por Juan Guaresti
El “lechu” Santiago Maldonado, caucásico con rastas, cuentan sus amigos del barrio en Buenos Aires (25 de Mayo), es “la mejor persona”; “Él respetaba la creencia del otro. Él miraba el interior”; “Era vegetariano”.
Recién “a fines de julio decide viajar a la localidad de Cushamen” tras recorrer “mochileando Argentina, Uruguay, Brasil y Chile”.
Tan sólo dos semanas antes de llegar a El Bolsón, fue fotografiado en Chile por su amigo tatuador Marcos Ampuero, quien explica que a Santiago se le iba a vencer la Visa por lo que no podía quedarse en Chile aunque quisiera. Cuenta que él (Santiago) nunca fue de tener mucha plata, pero que cada vez que podía hacía un poco de dinero para seguir viajando.
Quien haya ido a Epuyen; El Maiten; El Hoyo; El Bolsón; Esquel, sabe que Cushamen se encuentra inmerso en un destino recurrente de mochileros. Suficiente con informarse de la cantidad de campings que existen por la zona. También es sabido que hay viajeros que simpatizan con la causa mapuche con tal de acampar gratis en las plazas de Bolsón durante sus manifestaciones. Y también es sabido (según cuenta Marcos Ampuero, a La Nación) que, en Chile, Santiago acampó “como dos o tres” días protestando junto a unos pescadores.
Más allá de las intenciones de la RAM para con Maldonado, puede deducirse que los integrantes mapuches sabían perfectamente que él no iba a poder cruzar el río y escapar como ellos. A diferencia de ellos, el mochilero no tiene la destreza. Tampoco conoce el terreno; no conoce las tácticas evasivas mapuches; y no parece alguien acostumbrado a huir de gendarmería. “El lechuga” es un artesano de mochila. Haya sido por elección o por salvarse sus propios pellejos, parecería que los mapuches lo abandonaron ahí a que lo agarrasen los gendarmes (mucha fidelidad entre Maldonado y los mapuches no parecería haber).
Si entre quienes se da el conflicto la noche del 31 al 1 de agosto todos se conocen las caras, como dice Felipe Solá; entonces los gendarmes (que tienen a la RAM en la mira hace rato por disturbios), sabrían reconocer que el caucásico de rastas no es mapuche. Y, para torturarlo (como mucha de la audiencia de los medios lejanos a Cambiemos aseguran saber, porque temen) hay que verlo bien de cerca. ¿Por qué entonces estos gendarmes pensarían que un escarmiento (como sentencia Solá) con Maldonado como víctima ejemplar, sería efectivo para atemorizar a los revolucionarios (que “conocen” a Maldonado desde algún momento entre mediados del mes de Julio y la noche del 31)? ¿En qué podría amedrentar a la RAM que los gendarmes maten a un civil que desde los dos bandos saben que no pertenece a la resistencia? Sería para la RAM más bien puro “schadenfreude”; un espectáculo de comedia.
Pensar que “la orden vino de arriba” presenta la misma contradicción que Solá. Cualquier gendarme entrenado puede discernir a un artesano tatuado y con rastas aparecido hace menos de dos semanas, de un grupo de revolucionarios que hace tiempo se investiga. Si se lo confunde entre los revolucionarios es por elección propia, o por elección de RAM. Puede haber habido errores y quizás horrores en lo táctico; pero “si la orden vino de arriba”, raro que haya estado apuntada al “caucásico con rastas”. Lo cierto es que el civil no debió haber estado entre los revolucionarios.
Gustavo Vera publica un informe presentado por un desconocido (o hasta hoy mantenido en el anonimato), en el que se sostiene que en la noche del 31 de julio al 1 de agosto unos gendarmes ingresan en territorio Mapuche y se llevan a un caucásico con rastas. Ahí dice que lo golpean, lo dejan tirado en un unimog abierto, y muere de hipotermia. Relata Alconada Mon que el informe dice proceder de la Inteligencia, pero recalca que la Inteligencia lo niega; dice también que el informe viene con un sello policial, el cual la policía dice ser falso. Esto permite desconfiar de que el informe sea verídico, más allá del conocimiento de Vera. Vera desconoce el autor del informe, pero confía en su fuente.
Como Gustavo Vera (Legislador porteño por su propio partido Bien Común), está vinculado a F. Pocino (según Alconada Mon), y la AFI realizó espionaje ilegal a los mapuches durante el 2015; es de suponer que Pocino le brindó la información de los servicios.
Pocino, alta Inteligencia K, involucrado según Carrió en el caso Nisman, tiene motivos suficientes para querer desequilibrar al presente gobierno. Por su parte Vera, Director de la fundación La Alameda (que lucha contra la trata de personas; el trabajo esclavo; la explotación infantil; el proxenetismo y el narcotráfico), tiene al presidente de la Nación Argentina entre las cejas desde su campaña electoral.
Como la RAM no tiene nada que perder con la desaparición de Maldonado, ni tiene razones para haber generado algún tipo de apego con él (como máximo conocen al viajero hace unas dos semanas), es de suponer que lo que sea que se le ofreciese a cambio del favor de hacerlo desaparecer, podría ser recompensa suficiente. Motivos para un pacto de silencio con RAM tampoco son inimaginables. Parecería haberlos de sobra por parte de los máximos oponentes del presente gobierno. Todos ellos están hundiéndose en el mismo bote desde las últimas elecciones presidenciales.
Esto deja la posibilidad de otra especulación que (al igual que “Macri es dictadura”, “Macri lo mandó a matar”), no tiene la seriedad de ser considerada hipótesis. Mucho menos la “única hipótesis posible” (como la imaginaria que tienen por himno y fe algunos medios masivos):
Los mapuches de la RAM (apretados o premiados) generan el disturbio, los gendarmes reprimen, los gendarmes se van, los mapuches hacen desaparecer a Santiago. Luego Pocino hace aparecer por medio de Vera el informe trucho que complica a gendarmería. Una vez hecho esto se encargan Gils Carbó y Silvina Ávila de elaborar el caso de “desaparición forzada”, burlando a la justicia y a la prensa, sembrando pánico entre la confusión, a fin de desestabilizar al presente gobierno y adjudicar legitimidad a todo el aparato del gobierno anterior (reafirmando la importancia de su misión política tan movilizadora en “la lucha por los derechos humanos”). Todo esto pudo haber sido meticulosamente planeado.
Lección para la opinión pública (y para el autor Vera): hablar de teorías conspirativas, argumentándolas basándose en información mediática, es especular. Por más convencido que uno esté, no es nada más que eso. Y generalmente es un disparate.
Si Santiago está vivo, como dicen los “testigos” que lo levantaron a dedo el 22 de agosto, él habría participado junto con los mapuches mínimamente en el crimen del corte de ruta. Tendría un serio problema de paranoia. Intentaría no decir su nombre, por miedo de que lo entregasen. Porque tal como relata el testigo antes de corregirse: “si sé quién es llamo a la policía… o pido ayuda”.
¿Qué interés podría tener un artesano mochilero en que lo hicieran aparecer en público a nivel internacional, para dar explicaciones de su accionar con la Resistencia Armada Mapuche (que él no integra) contra la Gendarmería y el Ejecutivo en boga? La testigo recuerda al artesano reiterar en el asiento trasero “yo voy por el camino con mi música” mientras, mentalmente ido, percute su artesanía. Probablemente haya tenido tanto interés por la moralidad de RAM como por la de los pescadores chilenos; donde, según cuenta el ya citado Marcos Ampuero, también acampó.
Que aparezca con vida. Que sepamos la verdad. Que se haga justicia.
Informadorpúblico.com • 20/09/2017 •
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