por Rafael María Molina Sánchez
Dios Nuestro Señor y la Virgen Santísima no dejan que nadie se ría de ellos, tampoco los reyes, por supuesto.
En 1855, el rey italiano Victor Manuel II de Saboya estaba a punto de promulgar la llamada ley Ratazzi, conocida así por el nombre del diputado anticlerical que la impulsaba. Esta ley suprimía conventos, ordenes religiosas y se apoderaba de sus bienes.
En esas fechas San Juan Bosco, tuvo una serie de sueños en los que veía claramente grandes funerales en la Corte. Don Bosco se despertó lleno de angustia y escribió al rey explicándole sus sueños. Pero Víctor Manuel II no quería renunciar a la ley Ratazzi que daría al Tesoro muchos millones. El 9 de enero de 1855 da comienzo la tramitación de la ley en el Parlamento.
El 12 de enero muere la reina María Teresa, madre del rey. El día 20 muere súbitamente su esposa la reina María Adelaida de Austria. El 11 de febrero le toca el turno a Fernando de Saboya, hermano del rey. Y el 17 de mayo moría el hijo menor del rey, llamado igual que él, Victor Manuel.
Don Bosco, entretanto, lleva a cabo una valiente campaña contra la infame ley Ratazzi. Edita varios libritos con el título “Como se roban los bienes de la Iglesia” y otro con el terrible título “La familia que roba a Dios no llega a la cuarta generación”.
El 22 de mayo el Parlamento aprueba la ley y solo falta la firma real para su entrada en vigor. Entonces Víctor Manuel II, que presume de católico, convoca una reunión de teólogos para decidir si la polémica ley debe ser aprobada. Pero los doctores en ciencias eclesiásticas son incapaces de oponerse a la voluntad del rey y dictaminan que el monarca puede en conciencia promulgar la ley.
Finalmente Víctor Manuel II firma la ley Ratazzi, que entra en vigor. 334 casas religiosas y 5406 personas son despojadas de sus derechos. La reacción del Papa Pío IX es tajante: Fulmina la excomunión mayor contra el gobierno de Víctor Manuel II y a su primer ministro el Conde de Cavour.
Víctor Manuel II murió en 1878. Le sucedió su hijo Humberto I que murió en 1900. La tercera generación fue el rey Víctor Manuel III que reinó hasta 1946. Su hijo Humberto II fue destronado para siempre y con él, la Casa de Saboya, en 1947. Era la cuarta generación.
En España pasó lo mismo. En 1836 la Reina Isabel II promulgó la ley de “desamortización” del ministro Mendizabal, similar a la ley Ratazzi italiana. Isabel II fue destronada en 1868 por la llamada “revolución gloriosa”, el golpe de estado militar progresista encabezado por el general Prim. Pero en 1875 los Borbones fueron restaurados en el trono en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Su hijo Alfonso XIII fue destronado a su vez en 1931; no se llegó pues a la cuarta generación desde Isabel II.
Como es sabido, los Borbones volvieron a ser restaurados a la muerte del General Franco en 1975 en la persona de Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII, ¿Llegará la cuarta generación desde Juan Carlos I a reinar en España?
Volviendo al ejemplo italiano, fue especialmente terrible la muerte del primer ministro de Víctor Manuel II, el conde de Cavour. Pero eso queda para un futuro artículo.
Adelante la Fe (16/6/17)
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