.
El estar su capacidad completa, “ajustada”, hace ver que a nadie sobra y a nadie falta, porque todos están contenidos en sus necesidades.
Si la red hubiera estado holgada o “sobrada” en su capacidad de contener peces, capaz de mucho más, indicaría en ese caso que el tejido social estaría incompleto porque sólo contiene a algunos y no a todos.
Pero la voluntad del Creador es que siempre la red o “tejido social” esté completo gracias al trabajo del hombre y a la acción de la Providencia, de modo que haya bienes para todos y que a nadie sobre como tampoco falte.
4.- Los bienes y su distribución.
Pero, ¿cómo hacer que todos tengan lo que se “ajusta” a su dignidad como personas?
He aquí donde entra nuevamente la acción del hombre colaborador de Dios.
De hecho es a la autoridad política a la que le cabe en primer lugar el deber de implementar políticas de Estado que velen por el bien común.
Bien Común que implica propiciar aquellos espacios que permitan robustecer la dignidad de las personas alcanzando lo que las enaltece y les permitan vivir como tales.
A través de la aplicación de la justicia distributiva en todos los campos, la autoridad política contribuye a que los bienes de este mundo lleguen a todos respetando la igualdad fundamental y la igualdad proporcional de las personas.
En efecto hay derechos comunes e iguales para todos como el de la vida, el de la vivienda digna, el de tener fuentes de trabajo, el salario adecuado etc.
Pero hay también una igualdad proporcional que brota de la capacidad, de la responsabilidad y del esfuerzo particular de la persona.
Y así es propio de la justicia distributiva premiar de manera peculiar el esfuerzo del intelecto humano en pos del progreso humano, como así también retribuir las responsabilidades diferentes que hay en el tejido social.
Y así, por poner sólo un ejemplo, y sin desmerecer a persona alguna, no tienen idénticas obligaciones, y por lo tanto tampoco idénticas retribuciones en la construcción de un edificio, el obrero que construye y el profesional que debe velar por su correcta edificación.
Lo importante es que uno y otro, integrantes del común tejido social, alcancen adecuadamente su realización como personas y obtengan la recompensa “que se ajusta” a su particular y diferente modo de ser y de laborar en la comunidad humana.
5.-Las consecuencias de la pereza del hombre.
San Pablo en la 2da carta a los cristianos de Tesalónica los exhorta al trabajo (cap 3, 6-13) (2), enseñanza que tiene vigencia para nosotros también.
El insiste en su propio ejemplo dado cuando trabaja con sus manos para no ser gravoso a nadie, aunque tuviera derecho a proceder de otra manera, es decir a ser sostenido por su trabajo de evangelizador.
Sus palabras resultan duras cuando afirma que el que no quiera trabajar no coma.
Se refiere sin duda, no al que carece de trabajo sin culpa, o al que está desocupado injustamente por falta de fuentes laborales, sino a aquella persona que no quiere trabajar.
El perezoso no sólo se niega a desarrollar las cualidades que el Señor le ha dado, sino que al no contribuir con el plan Creador de Dios, perjudica también a sus hermanos al romper el equilibrio del tejido social al que todos y cada uno debe contribuir con su esfuerzo para acrecentar las posibilidades de toda persona.
Y así aparece que la condición de “trabajador” del hombre significa colaborar como co-creador con Dios para desarrollar lo existente, desarrollar las cualidades de cada uno, puestas al servicio de los demás y preparar dignamente “la tierra” hasta que lleguen los “cielos nuevos y la tierra nueva” de la plenitud eterna de la creatura racional.
6.- Tarea a realizar.
Es mucho lo que todavía queda por hacer en este campo tan peculiar de la vida del hombre que lo engrandece y lo coloca a la altura del mismo Creador como su colaborador necesario por disposición del mismo Dios.
Cuánto hay que obrar para crear una verdadera cultura del trabajo en la que se lo mire no como mero medio para conseguir lo necesario para vivir, sino también como instrumento valiosísimo para el desarrollo de las personas y de los pueblos.
Trabajar que significa que cada uno dé lo mejor de sí mismo pensando que así sirve a todos, no conformándose con lo mínimo, sino buscando desarrollar al máximo lo que hemos recibido como seres inteligentes y libres.
Confiemos estas intenciones a San José Obrero, esposo de María Santísima, patrono -por disposición de Pío XII (1º de mayo de 1955)- del trabajo y del trabajador, para que con y por su intercesión valoremos cada vez más esta tarea dignificante de la persona humana.



Textos:
(1)Jn 21,1-6): “Después de esto, nuevamente se apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se hizo presente como sigue: Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael, de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar." Contestaron: "Vamos también nosotros contigo." Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo que comer?" Le contestaron: "Nada." Entonces Jesús les dijo: "Echen la red a la derecha y encontrarán pesca." Echaron la red, y no tenían fuerzas para recogerla por la gran cantidad de peces”.
(2) 2 Tes. 3,6-13: “Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros.
Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes
y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes.
Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar.
En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma.
Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo.
A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan”.



Artículo escrito originalmente el 30 de Abril de 2007.
Padre Ricardo B. Mazza. ex-Prof. Tit. de Teología Moral y DSI en la UCSF. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” . Actualmente Párroco de “San Juan Bautista” en Santa Fe.

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