por el Cngo Ricardo B. Mazza.
“Dios es fiel, y El no permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la tentación, les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla” (I Cor.10, 13).
1.-El obrar sutil del padre de la mentira
Descubrir el engaño permanente bajo el que nos quiere someter el demonio es tarea propia de quienes desde la fe aspiramos a vivir según Cristo.
El demonio es tan engañoso que se presenta incluso bajo la apariencia de bien, “sub angelo lucis”, como ángel de la luz, enseña San Ignacio.
El Santo de Loyola supo plasmar su propia experiencia en las llamadas reglas para conocer los diversos espíritus que laboran a nuestro alrededor.
Y así en la cuarta regla afirma: “La quarta: propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, entrar con la ánima devota, y salir consigo; es a saber, traer pensamientos buenos y sanctos conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse trayendo a la ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones”. (Ejercicios espirituales -Reglas de discernimiento de la segunda semana).
O sea que muchas veces nos tienta con algo aparentemente superior o bueno pero que en realidad no responde a la voluntad de Dios y lo que comienza como algo bueno concluye malamente, descubriéndose la presencia del tentador.
San Juan María Vianney, cura de Ars, se vio tentado de este modo por el demonio quien le sugería que debía dejar el curato para recluirse a la vida monástica. Fueron sus fieles quienes se opusieron a esa tentación impidiendo que abandonara su misión de párroco.
De paso nótese cómo Dios actúa muchas veces a través de la comunidad, de los hermanos en Cristo, que con sus consejos pueden iluminar a otros cuando de tomar decisiones se trata.
En realidad, el diablo no quería la perfección del cura de Ars, sino impedirle su dedicación al sacramento de la reconciliación durante largas horas, ya que por este medio alejaba a muchas personas de su influjo.
Recuérdese cómo el diablo sometía a azotes al cura de Ars, -se conservan todavía signos de ello en la humilde habitación del sacerdote- o a algunos signos de infestación como ruidos de cadenas, puertas que se golpean sin cesar, u otras señales que anticipaban la llegada al sacramento de la reconciliación de algún penitente con frondoso prontuario.
De allí la necesidad de estar siempre alertas para descubrir la sugestión del primer mentiroso que busca siempre conquistar nuestro corazón, siendo la mentira personal o institucionalizada, una señal inequívoca de su presencia.
2.- No tentarás al Señor tu Dios
Siguiendo con esta línea argumental, vemos cómo el demonio tienta incluso valiéndose de la manipulación de textos bíblicos.
De hecho, cuántas veces aparecen defensores de cosas que no son ciertas fundándose en textos bíblicos aislados no tomados en su conjunto.
Y así le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4, 6 y 7).
Justamente el demonio nos convence que podemos tentar a Dios, y así el hombre ensoberbecido por su pretendido propio poder y creyendo que Dios le evitará todos los males, realiza acciones atolondradas que pretenden la intervención divina para evitar las consecuencias negativas.
Piénsese por ejemplo cuando algunos conductores transitan alocadamente por las rutas sin pensar en los demás. De hecho la mayoría de los accidentes y muerte provocada a inocentes, tienen como causa a aquellos que tientan a Dios confiando en que la suerte les sonríe o que pueden zafar de cualquier situación gracias a la protección divina.
El ser humano sigue obstinado en destruir la naturaleza, ¿no está tentando a Dios?
La aparición futura de grandes extensiones de tierras destruidas por la siembra indiscriminada de soja, ¿será culpa de Dios también?
¿No es tentar a Dios esperar que Éste evite las inundaciones o grandes devastaciones causadas por una naturaleza herida de muerte por la irresponsabilidad humana?.
El libertinaje sexual que conduce a enfermedades venéreas, ¿no es tentar a Dios pretendiendo que El nos libre de las consecuencias de esas acciones?
¿No es tentar a Dios esperar que El resuelva los graves problemas de pobreza a pesar de la abundancia de bienes con que dotó a nuestra Patria, utilizados para el enriquecimiento de unos pocos en perjuicio de muchos?
¿No estamos tentando a Dios esperando todo de Él para cambiar un país que día a día se derrumba ante la mirada indiferente de la mayoría de la población?
¿No estamos tentando acaso a Dios transitando el constante camino de la improvisación, sin proyectos racionales que busquen la grandeza de los argentinos?
En definitiva, tentamos a Dios toda vez que pretendemos que Dios intervenga a cada momento para solucionar los problemas que nosotros mismos provocamos.
3.- Adorarás al Señor tu Dios
El uso de las personas como objeto de placer o de manipulación por parte del que tiene poder en la sociedad es algo corriente.
Cuando nos cansan, las tiramos como trastos viejos y corremos otra vez detrás de nuevos espejismos de felicidad
La idolatría del poder aparece como una tentación que golpea duramente al hombre: “Y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: “todo esto te daré si te postras y me adoras. Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a El sólo darás culto” (Mateo 4, 8-10).
Siempre existió la tentación de adorar y dar culto al poder ya sea político, económico, social, sindical.
La historia nos enseña cómo se ha buscado divinizar al hombre o a las estructuras. Piénsese en los emperadores romanos, por ejemplo, que aceptaban el culto a su persona.
Más cercano a nosotros, Hitler no sólo cultivó y consiguió un culto orientado a sí mismo sino también al Estado.
En la actualidad el culto idolátrico a Hitler y a todo lo que por él fue creado sigue intacto, aunque se simule lo contrario con alguna condenación esporádica.
En efecto, todo lo que sea uso y abuso de la persona humana se continúa practicando en las mutilaciones aprobadas por ley, el aborto, la eutanasia, en la discriminación de los seres humanos por su condición racial, social o religiosa, o en la experimentación sobre sus cuerpos.
¿Qué diferencia existe entre las matanzas cometidas por el sistema nazi y lo que se realiza en la actualidad? En rigor la diferencia consiste en que antes horrorizaban estos hechos, ahora en cambio se ha adormecido tanto la conciencia que se lo ve “como algo común” admitido por las asépticas leyes modernas.
Y lo más grave que todo esto se programa y desarrolla impunemente bajo la protección del “sistema democrático”.
Se rinde culto a este poder cuando se busca ir cambiando las estructuras sociales de modo que nos convirtamos en tiranía democrática, en la que nadie que piense distinto tiene cabida y donde se compran las conciencias de los formadores de opinión con prometedoras promesas de pingües ganancias.
Algunos miembros del poder judicial cuya misión es la realización del objeto de la virtud de la justicia que es el “ius”, esto es el derecho, lo debido, no sólo desconocen la majestad de la ley y sus preceptos, sino que cumplen con los mandatos del poder político ya sea por temor a perder sus cargos o su fama, o por dinero o por comodidad o por ideología.
El poder del dinero hace cambiar a la gente de un día para otro, y así en el mundo de la política se ha perdido toda conciencia y dignidad interesando sólo la fortuna o el poder que se pueda conseguir a través del servilismo más degradante.
Idolatría del dinero y del poder, donde la impunidad es patente, aunque en su seno se va gestando, -no sabemos el día y la hora de su cumplimiento- lo anunciado por el profeta Amós: “Por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará la orgía de los libertinos” (Amós 6,7).
El mundo nos presenta dioses o diosas que se nos van metiendo en la mente y en el corazón a quienes rendimos culto, logrando una sociedad más adormecida, más atontada, donde todo se deja pasar, todo parece ser lícito, aún aquello que degrada.
Los principios se venden al mejor postor rigiendo únicamente la apetencia de fáciles ganancias, y así se traicionan a Dios, a los ideales, a los amigos, o a la familia sirviendo sólo al dinero.
Sólo en la adoración y servicio al Dios verdadero se encuentra la integridad personal y el equilibrio necesario para no perecer sepultados bajo lo que nos denigra como hijos de Dios.
La invitación de adorar sólo al Señor colocándolo por encima de todo, libera al hombre de toda esclavitud.
La servidumbre y servicio al poder, en cambio, lo hemos conocido en la historia humana, sólo trae destrucción y muerte: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? (Mateo 16,26)
Volvamos a Cristo, que El nos enseñe en esta cuaresma cuál es el camino verdadero de la grandeza humana.
Publicado en http://ricardomazza.blogspot.com el sábado 1° de marzo de 2008.
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