por Miguel Pastorino
En la victoria de Bolsonaro, los evangélicos son un factor cada vez más contemplado por los analistas sociales y políticos.
A raíz de lo sucedido en Brasil con la victoria de Jair Bolsonaro, que se impuso el pasado 7 de octubre en la primera vuelta (46,03%), muchos analistas sostuvieron que su oposición al aborto y la coincidencia en cuestiones morales con los intereses de los evangélicos más conservadores y movimientos provida (también católicos), le valió un apoyo significativo.
Aunque la relación entre evangélicos y política es bastante más compleja de lo que suele explicarse y no es la razón más importante de la victoria de Bolsonaro, es un factor cada vez más contemplado por los analistas sociales y políticos.
En Brasil la población evangélica se acerca a los 50 millones (25%), pero el mundo evangélico no es homogéneo, ni religiosa, ni moral, ni políticamente. Una de las figuras políticas destacadas de Brasil es Marina Silva, quien es de la Iglesia Asambleas de Dios (pentecostal) y es conocida por su discurso ecologista y feminista.
Sin embargo, líderes de otras iglesias pentecostales apoyan el discurso “ultraconservador” de Bolsonaro.
La Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD, “Pare de Sufrir”) que no es propiamente una Iglesia pentecostal, sino una poderosa denominación cuyo sincretismo religioso y métodos de proselitismo la hacen difícil de clasificar (¿secta?), ha dado su apoyo a Bolsonaro, pero no por razones ideológicas.
La IURD apoyó también a Lula (PT), a Dilma y a otros expresidentes de Brasil, porque siempre dio su apoyo a los que aseguraban la victoria, porque le interesa el poder y la influencia, no tanto la agenda moral o la ideología. En cambio, iglesias neopentecostales más conservadoras dieron su apoyo a Bolsonaro por la prioridad que dan a los valores de la defensa de la vida y la familia, contrarios al aborto y al matrimonio homosexual. En esta línea sucede algo similar en otros países de América Latina con los candidatos cuyo discurso sea provida. De hecho, sucedió lo mismo con Trump en Estados Unidos, ya que Clinton era sinónimo de apoyo al aborto.
José Luis Pérez Guadalupe, exministro del Interior en Perú, sociólogo, politólogo y teólogo católico, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en su nuevo libro “Evangélicos y poder en América Latina” (2018), junto a especialistas de diez países, da a conocer cómo se han transformado las relaciones entre el mundo evangélico-pentecostal y la política en el continente latinoamericano. Esta investigación aportará una mirada más honda y aguda sobre un fenómeno complejo y cambiante.
Pérez Guadalupe afirma que la razón por la que los evangélicos neopentecostales apoyan a diferentes candidatos, no es por afinidad ideológica, sino por los intereses morales de las iglesias: votan por el candidato que coincida con la agenda de su iglesia, independientemente de la ideología.
Según Pérez Guadalupe, las agrupaciones evangélicas neopentecostales se han convertido en efectivos grupos de presión social y los ejemplos de Perú y Colombia en cuestiones provida o de género, son claramente concluyentes. Si bien entiende que hay iglesias evangélicas con enfoques opuestos a las iglesias más conservadoras, lo cierto es que el discurso neoconservador coincide con las iglesias que convocan miles de fieles.
Aunque la relación entre evangélicos y política es bastante más compleja de lo que suele explicarse y no es la razón más importante de la victoria de Bolsonaro, es un factor cada vez más contemplado por los analistas sociales y políticos.
En Brasil la población evangélica se acerca a los 50 millones (25%), pero el mundo evangélico no es homogéneo, ni religiosa, ni moral, ni políticamente. Una de las figuras políticas destacadas de Brasil es Marina Silva, quien es de la Iglesia Asambleas de Dios (pentecostal) y es conocida por su discurso ecologista y feminista.
Sin embargo, líderes de otras iglesias pentecostales apoyan el discurso “ultraconservador” de Bolsonaro.
La Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD, “Pare de Sufrir”) que no es propiamente una Iglesia pentecostal, sino una poderosa denominación cuyo sincretismo religioso y métodos de proselitismo la hacen difícil de clasificar (¿secta?), ha dado su apoyo a Bolsonaro, pero no por razones ideológicas.
La IURD apoyó también a Lula (PT), a Dilma y a otros expresidentes de Brasil, porque siempre dio su apoyo a los que aseguraban la victoria, porque le interesa el poder y la influencia, no tanto la agenda moral o la ideología. En cambio, iglesias neopentecostales más conservadoras dieron su apoyo a Bolsonaro por la prioridad que dan a los valores de la defensa de la vida y la familia, contrarios al aborto y al matrimonio homosexual. En esta línea sucede algo similar en otros países de América Latina con los candidatos cuyo discurso sea provida. De hecho, sucedió lo mismo con Trump en Estados Unidos, ya que Clinton era sinónimo de apoyo al aborto.
José Luis Pérez Guadalupe, exministro del Interior en Perú, sociólogo, politólogo y teólogo católico, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en su nuevo libro “Evangélicos y poder en América Latina” (2018), junto a especialistas de diez países, da a conocer cómo se han transformado las relaciones entre el mundo evangélico-pentecostal y la política en el continente latinoamericano. Esta investigación aportará una mirada más honda y aguda sobre un fenómeno complejo y cambiante.
Pérez Guadalupe afirma que la razón por la que los evangélicos neopentecostales apoyan a diferentes candidatos, no es por afinidad ideológica, sino por los intereses morales de las iglesias: votan por el candidato que coincida con la agenda de su iglesia, independientemente de la ideología.
Según Pérez Guadalupe, las agrupaciones evangélicas neopentecostales se han convertido en efectivos grupos de presión social y los ejemplos de Perú y Colombia en cuestiones provida o de género, son claramente concluyentes. Si bien entiende que hay iglesias evangélicas con enfoques opuestos a las iglesias más conservadoras, lo cierto es que el discurso neoconservador coincide con las iglesias que convocan miles de fieles.
Dios señala al candidato
Si nos acercamos a la literatura neopentecostal y a sus discursos, desde hace no muchos años, en todo el continente latinoamericano, y en Brasil de modo muy particular, los fieles de las iglesias neopentecostales entienden que la voz del pastor es la voz de Dios, que es directamente iluminado en sus decisiones.
El autoritarismo de muchos de estos pastores somete a sus fieles en las decisiones más íntimas y personales, porque entienden que, si están “bajo obediencia”, Dios les bendice por hacer caso al pastor sin cuestionarle nada.
Muchos políticos ya se han dado cuenta que obtener el apoyo de un pastor neopentecostal con muchos fieles, que incluso llenan estadios, es igual a que el 100% de sus fieles los voten. Para la iglesia, si el pastor manifiesta que Dios ha elegido al candidato, es la persona señalada por el cielo para votar. No se duda de ello. En cambio, si un político se saca una foto con un obispo católico o con un pastor de una iglesia protestante histórica, eso no significa que sus fieles le den un solo voto.
En varios países los líderes religiosos de estas iglesias entienden que toda la comunidad debe ponerse al servicio de la causa del político de turno, porque lo incorporan al “Plan de Dios” y a la salvación del pueblo. Lo viven como una verdadera guerra espiritual contra los enemigos de la fe y dedican cultos enteros a orar por el candidato elegido por el pastor y a trabajar en su favor.
El pasado 29 de setiembre, en las más de 7.000 iglesias de “Pare de Sufrir” en todo Brasil, se hizo una oración de odio al Partido de los Trabajadores (PT) de Fernando Haddad porque se los considera “enemigos de la fe”. En cambio, Bolsonaro fue alabado en todos sus cultos como el hombre de Dios que va a salvar a Brasil de la perdición.
Si nos acercamos a la literatura neopentecostal y a sus discursos, desde hace no muchos años, en todo el continente latinoamericano, y en Brasil de modo muy particular, los fieles de las iglesias neopentecostales entienden que la voz del pastor es la voz de Dios, que es directamente iluminado en sus decisiones.
El autoritarismo de muchos de estos pastores somete a sus fieles en las decisiones más íntimas y personales, porque entienden que, si están “bajo obediencia”, Dios les bendice por hacer caso al pastor sin cuestionarle nada.
Muchos políticos ya se han dado cuenta que obtener el apoyo de un pastor neopentecostal con muchos fieles, que incluso llenan estadios, es igual a que el 100% de sus fieles los voten. Para la iglesia, si el pastor manifiesta que Dios ha elegido al candidato, es la persona señalada por el cielo para votar. No se duda de ello. En cambio, si un político se saca una foto con un obispo católico o con un pastor de una iglesia protestante histórica, eso no significa que sus fieles le den un solo voto.
En varios países los líderes religiosos de estas iglesias entienden que toda la comunidad debe ponerse al servicio de la causa del político de turno, porque lo incorporan al “Plan de Dios” y a la salvación del pueblo. Lo viven como una verdadera guerra espiritual contra los enemigos de la fe y dedican cultos enteros a orar por el candidato elegido por el pastor y a trabajar en su favor.
El pasado 29 de setiembre, en las más de 7.000 iglesias de “Pare de Sufrir” en todo Brasil, se hizo una oración de odio al Partido de los Trabajadores (PT) de Fernando Haddad porque se los considera “enemigos de la fe”. En cambio, Bolsonaro fue alabado en todos sus cultos como el hombre de Dios que va a salvar a Brasil de la perdición.
Comprender la variedad de iglesias
El cristianismo pentecostal no es un fenómeno homogéneo y normalmente se cometen injustas generalizaciones o simplificaciones de las relaciones entre fe y política por no comprender la diversidad de las formas de ser cristiano en América Latina, especialmente dentro del pentecostalismo.
De hecho, existen Iglesias institucionalizadas, activas en el diálogo ecuménico y con producción teológica, así como un pentecostalismo popular y de corte carismático, mientras nuevos grupos influidos por las “teologías de la prosperidad”, tienen cada vez más presencia en los medios de comunicación y ostentan su riqueza.
Existen teólogos pentecostales de la liberación, como también neoconservadores y fundamentalistas, hay pastores militando en política, pero los hay a su vez apolíticos.
Existen personas admirables por su trabajo apostólico y su compromiso social, pero los hay también manipuladores inigualables que montan un “show” de la fe y tienen denuncias como movimientos “sectarios”. Pero en toda su variedad lo que es innegable es que este tipo de cristianismo pentecostal es el que ha experimentado mayor desarrollo y expansión, al mismo tiempo que está transformando las relaciones entre fe y política en América Latina.
La idea extendida de que han venido todos desde Estados Unidos es equivocada, ya que, si bien hubo grandes oleadas misioneras hacia América Latina, también es cierto que hay movimientos pentecostales autóctonos que surgieron en Chile y Brasil en paralelo al surgimiento norteamericano de principios del siglo XX.
Por otra parte, a partir de los años 70 surgieron “iglesias” que con fachada pentecostal encubren verdaderos negocios y utilizan técnicas de manipulación psicológica con sus fieles explotándolos emocional y económicamente.
La mayoría de estos grupos adhieren a las teologías “de la prosperidad”, proponiendo hacer verdaderos negocios con Dios, y estafando a los fieles con la venta de milagros y predicando el “sacrificio” de sus bienes a favor de la Iglesia (siembra), so pena de no ser bendecidos. La mayoría de estos nuevos grupos se alejan doctrinalmente del cristianismo, con elementos sincréticos, y son duramente criticados por las iglesias pentecostales y evangélicas tradicionales.
Pentecostales y política
Como bien afirma Pérez Guadalupe, las Iglesias evangélicas pentecostales y gran parte del neopentecostalismo que apoyan candidatos puntuales en los diferentes países de América Latina, no adhieren a las ideologías o al partido en sí, sino que apoyan a aquellos candidatos cuyas propuestas defiendan la agenda moral de sus iglesias.
Claramente el éxito de Bolsonaro en Brasil no se debe directamente al apoyo evangélico, porque son muchos los factores que -según diversos analistas- explican lo sucedido en Brasil, desde el “voto castigo” por la corrupción de la izquierda, hasta la crisis de credibilidad en las instituciones. Pero el factor religioso es mucho más importante en el ámbito político de lo que se suele pensar, especialmente en los tiempos que corren.
El cristianismo pentecostal no es un fenómeno homogéneo y normalmente se cometen injustas generalizaciones o simplificaciones de las relaciones entre fe y política por no comprender la diversidad de las formas de ser cristiano en América Latina, especialmente dentro del pentecostalismo.
De hecho, existen Iglesias institucionalizadas, activas en el diálogo ecuménico y con producción teológica, así como un pentecostalismo popular y de corte carismático, mientras nuevos grupos influidos por las “teologías de la prosperidad”, tienen cada vez más presencia en los medios de comunicación y ostentan su riqueza.
Existen teólogos pentecostales de la liberación, como también neoconservadores y fundamentalistas, hay pastores militando en política, pero los hay a su vez apolíticos.
Existen personas admirables por su trabajo apostólico y su compromiso social, pero los hay también manipuladores inigualables que montan un “show” de la fe y tienen denuncias como movimientos “sectarios”. Pero en toda su variedad lo que es innegable es que este tipo de cristianismo pentecostal es el que ha experimentado mayor desarrollo y expansión, al mismo tiempo que está transformando las relaciones entre fe y política en América Latina.
La idea extendida de que han venido todos desde Estados Unidos es equivocada, ya que, si bien hubo grandes oleadas misioneras hacia América Latina, también es cierto que hay movimientos pentecostales autóctonos que surgieron en Chile y Brasil en paralelo al surgimiento norteamericano de principios del siglo XX.
Por otra parte, a partir de los años 70 surgieron “iglesias” que con fachada pentecostal encubren verdaderos negocios y utilizan técnicas de manipulación psicológica con sus fieles explotándolos emocional y económicamente.
La mayoría de estos grupos adhieren a las teologías “de la prosperidad”, proponiendo hacer verdaderos negocios con Dios, y estafando a los fieles con la venta de milagros y predicando el “sacrificio” de sus bienes a favor de la Iglesia (siembra), so pena de no ser bendecidos. La mayoría de estos nuevos grupos se alejan doctrinalmente del cristianismo, con elementos sincréticos, y son duramente criticados por las iglesias pentecostales y evangélicas tradicionales.
Pentecostales y política
Como bien afirma Pérez Guadalupe, las Iglesias evangélicas pentecostales y gran parte del neopentecostalismo que apoyan candidatos puntuales en los diferentes países de América Latina, no adhieren a las ideologías o al partido en sí, sino que apoyan a aquellos candidatos cuyas propuestas defiendan la agenda moral de sus iglesias.
Claramente el éxito de Bolsonaro en Brasil no se debe directamente al apoyo evangélico, porque son muchos los factores que -según diversos analistas- explican lo sucedido en Brasil, desde el “voto castigo” por la corrupción de la izquierda, hasta la crisis de credibilidad en las instituciones. Pero el factor religioso es mucho más importante en el ámbito político de lo que se suele pensar, especialmente en los tiempos que corren.
Oct 17, 2018 Aleteia
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