lunes, 12 de marzo de 2018

Con la despenalización del aborto, Macri intenta complicar al PJ

por Carlos Tórtora
Si algo no es casual en el PRO es el manejo de su comunicación. Y el anuncio de que se pone en marcha la campaña por la triple reelección (de Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta) realizado en una cumbre partidaria, tiene un significado profundo.

 Es, sin duda, el reconocimiento indirecto -por parte del macrismo- de que la gravedad de la situación económica mal predispone a casi todo el electorado y que la solución es la ya clásica: volcar todo el peso del estado nacional (más los estados de Buenos Aires y la Capital) para imponer la triple reelección ante una oposición que recién empieza a tantear cómo hacer para unirse.

Ponerse a hacer campaña más de un año antes de las próximas PASO también implica para el macrismo renunciar a uno de sus postulados fundamentales, el que señala que lo importante es hacer gestión y no política electoral. O sea, la “vieja política”. En esto de abandonar sus principios sin inmutarse, el PRO está haciendo historia. Por la omisión del tema que hizo el presidente de la Nación en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias, tampoco piensa el gobierno en insistir con la reforma electoral. En este tema levantó dos banderas centrales: la boleta electrónica -vigente en Capital- y la eliminación de las PASO por su alto costo y poca efectividad ya que la gran mayoría de los partidos siguen presentándose con lista única. Pero el macrismo ya percibió claramente que le será muy difícil conseguir los dos tercios de votos en ambas cámaras necesarios para la reforma electoral. Pero la razón fundamental para dar un paso al costado es que las primarias actualmente vigentes son en realidad una poderosa arma para el que detenta el poder. Las razones son dos: las primarias duplican el costo de las elecciones y esto favorece al más rico, que es el que controla el estado. En segundo lugar y pensando que lo más probable es que Cambiemos obtenga la mayor cantidad de votos en las PASO, este triunfo sería usado por la aplastante propaganda oficialista para convencer a los votantes de que no tiene sentido votar en las generales a una oposición que ya “tiene la elección perdida”.

Jugando con fuego
En este movimiento de ir pisando el acelerador, Macri instaló el aborto para borrar la incipiente imagen de Hugo Moyano hablando ante 200.000 personas el 21F. Pero el debate sobre el aborto, que empezará el próximo 20 en las comisiones de diputados, podría convertirse en una trampa electoral para la oposición. La evaluación que harían los consultores del gobierno es que, presionados por la reciente movilización femenina del 8 M y por las que le seguirán, la mayor parte de los diputados terminen dándole media sanción al proyecto abortista. Pero en el Senado el panorama es inverso. Allí el justicialismo conserva la mayoría y una docena de provincias, sobre todo las del NOA, se caracterizan por la fuerte influencia de los obispos locales. La presión de éstos sobre los gobernadores y los senadores sería suficiente como para trabar la despenalización del aborto. De ocurrir esto, para el público mayoritariamente abortista de las grandes ciudades, el “culpable” de impedir la despenalización no sería otro que el peronismo.

Así las cosas, Cambiemos habría empujado al peronismo hacia posiciones conservadoras quedándose en cambio con las banderas progresistas que le facilitarían ganar en Capital, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos. De más está decir que, si esto ocurre, la grieta ideológica en el peronismo se profundizaría cada vez más.

A esto se le agrega que en diciembre Macri pretende salir catapultado de la reunión del G 20 como un estadista de nota, situación ideal para empezar una campaña por su reelección.

A todo esto, el próximo viernes en La Pedrera, Villa Mercedes, los hermanos Rodríguez Saá intentarán asumir el rol de reunificadores de un peronismo que todavía está lejos de poder firmar acuerdos de unidad. No obstante ello, el kirchnerismo -metido en una dura interna entre La Cámpora y los intendentes del Gran Buenos Aires- dará el presente. No así Sergio Massa, que evade cualquier intento de ser fagocitado por una nueva entente gerenciada en las sombras por CFK. Los intereses del PJ y de Cambiemos son exactamente inversos: la dirigencia del PJ necesita tiempo para reconfigurar su frente interno y el macrismo que las elecciones fueran el próximo domingo.

InformadorPúblico.com    • 11/03/2018 •

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