Hace algunos años, dando clases en un profesorado de
historia, una jovencita me presentó este resumen que ahora, con su
permiso, publico, un 18 de Julio, fecha del Alzamiento.
Es sencillo, breve, rudimentario, pero seguramente servirá para los españoles (tanto de la península como de ultramar) que recibimos un permanente golpetear de la historia oficial narrada por izquierdistas y liberales. Que no te la cuenten…P. Javier Olivera Ravasi
La Cruzada Española
Por Nahir Pasquier
La Cruzada Española, más conocida como “guerra civil”, azotó al pueblo español durante los años 1936 y 1939, culminando con la toma de poder por el Gral. Francisco Franco.
So pretexto de “Transición Democrática” se pretende no solo olvidar, sino distorsionar el pasado al gusto del gobierno de turno (¡oh! casualidad siempre son marxistas) mediante la propaganda mediática, que dialécticamente separa los “bandos” en bueno y víctimas y malos y represores, fascistas o reaccionarios. Tal es la versión e historia definitiva, que actualmente se aplica al tratamiento de cualquier suceso histórico sea la Guerra Cristera en México, la guerra de los ´70 en Argentina o la Cruzada Española.
Antes de ver el tema en sí, conviene conocer la “versión del enemigo” u oficial, la que se ve en la TV y la que se enseña en las altas Casas de Estudios. Esta dice más o menos así: “la guerra se libró entre el fascismo (derecha sanguinaria) y la democracia, habiendo el primero cometido todas las atrocidades que su nombre evoca. Las víctimas de los “fachos” (o “fachas”) serían simples obreros que reclamaban derechos laborales a través de sindicatos (anarquistas) a los cuales éstos masacraron, produciendo incluso el triple de victimas que el ejército del Frente Popular”[1].
Los republicanos son mostrados como inteligentes, letrados, gente reformista y moderada, en contraposición a los rudos y sanguinarios derechistas.
Situación española durante la década del ‘10 y ‘20
Gobernaba por ese entonces el Rey Alfonso XIII, quien, como dice Pemán, siendo cristiano de cuna, había recibido fuertemente el influjo de los liberales de la política. Estos funcionarios, tanto liberales como socialistas, cuestionando fuertemente las bases religiosas y culturales de España, habían emprendido una campaña destinada a borrar todo sesgo de tradición. Muy buen trabajo habían hecho, al menos en el círculo político, pues la corrupción de los gobernantes e instituciones, lentamente contagiaban al pueblo.
Con la I Guerra Mundial, había quedado al descubierto el fracaso mundial de las ideas liberales y demócratas: motivo de ensañamiento para los progresistas, pero de aliento y decisión para los conservadores[2].
En septiembre de 1923, tuvo lugar un levantamiento militar a cargo de Miguel Primo de Rivera, comandante de Cataluña. Con la anuencia del Rey de España, antes de que se declarase la república, se hace cargo del gobierno, quedando instaurada la dictadura de Primo de Rivera, con el explícito objetivo de salvar la Patria y la Monarquía de la corrupción política reinante. Al principio pareció como una solución “a la romana”, de carácter drástico pero pasajero, en una situación de crisis.
Secundaron a Primo de Rivera, el Gral. Sanjurjo, Capitán General de Zaragoza y Don Carlos Sotelo, doctrinario sólido del monarquismo tradicional español, lo que le costó el anuncio público de su posterior asesinato, que sería, años más tarde, uno de los detonantes inmediatos del levantamiento armado.
Tenía antecedentes para obrar del modo en que lo hacía. Siendo militar, había participado en la campaña de Cuba, Filipinas, Marruecos, y había llegado a ser gobernador militar de la provincia de Cádiz. Políticamente era un conservador. José Antonio, su hijo y fundador de la Falange española, no concordaba políticamente con su padre, sin embargo reconocía su patriotismo y espíritu monárquico.
Una las primeras medidas que tomó Primo de Rivera como política interna fue la represión del terrorismo, encabezado principalmente por grupos socialistas, el castigo especial a los que ostentasen banderas que no fueran la nacional, disminución de gastos públicos y realización de obras, supresión de partidos políticos y combate de las tendencias separatistas de algunas provincias españolas. Su principal lucha fue contra el separatismo, al punto de prohibir los idiomas regionales.
En política exterior, se destacó por llevar la guerra de Marruecos a la victoria. En ella, hubo generales que se destacaron muchísimo como Franco, Sanjurjo, Aranda, Mola, y que luego quedarían al frente de la Cruzada Española.
Presidió, al regresar a España, un movimiento llamado Unión Patriótica. Es aquí donde su suerte sufre un traspié debido a la oposición socialista, revitalizada cada vez más. Dos grupos surgen del seno opositor: Alianza Republicana y Acción Republicana, comandados y dirigidos por Azaña, quien tendría un gran papel en la persecución de la Iglesia Católica antes y después de la Cruzada.
La dictadura de Primo de Rivera se fue deteriorando en parte por deficiencias y debilidades propias, en parte por la presión externa que ejercían los grupos socialistas y liberales, dentro y fuera de España y que soportó por cuatro años.
Lo cierto es que la Dictadura cayó, y cuando lo hizo, Rivera fue calumniado. Fue en 1927, cuando al frente separatista y socialista, se le sumó uno nuevo: el sector de artillería de las Fuerzas Armadas, debiendo presentar su renuncia.
Le sucedió Berenguer, a quien sus sucesores atribuyen una Dictablanda como forma de gobierno, en oposición a la Dictadura. Es una forma burlona y grotesca de referirse al gobierno de aquel que quiere ser dictador pero no le da el cuero para hacerlo. Bajo este gobierno se acentuaron las facciones antimonárquicas.
Las sucesivas pujas entre las dos tendencias, constitucional, que proponía la vuelta a un sistema parecido al de Primo de Rivera, y republicano, provocó el triunfo de la segunda opción. En 1930 se reunieron en San Sebastián los republicanos y se comprometieron a llevar a cabo una acción revolucionaria con el apoyo de los sindicalistas.
Debido los levantamientos de anarquistas y sindicalistas, Berenguer se vio obligado a renunciar en el año ´31. Se convocó a elecciones y ganó la coalición socialista, presidida por Azaña. Aquí ocurre el episodio que marca un antes y un después en la vida política de España: se produce el fin de la monarquía y la proclamación de la Republica, el 14 de abril de 1931, fecha de celebración para marxistas y masones. La monarquía tenía muchos defectos pero no era una institución en manos de un anticatólico, a diferencia de la República.
2° República y caída de la Monarquía
El primer ensayo de República lo hizo Alcalá – Zamora junto a su ministro de gobierno Mauras, ambos políticos derechistas, sin ninguna oposición real, salvo la de algunos comunistas extremistas.
La Republica duró cinco años antes de que estallase la guerra; fue una pesadilla para España y un verdadero suplicio para los católicos. Años caracterizados por la recensión económica, dialéctica clasista, una constitución laicista, masona y apóstata, y como corolario, abierta persecución a la Iglesia y a sus miembros.
Cada vez que se proclamó la Republica, ya sea en Francia o en México ocurrió lo mismo: se descargó una furia sobre la Religión que no dejó a los católicos más que la respuesta armada.
El plan de acción republicana, llevado a cabo sin asco contra la tradición milenaria de España por Azaña, Prieto y Caballero, contemplaba los siguientes puntos: acorralar a la Iglesia; expropiar sus bienes; sustraer los beneficios; desmantelar a las fuerzas armadas; perseguir a la nobleza por medio de la reforma agraria, que se sostuvo sobre la base de expropiación; fomentar las actividades anarquistas y los separatismos y las autonomías del nacionalismo vasco y Catalán, que desde la época de la Restauración pretendía la total separación de España.
Azaña consideraba desastrosa y anormal la historia de España y pretendía arrasar con la herencia de siglos: “Ninguna obra podemos fundar en las tradiciones españolas”, a las que comparaba con la sífilis. Se trataba de establecer una alianza entre lo que él llamaba la “inteligencia republicana” y “los gruesos batallones populares”, a fin de eliminar cualquier resistencia de derecha.
En 1931, el gobierno formado por socialistas y liberales sancionó la Constitución de lineamentos laicos, democráticos y separatistas. Esta era digna hija de la Revolución francesa, que aplicó las medidas constitucionales anticlericales so pretexto de salud pública.
La euforia ante esta medida provocó la quema de Iglesias, bibliotecas y Conventos por parte de grupos anarquistas, que ya anteriormente habían actuado del mismo modo, atribuyendo sus tropelías al pueblo, siendo esta vez la culminación de un proceso de demolición abierto meses atrás bajo la democracia liberal del primer presidente.
Dos años después, sancionó la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, donde entre otras cosas, prohibía la enseñanza a religiosos, incluso en sus mismos colegios (arts. 24, 25 y 30); se ponía fin al sostenimiento de los establecimientos religiosos por parte del Estado (arts. 10 y 11) y quedaba dictaminado que las autoridades eclesiásticas serian elegidas y nombradas por el Estado (art. 7).
El presidente, estaba empeñado en concretar un programa de demoliciones, especialmente contra la Iglesia, a costa de libertades como las de conciencia, expresión o asociación y pensaba hacer de los batallones sindicales, el instrumento de su plan.
Hubo intentos por tumbar la república antes de la guerra Civil, uno encabezado por Sanjurjo, debido a los males que comenzaban a vislumbrarse y por la restricción de los derechos de la Iglesia. Su golpe no fue monárquico, aunque sí estuvo respaldado por una buena parte de ellos, y su objetivo al parecer, habría sido reemplazar a Azaña por alguien más moderado. El levantamiento fracasó y fue condenado por las Cortes a cadena perpetua, salvándose de la pena de muerte. Muy cierto es que el sector monárquico, por su falta de liderazgo, tendía a su auto-demolición. Las izquierdas aprovecharon la fallida tentativa del ’32 y emprendieron una represión abusiva, deteniendo a militares derechistas y desarticulando sus organizaciones.
También la resistencia y los levantamientos provinieron de grupos anarquistas, porque acusaban a la república masónica-socialista de burguesa. La CNT-FAI, los grupos más importantes de izquierda, fueron un verdadero cáncer para la república esperando -al igual que los republicanos con ellos-, manipularlos al aprovechar sus debilidades para avanzar a su preciada revolución.
Pusieron en marcha un proceso de insurrecciones sucesivas, llamadas gimnasia revolucionaria, que con el tiempo se fue haciendo más visible, hasta culminar en el de Casas Viejas: levantamiento de mineros iniciado por la CNT reprimido violentamente por la Guardia de Asalto, creación de la Republica que suplantaba a la Guardia Civil (monárquica).
La supuesta bondad de los socialistas y anarquistas que abunda en las versiones de izquierda, es totalmente falsa: durante los cinco años que duró la Republica estos grupos lanzaron una insurrección armada que fracaso en toda España. Tampoco fueron populares, sino planificadas y orquestadas por el PSOE y la CNT como guerra civil[3]. Esta última debido a su carácter extremista, quedó reducida a ciertos focos, sin dejar de ser por ello, más peligrosa. Por otro lado, el PSOE era la facción izquierdista de la República, así como la CEDA era la derechista.
En realidad hacia tres tendencias revolucionarias en marcha, en colaboración y rivalidad simultánea: los anarquistas (CNT); los socialistas (PSOE) y el PCE (partido comunista español), más moderado que el resto.
Azaña deberá renunciar sucediéndole después Alcalá – Zamora. Para aumentar la confusión y el caos que existía, aparecerá un partido de derecha liberal dirigido por Gil Robles y comenzará, con su elección, el segundo período de la Republica, signado por la derecha capitalista.
Necesario es tener una imagen clara de los que eran los reformistas o republicanos: gente obtusa, ligera, sentimental y de poca chaveta, de inepcia e injusticia, sin saber argumentar… Estas expresiones corresponden a Azaña, quien se quejaba de los que lo rodeaban.
El primer bienio republicano terminó de forma diferente a la que había empezado: con un programa de derecha, habían llegado al poder Alcalá-Zamora y Mauras; sin embargo el predominio de las izquierdas alcanzado con velocidad, condujo a desvirtuar ese objetivo ya en la misma Constitución.
2° Período de la Republica
Con la I Guerra Mundial, había quedado al descubierto el fracaso mundial de las ideas liberales y demócratas: motivo de ensañamiento para los progresistas, pero de aliento y decisión para los conservadores[2].
En septiembre de 1923, tuvo lugar un levantamiento militar a cargo de Miguel Primo de Rivera, comandante de Cataluña. Con la anuencia del Rey de España, antes de que se declarase la república, se hace cargo del gobierno, quedando instaurada la dictadura de Primo de Rivera, con el explícito objetivo de salvar la Patria y la Monarquía de la corrupción política reinante. Al principio pareció como una solución “a la romana”, de carácter drástico pero pasajero, en una situación de crisis.
Secundaron a Primo de Rivera, el Gral. Sanjurjo, Capitán General de Zaragoza y Don Carlos Sotelo, doctrinario sólido del monarquismo tradicional español, lo que le costó el anuncio público de su posterior asesinato, que sería, años más tarde, uno de los detonantes inmediatos del levantamiento armado.
Tenía antecedentes para obrar del modo en que lo hacía. Siendo militar, había participado en la campaña de Cuba, Filipinas, Marruecos, y había llegado a ser gobernador militar de la provincia de Cádiz. Políticamente era un conservador. José Antonio, su hijo y fundador de la Falange española, no concordaba políticamente con su padre, sin embargo reconocía su patriotismo y espíritu monárquico.
Una las primeras medidas que tomó Primo de Rivera como política interna fue la represión del terrorismo, encabezado principalmente por grupos socialistas, el castigo especial a los que ostentasen banderas que no fueran la nacional, disminución de gastos públicos y realización de obras, supresión de partidos políticos y combate de las tendencias separatistas de algunas provincias españolas. Su principal lucha fue contra el separatismo, al punto de prohibir los idiomas regionales.
En política exterior, se destacó por llevar la guerra de Marruecos a la victoria. En ella, hubo generales que se destacaron muchísimo como Franco, Sanjurjo, Aranda, Mola, y que luego quedarían al frente de la Cruzada Española.
Presidió, al regresar a España, un movimiento llamado Unión Patriótica. Es aquí donde su suerte sufre un traspié debido a la oposición socialista, revitalizada cada vez más. Dos grupos surgen del seno opositor: Alianza Republicana y Acción Republicana, comandados y dirigidos por Azaña, quien tendría un gran papel en la persecución de la Iglesia Católica antes y después de la Cruzada.
La dictadura de Primo de Rivera se fue deteriorando en parte por deficiencias y debilidades propias, en parte por la presión externa que ejercían los grupos socialistas y liberales, dentro y fuera de España y que soportó por cuatro años.
Lo cierto es que la Dictadura cayó, y cuando lo hizo, Rivera fue calumniado. Fue en 1927, cuando al frente separatista y socialista, se le sumó uno nuevo: el sector de artillería de las Fuerzas Armadas, debiendo presentar su renuncia.
Le sucedió Berenguer, a quien sus sucesores atribuyen una Dictablanda como forma de gobierno, en oposición a la Dictadura. Es una forma burlona y grotesca de referirse al gobierno de aquel que quiere ser dictador pero no le da el cuero para hacerlo. Bajo este gobierno se acentuaron las facciones antimonárquicas.
Las sucesivas pujas entre las dos tendencias, constitucional, que proponía la vuelta a un sistema parecido al de Primo de Rivera, y republicano, provocó el triunfo de la segunda opción. En 1930 se reunieron en San Sebastián los republicanos y se comprometieron a llevar a cabo una acción revolucionaria con el apoyo de los sindicalistas.
Debido los levantamientos de anarquistas y sindicalistas, Berenguer se vio obligado a renunciar en el año ´31. Se convocó a elecciones y ganó la coalición socialista, presidida por Azaña. Aquí ocurre el episodio que marca un antes y un después en la vida política de España: se produce el fin de la monarquía y la proclamación de la Republica, el 14 de abril de 1931, fecha de celebración para marxistas y masones. La monarquía tenía muchos defectos pero no era una institución en manos de un anticatólico, a diferencia de la República.
2° República y caída de la Monarquía
El primer ensayo de República lo hizo Alcalá – Zamora junto a su ministro de gobierno Mauras, ambos políticos derechistas, sin ninguna oposición real, salvo la de algunos comunistas extremistas.
La Republica duró cinco años antes de que estallase la guerra; fue una pesadilla para España y un verdadero suplicio para los católicos. Años caracterizados por la recensión económica, dialéctica clasista, una constitución laicista, masona y apóstata, y como corolario, abierta persecución a la Iglesia y a sus miembros.
Cada vez que se proclamó la Republica, ya sea en Francia o en México ocurrió lo mismo: se descargó una furia sobre la Religión que no dejó a los católicos más que la respuesta armada.
El plan de acción republicana, llevado a cabo sin asco contra la tradición milenaria de España por Azaña, Prieto y Caballero, contemplaba los siguientes puntos: acorralar a la Iglesia; expropiar sus bienes; sustraer los beneficios; desmantelar a las fuerzas armadas; perseguir a la nobleza por medio de la reforma agraria, que se sostuvo sobre la base de expropiación; fomentar las actividades anarquistas y los separatismos y las autonomías del nacionalismo vasco y Catalán, que desde la época de la Restauración pretendía la total separación de España.
Azaña consideraba desastrosa y anormal la historia de España y pretendía arrasar con la herencia de siglos: “Ninguna obra podemos fundar en las tradiciones españolas”, a las que comparaba con la sífilis. Se trataba de establecer una alianza entre lo que él llamaba la “inteligencia republicana” y “los gruesos batallones populares”, a fin de eliminar cualquier resistencia de derecha.
En 1931, el gobierno formado por socialistas y liberales sancionó la Constitución de lineamentos laicos, democráticos y separatistas. Esta era digna hija de la Revolución francesa, que aplicó las medidas constitucionales anticlericales so pretexto de salud pública.
La euforia ante esta medida provocó la quema de Iglesias, bibliotecas y Conventos por parte de grupos anarquistas, que ya anteriormente habían actuado del mismo modo, atribuyendo sus tropelías al pueblo, siendo esta vez la culminación de un proceso de demolición abierto meses atrás bajo la democracia liberal del primer presidente.
Dos años después, sancionó la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, donde entre otras cosas, prohibía la enseñanza a religiosos, incluso en sus mismos colegios (arts. 24, 25 y 30); se ponía fin al sostenimiento de los establecimientos religiosos por parte del Estado (arts. 10 y 11) y quedaba dictaminado que las autoridades eclesiásticas serian elegidas y nombradas por el Estado (art. 7).
El presidente, estaba empeñado en concretar un programa de demoliciones, especialmente contra la Iglesia, a costa de libertades como las de conciencia, expresión o asociación y pensaba hacer de los batallones sindicales, el instrumento de su plan.
Hubo intentos por tumbar la república antes de la guerra Civil, uno encabezado por Sanjurjo, debido a los males que comenzaban a vislumbrarse y por la restricción de los derechos de la Iglesia. Su golpe no fue monárquico, aunque sí estuvo respaldado por una buena parte de ellos, y su objetivo al parecer, habría sido reemplazar a Azaña por alguien más moderado. El levantamiento fracasó y fue condenado por las Cortes a cadena perpetua, salvándose de la pena de muerte. Muy cierto es que el sector monárquico, por su falta de liderazgo, tendía a su auto-demolición. Las izquierdas aprovecharon la fallida tentativa del ’32 y emprendieron una represión abusiva, deteniendo a militares derechistas y desarticulando sus organizaciones.
También la resistencia y los levantamientos provinieron de grupos anarquistas, porque acusaban a la república masónica-socialista de burguesa. La CNT-FAI, los grupos más importantes de izquierda, fueron un verdadero cáncer para la república esperando -al igual que los republicanos con ellos-, manipularlos al aprovechar sus debilidades para avanzar a su preciada revolución.
Pusieron en marcha un proceso de insurrecciones sucesivas, llamadas gimnasia revolucionaria, que con el tiempo se fue haciendo más visible, hasta culminar en el de Casas Viejas: levantamiento de mineros iniciado por la CNT reprimido violentamente por la Guardia de Asalto, creación de la Republica que suplantaba a la Guardia Civil (monárquica).
La supuesta bondad de los socialistas y anarquistas que abunda en las versiones de izquierda, es totalmente falsa: durante los cinco años que duró la Republica estos grupos lanzaron una insurrección armada que fracaso en toda España. Tampoco fueron populares, sino planificadas y orquestadas por el PSOE y la CNT como guerra civil[3]. Esta última debido a su carácter extremista, quedó reducida a ciertos focos, sin dejar de ser por ello, más peligrosa. Por otro lado, el PSOE era la facción izquierdista de la República, así como la CEDA era la derechista.
En realidad hacia tres tendencias revolucionarias en marcha, en colaboración y rivalidad simultánea: los anarquistas (CNT); los socialistas (PSOE) y el PCE (partido comunista español), más moderado que el resto.
Azaña deberá renunciar sucediéndole después Alcalá – Zamora. Para aumentar la confusión y el caos que existía, aparecerá un partido de derecha liberal dirigido por Gil Robles y comenzará, con su elección, el segundo período de la Republica, signado por la derecha capitalista.
Necesario es tener una imagen clara de los que eran los reformistas o republicanos: gente obtusa, ligera, sentimental y de poca chaveta, de inepcia e injusticia, sin saber argumentar… Estas expresiones corresponden a Azaña, quien se quejaba de los que lo rodeaban.
El primer bienio republicano terminó de forma diferente a la que había empezado: con un programa de derecha, habían llegado al poder Alcalá-Zamora y Mauras; sin embargo el predominio de las izquierdas alcanzado con velocidad, condujo a desvirtuar ese objetivo ya en la misma Constitución.
2° Período de la Republica
En las elecciones de 1933 triunfa la C.E.D.A., Confederación española de derechas autónomas, de claro corte liberal, organizado en el ‘33 por Gil Robles; sin embargo éste renunció a la dirección de la República, abriendo paso al partido radical de Lerroux, en espera de que se calmasen las reacciones de izquierda.
Todas las fuerzas marxistas (principalmente y unidas bajo el PSOE, partido socialista obrero español) se aglutinaron y se levantaron contra el gobierno. El más importante de los levantamientos fue el de Asturias en 1934, donde los anarco-marxistas destruyeron y tomaron la ciudad que luego tuvo que ser reconquistada por el Ejército Nacional al mando de Mola y Franco. Fueron destruidos todos los elementos católicos: parroquias, conventos, Iglesias, pinturas, y fue aquí también donde tuvo lugar el martirio de San Héctor Valdivieso[4], primer santo argentino. Es necesario destacar, que este tipo de levantamientos produjo desastres, culturalmente hablando: obras de arte, literatura y música fueron aniquiladas so pretexto de la “república democrática”.
Ante los diferentes fracasos, el PSOE lanzó una campaña masiva de denuncia de la represión feroz realizada por el gobierno.
Los bandos, en 1934 se iban claramente delimitando: por un lado estaban los republicanos, de izquierda y derecha, pero convergentes en el anticatolicismo, antimonárquicos, antitradicionalistas y la prédica separatista; por otro lado los monárquicos, partidarios de Primo de Rivera o de Alfonso XIII; aparte estaban los anarco-marxistas, más ensañados y extremistas; los carlistas, partidarios de la Monarquía Tradicional (no estaban a favor de Alfonso XIII)…
Aparecerá también, para sumar contingentes, el movimiento patriótico Español, cuya cabeza será José Antonio Primo de Rivera, creador de la Falange, cuyo objetivo era aunar en un movimiento político la línea horizontal de los héroes y la vertical de los santos, en defensa de la Patria y la Religión Católica. Este no será el único grupo que se oponga a la confusión política, pero sí el más importante; estarán también las J.O.N.S (Juntas ofensivas nacional sindicalistas) lideradas por Antonio Ledesma, aliadas de José Antonio.
Debido a la disparidad de bandos y formas de concebir la República, naturalmente los disturbios y rencillas entre los diferentes partidos, llevará a la eliminación (muerte física o exilio) de los moderados, quedando en el bando republicano los extremistas que terminarían la guerra.
Elecciones de 1936 y estallido de la guerra
Todas las fuerzas marxistas (principalmente y unidas bajo el PSOE, partido socialista obrero español) se aglutinaron y se levantaron contra el gobierno. El más importante de los levantamientos fue el de Asturias en 1934, donde los anarco-marxistas destruyeron y tomaron la ciudad que luego tuvo que ser reconquistada por el Ejército Nacional al mando de Mola y Franco. Fueron destruidos todos los elementos católicos: parroquias, conventos, Iglesias, pinturas, y fue aquí también donde tuvo lugar el martirio de San Héctor Valdivieso[4], primer santo argentino. Es necesario destacar, que este tipo de levantamientos produjo desastres, culturalmente hablando: obras de arte, literatura y música fueron aniquiladas so pretexto de la “república democrática”.
Ante los diferentes fracasos, el PSOE lanzó una campaña masiva de denuncia de la represión feroz realizada por el gobierno.
Los bandos, en 1934 se iban claramente delimitando: por un lado estaban los republicanos, de izquierda y derecha, pero convergentes en el anticatolicismo, antimonárquicos, antitradicionalistas y la prédica separatista; por otro lado los monárquicos, partidarios de Primo de Rivera o de Alfonso XIII; aparte estaban los anarco-marxistas, más ensañados y extremistas; los carlistas, partidarios de la Monarquía Tradicional (no estaban a favor de Alfonso XIII)…
Aparecerá también, para sumar contingentes, el movimiento patriótico Español, cuya cabeza será José Antonio Primo de Rivera, creador de la Falange, cuyo objetivo era aunar en un movimiento político la línea horizontal de los héroes y la vertical de los santos, en defensa de la Patria y la Religión Católica. Este no será el único grupo que se oponga a la confusión política, pero sí el más importante; estarán también las J.O.N.S (Juntas ofensivas nacional sindicalistas) lideradas por Antonio Ledesma, aliadas de José Antonio.
Debido a la disparidad de bandos y formas de concebir la República, naturalmente los disturbios y rencillas entre los diferentes partidos, llevará a la eliminación (muerte física o exilio) de los moderados, quedando en el bando republicano los extremistas que terminarían la guerra.
Elecciones de 1936 y estallido de la guerra
En 1936, terminado el mandato de Lerroux, asumirá la nueva facción anticlerical, liberal y socialista liderada por Azaña, quien albergaba bajo su mando lo peor de España con el nombre de Frente Popular (las elecciones no fueron limpias). Esta nueva fuerza, como medida de gobierno reanudará la reforma agraria y modificará el ejército tradicional. Concedió amnistía a los presos políticos de octubre, exaltando como héroes a los insurrectos de Asturias y reponiéndolos en sus cargos (lo que en muchos casos significo el despido de empleados inocentes).
La situación venía agravándose desde el verano de 1933, cuando el PSOE impulso la preparación de una guerra civil para instaurar la dictadura del proletariado intentando, en octubre de 1934, el asalto a la Republica con el apoyo y participación de los nacionalistas (separatistas) catalanes, anarquistas, comunistas y políticos republicanos de izquierda.
El triunfo del Frente Popular vino acompañado de caos económico, paro masivo y estado de excepción permanente, con graves restricciones de los derechos ciudadanos. Un ejemplo, fue la clausura de los centros falangistas y el cierre de su periódico, Arriba, días después; el encarcelamiento de José Antonio y otros líderes.
Las Fuerzas Armadas Españolas comprendieron que había llegado la hora de reaccionar. Los dirigentes y encabezadores del movimiento pertenecían a la U.M.E. (Unión Militar Española), pero también se le unieron miembros de otras secciones del ejército.
El alzamiento se produjo el 18 de julio de 1936, inmediatamente después del asesinato de del Castillo y Calvo Sotelo, dos antirrepublicanos; uno de ellos, Calvo Sotelo, días antes había hablado en las Cortes denunciando la corrupción del gobierno y exigiendo el cumplimiento de la ley. El Gral. Mola, fue en principio el director de este proyecto, pero al morir en un accidente (Dios sabe lo que hace), el Gral. Francisco Franco quedó a cargo de las operaciones militares y luego políticas, al terminar la guerra.
El levantamiento estaba previsto como únicamente militar, sin embargo fueron acoplándose grupos civiles (Falange Española, Carlistas) que modificaron el genuino plan de acción trazado por sus idearios.
El primer levantamiento tuvo lugar en Morilla (África, por ser allí donde se encontraba la mejor facción del ejército) el 17 de julio, y desde allí se extendió. Y España quedó dividida en dos partes: una en mano de los “rojos” y otro en manos del Ejército Nacional que luchaba por reconquistar la otra parte de España. La zona Nacional cubría poco menos de la ciudad de España. Comenzó a internacionalizarse la guerra al irrumpir las famosas brigadas rojas pertenecientes a la URSS, asimismo las tropas alemanas e italianas fueron movilizadas apoyando al ejército Nacional.
En 1939, el Generalísimo, Franco, venció a los Rojos, reconquisto Madrid y recuperó España, gobernando hasta 1975, año de su muerte.
La persecución Religiosa en España: dos períodos
Es imposible al leer en los relatos y crónicas sobre la persecución, sin pensar en las dos ciudades que describe San Agustín o en las Dos Banderas de San Ignacio, viendo, por un lado el amor de los mártires y por otro la saña diabólica de los verdugos.
Podemos separar la persecución religiosa en tres períodos, de acuerdo al carácter que ésta tomó bajo los dos tipos de gobierno, liberal o marxista, y durante los enfrentamientos armados entre las dos tropas.
Período anticlerical: va de 1931 a 1933 y está signado por la legislación proveniente del gobierno de Azaña, donde la persecución tomó carácter legal con la Constitución de 1931 y la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas. Si bien abundaron las quemas de Iglesias por parte de grupos anarquistas, éstos no fueron reprimidos debidamente por el Estado, siendo esto uno de los motivos de la victoria de las derechas señalados por Pio Moa. Llamativo es el caso de las hermanas del Convento de la Visitación: estas monjitas fueron fusiladas e incendiado el convento en 1931. Cuando el presidente Azaña toma conocimiento de este hecho, exclamó: “Todos los conventos no valen la vida de la República”.
La Iglesia representaba un obstáculo para la instauración de los nuevos planes, por ser ella la principal depositaria y defensora de la Tradición Española, por ser ella precisamente, la Tradición.
Período Liberal: Va de 1933 a 1936. Fue el auge de las huelgas anarquistas y separatistas, siendo la de Asturias la más renombrada. Las pretensiones de un grupo de obreros miembros del PSOE, (que no reclamaban sus derechos laborales) de hacer de Asturias una república independiente a modo de una 2° Rusia.
Abundaron en esta etapa el arresto y asesinato de sacerdotes, religiosos y laicos católicos, incluso niños, justo con el estallido de bombas en las Iglesias y profanación de cementerios y tumbas.
Durante la Guerra: uno de cada cinco sacerdotes fue asesinado por las tropas del Frente Popular.
El episodio de los mártires de Barbastro es harto conocido: la mañana del 18 de julio, Barbastro vio sus calles cubiertas de obreros que se reunieron frente al ayuntamiento, quedado constituido el frente Rojo. Los días siguientes se fueron reuniendo los adictos del régimen. Tomaron prisioneros a los religiosos, 42 en total (dos se salvaron por ser argentinos, por miedo a tener complicaciones diplomáticas con nuestro país). En dos tandas consecutivas en 1936 fueron asesinados, según su edad (ninguno mayor de 25 años). Les ofrecieron perdonarle la vida si adherían al ejército rojo, pero todos se negaron.
En Valencia, también luego de haber comenzado la guerra, 246 mártires dieron su sangre por la Patria y la Iglesia, entre ellos, un monaguillo de 15 años, una embarazada, 9 amas de casa…
El alzamiento armado
La situación venía agravándose desde el verano de 1933, cuando el PSOE impulso la preparación de una guerra civil para instaurar la dictadura del proletariado intentando, en octubre de 1934, el asalto a la Republica con el apoyo y participación de los nacionalistas (separatistas) catalanes, anarquistas, comunistas y políticos republicanos de izquierda.
El triunfo del Frente Popular vino acompañado de caos económico, paro masivo y estado de excepción permanente, con graves restricciones de los derechos ciudadanos. Un ejemplo, fue la clausura de los centros falangistas y el cierre de su periódico, Arriba, días después; el encarcelamiento de José Antonio y otros líderes.
Las Fuerzas Armadas Españolas comprendieron que había llegado la hora de reaccionar. Los dirigentes y encabezadores del movimiento pertenecían a la U.M.E. (Unión Militar Española), pero también se le unieron miembros de otras secciones del ejército.
El alzamiento se produjo el 18 de julio de 1936, inmediatamente después del asesinato de del Castillo y Calvo Sotelo, dos antirrepublicanos; uno de ellos, Calvo Sotelo, días antes había hablado en las Cortes denunciando la corrupción del gobierno y exigiendo el cumplimiento de la ley. El Gral. Mola, fue en principio el director de este proyecto, pero al morir en un accidente (Dios sabe lo que hace), el Gral. Francisco Franco quedó a cargo de las operaciones militares y luego políticas, al terminar la guerra.
El levantamiento estaba previsto como únicamente militar, sin embargo fueron acoplándose grupos civiles (Falange Española, Carlistas) que modificaron el genuino plan de acción trazado por sus idearios.
El primer levantamiento tuvo lugar en Morilla (África, por ser allí donde se encontraba la mejor facción del ejército) el 17 de julio, y desde allí se extendió. Y España quedó dividida en dos partes: una en mano de los “rojos” y otro en manos del Ejército Nacional que luchaba por reconquistar la otra parte de España. La zona Nacional cubría poco menos de la ciudad de España. Comenzó a internacionalizarse la guerra al irrumpir las famosas brigadas rojas pertenecientes a la URSS, asimismo las tropas alemanas e italianas fueron movilizadas apoyando al ejército Nacional.
En 1939, el Generalísimo, Franco, venció a los Rojos, reconquisto Madrid y recuperó España, gobernando hasta 1975, año de su muerte.
La persecución Religiosa en España: dos períodos
Es imposible al leer en los relatos y crónicas sobre la persecución, sin pensar en las dos ciudades que describe San Agustín o en las Dos Banderas de San Ignacio, viendo, por un lado el amor de los mártires y por otro la saña diabólica de los verdugos.
Podemos separar la persecución religiosa en tres períodos, de acuerdo al carácter que ésta tomó bajo los dos tipos de gobierno, liberal o marxista, y durante los enfrentamientos armados entre las dos tropas.
Período anticlerical: va de 1931 a 1933 y está signado por la legislación proveniente del gobierno de Azaña, donde la persecución tomó carácter legal con la Constitución de 1931 y la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas. Si bien abundaron las quemas de Iglesias por parte de grupos anarquistas, éstos no fueron reprimidos debidamente por el Estado, siendo esto uno de los motivos de la victoria de las derechas señalados por Pio Moa. Llamativo es el caso de las hermanas del Convento de la Visitación: estas monjitas fueron fusiladas e incendiado el convento en 1931. Cuando el presidente Azaña toma conocimiento de este hecho, exclamó: “Todos los conventos no valen la vida de la República”.
La Iglesia representaba un obstáculo para la instauración de los nuevos planes, por ser ella la principal depositaria y defensora de la Tradición Española, por ser ella precisamente, la Tradición.
Período Liberal: Va de 1933 a 1936. Fue el auge de las huelgas anarquistas y separatistas, siendo la de Asturias la más renombrada. Las pretensiones de un grupo de obreros miembros del PSOE, (que no reclamaban sus derechos laborales) de hacer de Asturias una república independiente a modo de una 2° Rusia.
Abundaron en esta etapa el arresto y asesinato de sacerdotes, religiosos y laicos católicos, incluso niños, justo con el estallido de bombas en las Iglesias y profanación de cementerios y tumbas.
Durante la Guerra: uno de cada cinco sacerdotes fue asesinado por las tropas del Frente Popular.
El episodio de los mártires de Barbastro es harto conocido: la mañana del 18 de julio, Barbastro vio sus calles cubiertas de obreros que se reunieron frente al ayuntamiento, quedado constituido el frente Rojo. Los días siguientes se fueron reuniendo los adictos del régimen. Tomaron prisioneros a los religiosos, 42 en total (dos se salvaron por ser argentinos, por miedo a tener complicaciones diplomáticas con nuestro país). En dos tandas consecutivas en 1936 fueron asesinados, según su edad (ninguno mayor de 25 años). Les ofrecieron perdonarle la vida si adherían al ejército rojo, pero todos se negaron.
En Valencia, también luego de haber comenzado la guerra, 246 mártires dieron su sangre por la Patria y la Iglesia, entre ellos, un monaguillo de 15 años, una embarazada, 9 amas de casa…
El alzamiento armado
El día 17 de julio de 1936 llega a Toledo la noticia del alzamiento que se proclama el 18. En la Casa del Pueblo, se reúnen los principales grupos comunistas y republicanos para preparar las armas. Llega el 18 de Julio y desde Madrid se restringe el paso de armas al ejército Nacional a Franco o al Gral. Moscardó, por orden del Ministro de Guerra de los Rojos.
Cuando se anunció el bombardeo al Alcázar de Toledo[5], los civiles comenzaron a incorporarse a las filas de Moscardó, para ayudar a la defensa, llegando incluso con sus familias. El 21 de julio, el Capital Hidalgo, lee la declaración de guerra a la Republica, propiamente delante de la Casa del Pueblo.
Ese día hubo un primer bombardeo de papeles intimándolos a la rendición. También hubo un intento de tomar un hospital que fue rechazado por las tropas del Comandante Villalba. Después de este hecho, más jóvenes laicos se incorporaron a la defensa de Toledo.
La ciudad estaba rodeada de los Rojos, y particularmente el Alcázar rodeado e instigado por aire y subsuelo. El pueblo católico se refugió en el Alcázar, dejando todo y trasladando a los enfermos y lisiados, para preservarlo, símbolo del Imperio Español, incluso sabiendo que quedaban a merced de las tropas del Frente Popular.
El asedio era total: no tenían alimentos, no tenían armamentos, sin embargo el Alcázar no se rendía ni se iba a rendir. El peor padecimiento que tuvieron fue el ataque periodístico. Las únicas noticias que llegaban era que ellos se habían rendido por lo que se suscitaban dos problemas: no iban a recibir auxilio del Ejercito Nacional y las tropas se iban a desmoralizar, porque si caía el Alcázar caía el simbolismo de la defensa. Además, caía Toledo. Los marxistas lo sabían muy bien, de ahí su empeño en derribarlo. Con más razón se daban cuenta los nacionales que no se podía rendir.
Tenían que encontrar alguna estrategia para sobrevivir. El principal recurso fue matar a los animales que se encontraban allí; descubrieron que muy cerca del Alcázar había una despensa con sacos de trigo que llevándolos lentamente en expediciones nocturnas, fueron utilizados para hacer el pan como podían; confeccionaron un periódico local en el que se hacían copias para mantener informado a los voluntarios.
El 24 de agosto, ante la sorpresa de los refugiados, cayeron unos bultos sobre el Alcázar: eran cartas de Franco, alimentos y medicinas. Lo cierto es que el Alcázar no se rindió y volvió a flamear la bandera española en Toledo, luego de la reconquista.
Nahir Pasquier
[1] La costumbre izquierdista de multiplicar por diez o más las cifras reales se manifiesta muy a menudo como es el caso de los 30.000 desaparecidos – aparecidos” que no eran 30.000, en Argentina.
Cuando se anunció el bombardeo al Alcázar de Toledo[5], los civiles comenzaron a incorporarse a las filas de Moscardó, para ayudar a la defensa, llegando incluso con sus familias. El 21 de julio, el Capital Hidalgo, lee la declaración de guerra a la Republica, propiamente delante de la Casa del Pueblo.
Ese día hubo un primer bombardeo de papeles intimándolos a la rendición. También hubo un intento de tomar un hospital que fue rechazado por las tropas del Comandante Villalba. Después de este hecho, más jóvenes laicos se incorporaron a la defensa de Toledo.
La ciudad estaba rodeada de los Rojos, y particularmente el Alcázar rodeado e instigado por aire y subsuelo. El pueblo católico se refugió en el Alcázar, dejando todo y trasladando a los enfermos y lisiados, para preservarlo, símbolo del Imperio Español, incluso sabiendo que quedaban a merced de las tropas del Frente Popular.
El asedio era total: no tenían alimentos, no tenían armamentos, sin embargo el Alcázar no se rendía ni se iba a rendir. El peor padecimiento que tuvieron fue el ataque periodístico. Las únicas noticias que llegaban era que ellos se habían rendido por lo que se suscitaban dos problemas: no iban a recibir auxilio del Ejercito Nacional y las tropas se iban a desmoralizar, porque si caía el Alcázar caía el simbolismo de la defensa. Además, caía Toledo. Los marxistas lo sabían muy bien, de ahí su empeño en derribarlo. Con más razón se daban cuenta los nacionales que no se podía rendir.
Tenían que encontrar alguna estrategia para sobrevivir. El principal recurso fue matar a los animales que se encontraban allí; descubrieron que muy cerca del Alcázar había una despensa con sacos de trigo que llevándolos lentamente en expediciones nocturnas, fueron utilizados para hacer el pan como podían; confeccionaron un periódico local en el que se hacían copias para mantener informado a los voluntarios.
El 24 de agosto, ante la sorpresa de los refugiados, cayeron unos bultos sobre el Alcázar: eran cartas de Franco, alimentos y medicinas. Lo cierto es que el Alcázar no se rindió y volvió a flamear la bandera española en Toledo, luego de la reconquista.
Nahir Pasquier
[1] La costumbre izquierdista de multiplicar por diez o más las cifras reales se manifiesta muy a menudo como es el caso de los 30.000 desaparecidos – aparecidos” que no eran 30.000, en Argentina.
[2] Entiéndase conservadores del orden tradicional, religioso y monárquico de España. De ninguna manera se alude al conservadurismo moderno del orden liberal.
[3] El PSOE, era un sindicato marxista sindical que estaba enfrentado con la CNT (Conferencia Nacional del Trabajo) de corte anarquista. El primero era el arma de Azaña y la CNT, el palo en su rueda.
[4] “Hermandad de Defensores de Oviedo”.
[5] El Alcázar era el colegio militar español que funcionaba en ese edificio; es una Fortaleza Medieval que sirvió de Palacio Romano en el siglo III.
julio 18, 2018 Que No Te La Cuenten
julio 18, 2018 Que No Te La Cuenten
No hay comentarios:
Publicar un comentario