Desde el primer viaje de Colón estuvo presente en el designio de Isabel y Fernando la misión evangelizadora como política de estado. Imagen: Juan Cordero, «Cristóbal Colón en la Corte de los Reyes Católicos» (detalle, 1850).
por Germán
Masserdotti
En El fin evangelizador de España en América habíamos citado un texto de Jean Dumont en el cual el hispanista francés sostiene que “la monarquía española, por lo que se refiere a América, estaba revestida de poderes apostólicos por delegación o vicaría definitiva otorgada por Roma. Por tanto, era responsable ante ella misma de la evangelización y del gobierno cristiano de los indios” (El amanecer de los derechos del hombre).
A primera vista, podría parecer bastante anacrónico dedicar espacio a una realidad histórica como fue la de España como Monarquía Católica. El proceso de secularización en general y, en particular, en el ámbito político, no pareciera favorable para volver a un tema que, en las mentes de la mayoría, buena parte de los católicos incluidos, estaría “superado”.
¿Tendría sentido, en pleno siglo XXI, no solamente recordar sino, además, justificar la existencia y legitimidad de una “política de estado” como el que iniciaron Isabel y Fernando, los Reyes Católicos al dar cumplimiento a la manda del Papa Alejandro VI en la bula Inter caetera del 3 de mayo de 1493? “Os rogamos insistentemente en el Señor y afectuosamente os requerimos –afirma el Papa–, por el sacro bautismo en que os obligasteis a los mandatos apostólicos… para que, decidiéndoos a proseguir por completo semejante emprendida empresa… queráis y debáis conducir los pueblos que viven en tales islas a recibir la profesión católica”.
Nos parece que, además de tener sentido, hablar de España como Monarquía Católica revista una creciente actualidad.
“En una primera mirada general a la evangelización de América –sostiene José Capmany en su muy recomendable y bien escrito cuaderno Las Iglesias de España en la evangelización de América (BAC, Madrid, 1986)– descubrimos que se debió no sólo a los frailes, sacerdotes y predicadores de la fe, sino también a gobernantes, soldados y pobladores, así como al hecho del mestizaje y a la organización tanto civil como eclesiástica, bien ensambladas”. El mismo autor destaca que la historia “testifica hechos que traslucen desde el primer momento la preocupación misionera de los Reyes”. Las bulas alejandrinas “no fueron documentos para el archivo, sino que se tuvieron en cuenta siempre, como punto de partida, en los muchos problemas que se plantearon a la conciencia moral de los Reyes en el decurso de la historia americana, especialmente en el siglo XVI”.
Para los oídos y corazones postmodernos y postcristianos, lo dicho arriba podría resultar una “pieza de museo”. Esta idea, entre la ignorancia, el prejuicio y la descalificación, también podría estar presente en la inteligencia y en la palabra de una parte importante de los católicos que han renunciado a la (re)cristianización del orden temporal según el derecho natural y cristiano. Cuando no se lo olvida, al fin evangelizador de España en América se lo desnaturaliza o se lo subordina –dado que resulta un hecho innegable– a otro tipo de intereses de índole económica, política, etcétera.
Lo cierto es que, no obstante, las limitaciones de toda empresa en la que participan hombres pecadores, España como Monarquía Católica evangelizó y, por consiguiente, civilizó a los indios recientemente descubiertos, si utilizamos la expresión acuñada por el dominico Francisco de Vitoria, autor de dos relecciones teológicas sobre el tema indiano.
Con las debidas adaptaciones y correcciones de acuerdo a la realidad que iba descubriendo, España, a lo largo de tres siglos y algo más, adoptó y dio cumplimiento a una “política de estado” inspirada en el sentido misional católico mediante la cual forjó una Cristiandad en América –o varias, si se prefiere, dado que hubo más de un reino en el extenso territorio indiano–.
Un tema bastante olvidado es el de “reducción a la vida política” que obró España con los naturales de América. Recientemente, un autor que se ha ocupado de este tema es Sebastián Sánchez en el trabajo que expuso en las Primeras Jornadas de Historia del Derecho dedicadas al período hispánico (22-23-24 de agosto de 2021) y organizadas por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional del Noreste y las cuales adhirió la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina. El título del trabajo de Sánchez es La condición jurídica del aborigen y allí se detiene en exponer y analizar el concepto de “reducción a la vida política” en la obra del sacerdote jesuita José de Acosta (1540-1600), misionero en el Virreinato del Perú y autor, entre otras notables publicaciones, de De procuranda indorum salute.
El tema de la “reducción a la vida política” de los indios y otros vinculados merecerían un estudio más específico. En la presente nota, al menos, queda planteada la importancia de reconsiderar el carácter de Monarquía Católica de España y la vigencia que tiene en tiempos en los que campea un clima social, en particular cultural y político, deshumanizador porque, al fin de cuentas, ha desterrado al cristianismo de las leyes y de las costumbres. España como Monarquía Católica resulta un faro orientador para restablecer un orden social conforme al bien integral de todos los hombres.
Publicado en La Prensa.
ReL 30 octubre 2021
Cuando los gobernantes se dedican a exaltar el mal, a propagar el error, a saquear los bienes morales que constituyen la principal riqueza de un pueblo, es natural que acaben organizándose como bandas de ladrones, mientras el pueblo chapotea en la sentina de los vicios. Juan Manuel de Prada
sábado, 30 de octubre de 2021
España, Monarquía Católica
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