P. Dr. Javier Olivera Ravasi
Balance de la Controversia
El balance de este tipo de disputas públicas no suele ser fácil; especialmente porque, cuando el espíritu es el que litiga, la victoria o la derrota se miden por aproximación.
Sea como fuere y si nos atenemos a la historia, no fue el planteo de Las Casas el que salió vencedor, sino el de Sepúlveda. La propaganda, sin embargo, hará que el tiempo y la repetición rebuznante hagan decir lo contrario.
En cuanto a Carlos V, el gran emperador y responsable de la lid, quedó satisfecho con lo realizado, en especial porque pudo corroborar que muchas de las afirmaciones de Fray Bartolomé eran gratuitas[1]. Ni hacía falta entonces abandonar las Indias, ni España era una potencia genocida[2].
Las Casas, como podrá suponerse, no quedaría satisfecho con la derrota; al contrario: se preocupará incesantemente por mostrar su aparente victoria para la posteridad. Vale decir que en su tiempo nadie le creyó, ni siquiera el mismo Melchor Cano –partidario de Las Casas en la Controversia- que ni quiso publicar su dictamen, incluso pasados ya seis años del episodio, para no desprestigiar a la orden. Ante esto, Las Casas ya casi desesperado, publicaría entre 1552 y 1553 ocho de sus Tratados sin pedir para ello la autorización requerida a los Consejos reales, manteniéndose en sus trece hasta su muerte, en 1566[3].
En cuanto a los avatares históricos, la conquista, suspendida momentáneamente durante la Controversia, se retomará:
“La Instrucción sobre las conquistas promulgada por Felipe II en 1556 es absolutamente opuesta a este rechazo lascasiano (al de abandonar las Indias). Por el contrario, asegura la realización de la última de las exigencias formuladas por Sepúlveda: someter a los indios para ‘abrir el camino de la propagación de la fe cristiana y facilitar la tarea de los predicadores’. Efectivamente, en dicha Instrucción se lee: ‘Si, entre los dichos Indios hubiere personas que impidan que oigan nuestra doctrina [de evangelización] ni se conviertan, y traten mal a los que lo hicieren, preveeréis cómo sean castigados y oprimidos [reducidos], de manera que no sean parte para hacerlo. Y, si fueren señores, dando orden que se les quite la autoridad y mando y dominio que tuvieren para hacerlo (capítulo 4). Otrosí, si los dichos naturales y señores de ellos no quisieren admitir a los religiosos predicadores, después de haberles dicho el intento que llevan […] y los hubieren requerido muchas veces que los dejen entrar a predicar y a manifestar la palabra de Dios, los dichos religiosos y españoles podrán entrar en la dicha tierra y provincia con mano armada, y sujetarlos y traerlos a nuestra obediencia (capitulo 19)”[4].
Las conclusiones no terminaron en Valladolid, sino que pasaron a las conciencias y a la práctica efectiva, especialmente, luego de la publicación del Confesionario del dominico Jerónimo de Loaisa (publicado en 1560 y ratificado por el Concilio peruano en 1567). Encomenderos, conquistadores y españoles de a pie “movidos por la equidad del mismo y por sus propios remordimientos, se dispusieron a llevar a cabo por sí mismos las restituciones exigidas” y “un gran número de ellos devolvieron bienes importantes y sumas muy sustanciosas a los indios, llegando incluso a hacer de ellos sus herederos universales”[5].
El examen de conciencia político había servido, porque todavía eran tiempos en que se creía en la condenación o la salvación.
* * *
Pasados ya casi quinientos años de este episodio singular hoy casi nadie sabe de su existencia. Quien pase alguna vez por el convento de San Gregorio, en Valladolid, intente recordar que España fue una vez allí a confesarse o a consultar problemas de conciencia.
Y no sólo oyó el ego te absolvo, sino que habrá oído también la voz del Señor que le decía: ite et docete.
Que no te la cuenten…
P. Dr. Javier Olivera Ravasi
[1] Cfr. ibídem, 222.
[2] “Digo que para tener los Indios enteros y restaurarse en sus humanas y temporales policías [civilizaciones], no había de quedar hombre español en las Indias […]. Afirmo delante de Jesucristo ser necesario […] echarlos todos de ellas, si no fueran algunos escogidos para que recibieran los Indios la Fe” (ibídem, 223).
[3] Al Papa San Pío V escribirá una carta donde le pedirá que “mande [a los obispos] que en ninguna manera acepten las tales dignidades si el Rey y su Consejo no les dieren favor y desarraigaren tantas tiranías y opresiones” (ibídem, 226).
[4]Ibídem, 231.
[5]Ibídem, 245.
En cuanto a Carlos V, el gran emperador y responsable de la lid, quedó satisfecho con lo realizado, en especial porque pudo corroborar que muchas de las afirmaciones de Fray Bartolomé eran gratuitas[1]. Ni hacía falta entonces abandonar las Indias, ni España era una potencia genocida[2].
Las Casas, como podrá suponerse, no quedaría satisfecho con la derrota; al contrario: se preocupará incesantemente por mostrar su aparente victoria para la posteridad. Vale decir que en su tiempo nadie le creyó, ni siquiera el mismo Melchor Cano –partidario de Las Casas en la Controversia- que ni quiso publicar su dictamen, incluso pasados ya seis años del episodio, para no desprestigiar a la orden. Ante esto, Las Casas ya casi desesperado, publicaría entre 1552 y 1553 ocho de sus Tratados sin pedir para ello la autorización requerida a los Consejos reales, manteniéndose en sus trece hasta su muerte, en 1566[3].
En cuanto a los avatares históricos, la conquista, suspendida momentáneamente durante la Controversia, se retomará:
“La Instrucción sobre las conquistas promulgada por Felipe II en 1556 es absolutamente opuesta a este rechazo lascasiano (al de abandonar las Indias). Por el contrario, asegura la realización de la última de las exigencias formuladas por Sepúlveda: someter a los indios para ‘abrir el camino de la propagación de la fe cristiana y facilitar la tarea de los predicadores’. Efectivamente, en dicha Instrucción se lee: ‘Si, entre los dichos Indios hubiere personas que impidan que oigan nuestra doctrina [de evangelización] ni se conviertan, y traten mal a los que lo hicieren, preveeréis cómo sean castigados y oprimidos [reducidos], de manera que no sean parte para hacerlo. Y, si fueren señores, dando orden que se les quite la autoridad y mando y dominio que tuvieren para hacerlo (capítulo 4). Otrosí, si los dichos naturales y señores de ellos no quisieren admitir a los religiosos predicadores, después de haberles dicho el intento que llevan […] y los hubieren requerido muchas veces que los dejen entrar a predicar y a manifestar la palabra de Dios, los dichos religiosos y españoles podrán entrar en la dicha tierra y provincia con mano armada, y sujetarlos y traerlos a nuestra obediencia (capitulo 19)”[4].
Las conclusiones no terminaron en Valladolid, sino que pasaron a las conciencias y a la práctica efectiva, especialmente, luego de la publicación del Confesionario del dominico Jerónimo de Loaisa (publicado en 1560 y ratificado por el Concilio peruano en 1567). Encomenderos, conquistadores y españoles de a pie “movidos por la equidad del mismo y por sus propios remordimientos, se dispusieron a llevar a cabo por sí mismos las restituciones exigidas” y “un gran número de ellos devolvieron bienes importantes y sumas muy sustanciosas a los indios, llegando incluso a hacer de ellos sus herederos universales”[5].
El examen de conciencia político había servido, porque todavía eran tiempos en que se creía en la condenación o la salvación.
* * *
Pasados ya casi quinientos años de este episodio singular hoy casi nadie sabe de su existencia. Quien pase alguna vez por el convento de San Gregorio, en Valladolid, intente recordar que España fue una vez allí a confesarse o a consultar problemas de conciencia.
Y no sólo oyó el ego te absolvo, sino que habrá oído también la voz del Señor que le decía: ite et docete.
Que no te la cuenten…
P. Dr. Javier Olivera Ravasi
[1] Cfr. ibídem, 222.
[2] “Digo que para tener los Indios enteros y restaurarse en sus humanas y temporales policías [civilizaciones], no había de quedar hombre español en las Indias […]. Afirmo delante de Jesucristo ser necesario […] echarlos todos de ellas, si no fueran algunos escogidos para que recibieran los Indios la Fe” (ibídem, 223).
[3] Al Papa San Pío V escribirá una carta donde le pedirá que “mande [a los obispos] que en ninguna manera acepten las tales dignidades si el Rey y su Consejo no les dieren favor y desarraigaren tantas tiranías y opresiones” (ibídem, 226).
[4]Ibídem, 231.
[5]Ibídem, 245.
Que No Te La Cuenten octubre 10, 2017
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