En la primera lectura del Profeta Isaías escuchamos: “Qué hermosos son los pasos sobre la montaña, del que trae la Buena Noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad”. Y en el Evangelio escuchamos a Jesús desde la montaña, desde el monte. Y El ha venido a traernos una Buena Noticia, a proclamar la paz, a anunciar la felicidad.
Y desde esa montaña nos indica el camino para esa felicidad, es un camino que cuesta entenderlo porque parece un camino al revés y sin embargo el Señor nos marca el rumbo mirando el fin: el que va por este camino es feliz, tarde o temprano, es feliz.
A veces uno se pregunta cómo puede ser feliz un pobre de corazón, porque su único tesoro es el reino de los cielos; a ése que tiene el corazón despojado, sin tanta chuchería mundana... a ése lo espera el reino de los cielos.
Cómo pueden ser felices los que lloran? Bienaventurados los que lloran, porque esos serán consolados. El que no sintió alguna vez en la vida la tristeza, la angustia, el dolor nunca va a conocer la caricia del consuelo; es tan linda la caricia del consuelo... Uno podría decir que una maldición, gitana o no gitana, que le puede desear a otro sería “Ojalá que no puedas llorar nunca”... pobre el hombre o la mujer que tenga el corazón de piedra y no pueda llorar, por eso felices los que lloran porque tienen capacidad de conmoverse, tienen capacidad de percibir desde su corazón, tanto dolor suelto, tanto dolor que tiene en su propia vida. Esos serán felices! porque serán consolados por la tierna mano del Padre Dios que los consuela y los acaricia.
Bienaventurados los pacientes! Nosotros que somos impacientes, nerviosos... que por cualquier cosa nos quejamos... Cuántas veces andamos a los gritos?? Bajemos el tono hacia la paciencia; nos impacientamos, cualquier cosa nos hace explotar, las exigencias... Miremos a esas mujeres que son madres, madrazas, buenas madres y miremos la paciencia que tienen para con sus hijos; como los van acompañando a lo largo de la vida. La paciencia frente al dolor... El que se pone nervioso por cualquier cosa termina con los cables pelados, ¿o no? Entonces no hay que ponerse nervioso. Además, el que está exigiendo, imponiéndose a los gritos o con nervios o con autoridad en el fondo se la creyó, que es el patrón del mundo y no es así; somos todos hijos de Dios.
Y por eso el Señor nos dice que el camino es el de la paciencia; es el camino que usó Jesús... el de la paciencia. Ya de chiquito, cuando era un niño de pecho tuvo que aguantar el destierro y después la calumnia, la difamación, la desinformación, de todos sus enemigos; tuvo que aguantar un tribunal injusto y se la bancó... Tuvo que aguantar la cruz y eso con amor. El Señor de la paciencia. Entonces Jesús nos dice: Felices los pacientes porque el que tenga paciencia va a heredar la tierra. Todos lo van a querer, todos lo van a amar, la paciencia del que escucha y del que aguanta porque para muchas cosas hay que tener aguante, ¿o no?
Felices los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados... Felices esos hombres y mujeres que no toleran una injusticia! Felices esos hombres y mujeres que no toleran que al hermano o a la hermana le hagan una injusticia, que le roben la vida, que lo sometan, que lo esclavicen. Felices! porque serán saciados de una gran justicia: la justicia que sólo viene de Dios.
Y ésta es la más linda o por lo menos es la que mas me gusta a mí... Será porque como soy muy pecador es la que mas necesito.
Felices los misericordiosos porque obtendrán misericordia. Feliz aquel que sabe perdonar, que tiene misericordia para los demás, que no anda condenando a cada rato a todo el mundo. Todos nosotros necesitamos que Dios nos tenga misericordia y por eso lo pedimos al comenzar la misa: “Señor ten piedad de nosotros”. Tené misericordia de nosotros porque todos tenemos fallas y necesitamos que El nos perdone... pero si nosotros no la tenemos con los demás no seremos felices! Abramos nuestros corazones a la misericordia de Dios o al revés, abrimos nuestro corazón porque nos damos cuenta de toda la misericordia que Dios tiene con nosotros. Le decimos continuamente: Perdoná nuestras ofensas, en el Padre Nuestro... pero no solo eso... sino que además decimos “Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Esa es la misericordia.... pero Padre… si uno va por este camino ¿juega a perdedor? El cristiano juega a perdedor! ¿Está claro eso? Acá no venimos ni para trepar, ni para acomodarnos ni para tener grandes fortunas sino que venimos para seguir a Jesús. Y El jugó a perdedor para ganar después en la resurrección, en la vida eterna; el camino de la misericordia, el camino del perdón, de hacerse el distraído frente al camino de las ofensas y no el de la venganza...
Felices los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios.... Vieron que hay gente que siempre está armando líos, siempre está llevando cuentos. Yo no sé si esto pasa acá pero vieron que hay gente que se la pasa llevando chismes de un lado a otro y esos no siembran paz. Siembran cizaña: son cizañeros. Esos no pueden ser felices. Los que siembran paz, son misericordiosos y pacientes serán llamados hijos de Dios. Porque nuestro Dios siembra paz; sembró a su Hijo entre nosotros que nos dio la paz!
Por este camino vamos a tener la felicidad, y podríamos seguir.
Pero quiero retomar algo tan lindo que escuchamos en la primera lectura: Qué hermosos son sobre la montaña los pasos del que trae la Buena Noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad. Y es Jesús el que nos trae la paz y la felicidad pero por este camino que acabamos de escuchar; por eso entre la primera y la segunda lectura escuchamos ese salmo tan bonito: Feliz el hombre que no sigue el consejo del impío... el consejo malo que dice "devolvésela", pegale, insultá"... eso no sirve; ni tampoco va por el camino de los malos: "coimeá", "robá"... ni frecuenta la reunión de los malvados: “A ver cómo podemos hacer caer a éste o a aquél otro”, sino feliz el hombre que se alegra en la ley del Señor y la medita día y noche.
Y la ley del Señor son estas bienaventuranzas que hemos escuchado. Que ustedes durante este año las han venido meditando en el Santuario, hasta tal punto de ir asimilándolas.
Hoy en el día del Santo Patrono, pidámosle esa gracia de tener un corazón despojado, la gracia de poder llorar. la gracia de la paciencia, la gracia de luchar y trabajar por la justicia, la gracia de ser misericordiosos, la gracia de trabajar por la paz, de sembrar paz y no guerra ni pelea. Este es el camino que nos va a hacer felices y no el otro de que termina ahí nomás.
Le pedimos hoy a nuestro Santo Patrono San Pantaleón, que nos ayude a caminar este camino que fue por el que él anduvo.
Que así sea.
Desgrabación de la homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires, en las fiestas patronales de San Pantaleón (Santuario San Pantaleón, 27 de julio de 2012).
Fuente: AICA
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