sábado, 15 de octubre de 2011

12 de Octubre: conquista y evangelización de América. (Parte II)


(AA) En este segunda nota se muestra que las tres imputaciones de la leyenda negra —genocidio, esclavitud e Inquisición— son falsas. Nos basamos en el libro de Anthony Esolen y José Javier Esparza titulado “Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental”.


La leyenda negra española en América

Hito políticamente correcto contra la civilización occidental: la «leyenda negra» española en América, que ha terminado calando incluso entre los propios españoles. En lo que concierne a la conquista y evangelización de América, la leyenda negra es especialmente atroz: España hizo un genocidio en América, redujo a los indios a la esclavitud, la Inquisición los torturó. ¿Qué hay de verdad y qué de mentira? Vamos a poner los puntos sobre las íes. Por supuesto que los españoles cometimos abusos: no vamos a cambiar una leyenda negra por una leyenda rosa. Pero debe quedarnos claro que las tres imputaciones de la leyenda negra —genocidio, esclavitud, Inquisición— son falsas.

1) Genocidio

Empecemos por el genocidio. La acusación dice así: los españoles exterminaron a decenas de millones de indios. Hay quien dice que hasta noventa millones: «El mayor genocidio de la historia». ¿En qué se basa esta acusación? En datos que proceden de la propia época. Luego veremos que son datos equivocados, pero durante mucho tiempo se consideraron indiscutibles. Uno, muy concreto, son los censos de población india realizados por los españoles en el siglo xvi, que reflejan una reducción brutal del número de nativos. Por ejemplo, los taínos de Santo Domingo pasaron de 1.100.000 en 1492 a apenas 10.000 en 1517. Es decir, en un cuarto de siglo había prácticamente desaparecido la población precolombina de Santo Domingo y las Antillas. ¡Un millón noventa mil muertos en sólo veinticinco años! Esas cifras se extrapolaron después al resto del continente. Sorprende que un número exiguo de españoles fuera capaz de matar a tanta gente en tan poco tiempo, pero, al fin y al cabo, hay un testimonio de la época que lo afirma con toda claridad: el del dominico Fray Bartolomé de las Casas, que contrapone la mansedumbre de los indios a la crueldad de los españoles.

Los reyes españoles, los primeros defensores de los Indios. Capítulo XII del testamento de Isabel la Católica: «Por cuanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas e tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro sexto de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir e traer los pueblos de ellas e los convertir a nuestra Santa Fe católica, e enviar a las dichas islas e tierra firme del mar Océano perlados e religiosos e clérigos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas en la Fe católica, e les enseñar e doctrinar buenas costumbres e poner en elfo la diligencia debida, según como más largamente en las Letras de la dicha concesión se contiene, por ende suplico al Rey, mi Señor, muy afectuosamente, e encargo e mando a la dicha Princesa mi hija e al dicho Principe su marido, que así lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, e non consientan e den lugar que los indios vecinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han recibido, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concesión nos es infundido e mandado».

Irrefutable, ¿no? Pues no. Primero, las cifras del genocidio son imposibles: ¿Noventa millones de muertos en un siglo y pico a manos de sólo 200.000 españoles? Eso cuadra mal. ¿Un millón de muertos en poco más de veinte años, en un solo sitio, las Antillas, y en el siglo xvi, a base de ballesta y arcabuz? Es impracticable, sobre todo si tenemos en cuenta que los Reyes Católicos habían dado órdenes muy estrictas de tratar bien a los indígenas. Por otro lado, ¿quién hizo el censo? ¿Son fiables esas cifras? Respecto a Las Casas, ¿por qué denuncia tantos crímenes y, sin embargo, nunca dice dónde ni cuándo se produjeron, como tampoco da el nombre del criminal? Y además, si esto pasó en América, ¿por qué no pasó en Filipinas, donde no hay noticia de genocidio alguno? Aún peor: Las Casas logró su objetivo y en 1547 la Corona prohibió el sistema de encomiendas, que según fray Bartolomé era la causa de las muertes, pero los indios siguieron muriendo. ¿Por qué? Nada encaja. Vamos a explicar lo que pasó de verdad.

Primero, los censos no valen. Eso lo ha defendido recientemente una norteamericana, Lynne Guitar, de la Universidad de Vanderbilt, que fue a Santo Domingo a estudiar la historia de los taínos y se quedó allí: hoy es profesora del Colegio Americano en Santo Domingo. Y la profesora Guitar descubrió que los censos no es que no sean fiables, sino, más aún, que son inútiles: cuando un indio se convertía al cristianismo y vivía como un español, o más aún si se mestizaba, dejaba de ser censado como indio y era inscrito como español. Y sí luego venía otro funcionario con distinto criterio, entonces volvía a ser inscrito como indio, y así hay casos de ingenios de azúcar donde los indios pasan de ser unos pocos cientos a ser 5.000 en sólo dos años. Para colmo, los encomenderos —los españoles que regentaban tierras y explotaciones— mentían en sus censos, porque preferían trabajar con negros, a los que podían esclavizar, que con indios, de manera que sistemáticamente ocultaban las cifras reales. Es decir que las cifras censales de los indios en América, en el siglo xvi, son papel mojado.

¿Mentía entonces fray Bartolomé al hablar de aquel exterminio? Quizá no a conciencia. Las Casas vio graves casos de crueldad. Y vio también muertos, muchos muertos. Era fácil conectar una cosa con otra. Pero hoy sabemos que la gran mayoría de aquellos muertos, que sin duda se contaron por cientos de miles —no por millones—, fueron causados por los virus, algo que ningún español del siglo xvi podía conocer. También sobre esto hay estudios incontestables. Desde muy pronto se pensó en la viruela; se sabe que hizo estragos en Tenochtitlán y después en Perú mucho antes de aquí llegaran los españoles. Estudios posteriores, como el del doctor Francisco Guerra, señalan sobre todo a la gripe porcina, la llamada «influenza suina». El hecho es que los indígenas americanos, que habían vivido siempre aislados del resto del mundo, recibieron de repente y en muy pocos años el impacto combinado de todos los agentes patógenos difundidos por los buques europeos, sus cargamentos, sus animales, sus pasajeros.

Hace poco, un investigador de la Universidad de Nueva York, Dean Snow, precisaba que la gran mortandad no tuvo lugar en el siglo xvi, sino después, cuando empezaron a llegar niños, es decir: tosferina, escarlatina, sarampión; fue letal. Del mismo modo que el primer establecimiento español en América, el fuerte Navidad, fue diezmado por las fiebres, así también los indios, en gigantescas proporciones, fueron diezmados por los virus. Virus que sus cuerpos desconocían y que no pudieron resistir. ¿Recordamos algún caso más reciente? Entre los años 1918 y 1919, la llamada «gripe española» causó la muerte de más de treinta millones de personas en todo el mundo. Lo de América no fue inusual De manera que hubo, sí, una mortalidad mayúscula de indios en América, pero no fue un genocidio. Un genocidio requiere que haya voluntad de exterminio. Eso no pasó en la América española. Y aunque hubo encomenderos brutales, no hubo genocidio. Quede claro.

2) Esclavitud

¿Hubo encomenderos brutales? Sí, y esto nos lleva al segundo punto de la leyenda negra, a la segunda acusación, que es la de la esclavitud: los españoles esclavizaron a los indios. Que también es falsa. ¿Por qué los españoles no podían esclavizar a los indios? Lo dijo la reina Isabel en su testamento: a los indios había que llevarles la fe y tratarlos como a cristianos. Por eso no se los podía esclavizar. Eso sí, pongámonos en la piel de cualquier español del siglo xvi que pasa a América: ha arriesgado su vida, ha conquistado tierras y se encuentra con que no puede tener esclavos. ¿Cómo que no? Todos tienen esclavos: los portugueses, los árabes; pronto los ingleses, los holandeses, los franceses. No valoramos suficientemente el enorme impacto psicológico que debió de ser aquella prohibición en una época donde la esclavitud seguía siendo una institución social vigente. Pero Carlos I lo subrayó con toda claridad en las Leyes de Indias: quedaba prohibido esclavizar a la población indígena.

Esas leyes no eran papel mojado. La crónica está plagada de casos en los que no sólo encomenderos, sino también funcionarios reales de alto nivel, fueron investigados por la justicia, apresados, conducidos a España, juzgados, encarcelados e incluso ejecutados por los abusos cometidos. La protección de los indios no era una mera declaración de intenciones. La pregunta, eso sí, es por qué tuvo que actuar tantas veces la justicia. Y es que a la gente de aquel tiempo debió de costarle mucho entender las normas sobre el particular. De hecho, toda la historia del siglo xvi en América puede escribirse como una pugna permanente entre quienes querían tratar a los indios como esclavos, que no fueron pocos, y quienes velaron continuamente para impedirlo. Y lo impidieron.

Los indios fueron sometidos a un régimen de servidumbre semejante al que se aplicaba en Europa. Un régimen verdaderamente durísimo, con jornadas eternas y una retribución miserable. Hoy nos parecería insoportable, y lo era: es difícil saber cuántos indios —seguramente, miles— murieron exhaustos en las encomiendas o, después, en las minas. Pero no eran esclavos: eran libres y podían disponer de sus vidas. Las leyes, año tras año, rey tras rey, lo garantizaron una y otra vez. Precisamente por eso comenzó la importación de esclavos negros, vendidos por los mercaderes árabes y por las tribus africanas. ¿Por qué no se podía esclavizar a los indios? Porque eran cristianos. ¿Lo eran? Esto nos lleva al tercer punto de la leyenda negra española en América: que la Inquisición torturó a los indios para convertirlos a la fe. Y también esto es falso.

3) Inquisición

La conversión de los indios fue obra, sobre todo, de misioneros franciscanos; luego —muy pronto— llegaron jesuitas y dominicos. Todos ellos nos han dejado testimonios elocuentes del aprecio en que tenían a los indios y de la facilidad con la que éstos se convirtieron. Es comprensible: las religiones amerindias estaban muy vinculadas a su orden político y social autóctono; cuando se derrumbó, la gran mayoría de los indios aceptó la fe cristiana sin gran esfuerzo, máxime desde el momento en que eso garantizaba, por ley, ser tratado como un hombre libre. Hubo muchos indios que siguieron cultivando ciertas prácticas tradicionales, sobre todo de tipo curativo o ritual, y la Iglesia, con frecuencia, hacía la vista gorda. Es curioso descubrir que, en estos casos de prácticas curativas según ritos indígenas, a quien se castigaba no era al indio, sino al español que se sometía a ellas. Por ejemplo, en 1624 la Inquisición procesó a un tal Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado de Coalcomán en Michoacán —un clérigo—, por «haberse curado con una india de sortilegios de hechicero».

La Inquisición, por supuesto, pasó a América, pero sus acciones no se dirigieron contra los indios, sino contra los mismos que la sufrían en Europa y que habían acudido al nuevo continente tratando de eludirla: los judíos —sobre todo, de origen portugués— y los protestantes, en general franceses u holandeses. Pero también contra cristianos viejos incursos en causas de blasfemia, clérigos de conducta escandalosa, etc.

Contra los indios actuó rarísimas veces. Uno de los casos más sonados fue el del cacique Don Carlos de Texcoco, hacia 1539, y la gravedad de la pena -la muerte- fue tan desmedida que escandalizó a la propia Inquisición. Fue precisamente este caso el que llevó a la Inquisición a prohibir expresamente que se hiciera nada contra los nativos. ¿Por qué? Porque eran «neófitos en la fe» y no tenía sentido exigirles ortodoxia. Y así lo estableció una instrucción del Santo Oficio firmada por don Carlos de Sigüenza: «Se os advierte que por virtud de nuestros poderes no habéis de proceder contra los indios del dicho vuestro distrito». O sea que la leyenda negra miente: la Inquisición prohibió perseguir a los indios.

Conclusiones

Esta es la realidad de la leyenda negra. No hubo genocidio en América: hubo una mortandad gigantesca por los virus que entraron en el continente; habrá casos de brutalidad y abusos de los españoles, pero no fueron la causa de la catástrofe demográfica, que por otra parte fue muy inferior a las cifras que habitualmente dan las terminales de lo políticamente correcto. Tampoco hubo esclavitud de indios en América: hubo un régimen de servidumbre muy duro, como el que había en Europa, que con ojos de hoy nos resulta intolerable; pero no hubo esclavitud. Ni la Inquisición, en fin, torturó a los indios: ella misma lo había prohibido. La leyenda negra española en América es falsa. No podemos evitar que otros la propaguen, pero los españoles debemos saber la verdad.

FUENTE: “Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental”, adaptación española basada en: The Politically Incorrect Guide to Western Civilization. Anthony Esolen y José Javier Esparza Torres. Ciudadela Libros, S. L. Madrid (2009). ISBN: 978-84-96836-56-3.

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