Se viven momentos determinantes en la Argentina. La aguda crisis económica, y la conflictividad social en ascenso, está poniendo a la presidenta Cristina Kirchner ante una encrucijada: seguir como hasta ahora, profundizado un modelo que se encuentra moribundo, lo que llevará al país a una situación de caos, o intentar emprender un cambio que le permita llegar al 2015 en un clima de estabilidad política e institucional.
Tal como lo venimos informando en las páginas de nuestro diario, el gobierno se empeña en no querer ver o, peor aún, en no hacerse cargo de los problemas extremadamente graves que existe en la Argentina, con una inflación que ya supera el 40% anual, con una caída abrupta del empleo y una parálisis total de la economía.
Todos los días se conocen casos de fábricas que cierran sus persianas o suspenden a su personal. Por ejemplo, ayer, la automotriz Renault paralizó sus actividades en la planta cordobesa de barrio Santa Isabel, por falta de insumos provistos por la autopartistas Valeo, afectada por un conflicto con sus trabajadores. La parálisis podría extenderse a otras terminales como Fiat, Volkswagen, Toyota y Ford.
En este contexto, la situación no sólo se torna difícil para los que tienen empleo, cuyo salario se está derrumbando ante la ola inflacionaria. La situación es mucho grave para aquellas personas que no tienen trabajo o que buscan un cambio ya que la generación de puestos laborales prácticamente ha desaparecido. Así lo demuestra, por ejemplo, un sondeo de la Universidad Di Tella, que da cuenta que la demanda laboral se retrajo en febrero un 10,9% en relación a igual mes del año anterior. Precisamente, según este estudio, la falta de posibilidades laborales se registra principalmente en el sector productivo ya que la demanda de trabajadores del rubro técnico mostró una contracción de 20,6%, mientras que en el área de empleados administrativos descendió 2,4%, y en el sector servicios bajó 2%. ¿Esto qué significa? Sencillamente que el sector industrial, que es el aporta mayor valor agregado a la economía y genera empleo genuino, se encuentra con la soga al cuello. Una situación similar afronta el sector agropecuario, con insumos que cotizan a precio de dólar paralelo y políticas oficiales que, en lugar de alentar la producción, facilitando la exportación, termina favoreciendo el monocultivo de soja en manos de grandes pooles.
Cuando los K se vayan de la Casa Rosada, tendrán el triste récord de haber sido el gobierno que, con sus políticas, más tambos hizo cerrar y mayor cantidad de vientres hizo mandar al matadero ante la falta de rentabilidad de la ganadería.
Es tal la gravedad del momento que estamos atravesando que las consecuencias de los desa-guisados gubernamentales están siendo pagadas, principalmente, por una clase media aterrorizada por una ola de inseguridad generada en el propio conflicto social que generan los problemas económicos, y por los sectores más vulnerables. El hecho de que corran riesgo las prestaciones del PAMI, que deben garantizar la salud a millones de jubilados que ganan menos de 3000 pesos por mes, es una cabal muestra de lo bajo que estamos cayendo (ver página 4). De seguir por este camino, el gobierno está llevando al país a una situación de caos.
Ahora bien, las posibles soluciones jamás podrán salir por arte de magia, exclusivamente, de las entrañas del monstruo, es decir de los responsables de habernos llevado a esta situación. Es indispensable, en ese sentido, que la presidenta reconozca la necesidad de abrir el diálogo, de hacer una gran convocatoria a todos los partidos políticos, y a los representantes de la producción y el trabajo.
Ya lo decía el general Perón: "A este país lo salvamos entre todos, o no lo salva nadie". Pero para que esto suceda hace falta grandeza política, algo de lo que actualmente carece este gobierno.
Sería saludable que la presidenta entienda que, por el hecho de convocar al diálogo, y a la unidad nacional, reconociendo que se han cometido errores que deben ser reparados, no se le va a caer ningún anillo ni ninguna extensión del cabello. Por el contrario, la sociedad en su conjunto lo verá como un signo de gran madurez política.
Hoy en la Noticia (11/3/14)
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