miércoles, 9 de abril de 2014

Hungría: ejemplo a imitar en la corrompida Europa occidental.

por Santiago González Alba
En Hungría se han celebrado elecciones y, como era de esperar, han arrasado las opciones políticas en cuyos programas ideológicos se defienden los valores morales supremos (la vida, la familia, la patria, la justicia…).
En el caso de esta nación europea se une que su Constitución ampara,  y “blinda” de ataques, esos valores éticos ya que en la patria magiar no es posible que se apruebe una ley despenalizadora del aborto, o una ley que considere matrimonio a la unión de personas del mismo sexo. Pues esas leyes chocarían con la cobertura constitucional que en Hungría se da a la vida desde al concepción y a la familia natural (o sea la que nace del amor entre hombre y mujer).
¿Qué lecciones ofrece Hungría al resto de Europa y, sobre todo, a Europa occidental?:
1: Que dentro de una democracia es posible que los valores morales sean protegidos. El problema no es tanto la “democracia” como el apellido que se le ponga, o sea: “democracia liberal”, ya que es el liberalismo la ideología que, con su carga de relativismo ético, neutraliza la defensa de los valores objetivamente buenos ya que el liberalismo sólo cree en un único valor: “la opinión de la mayoría aunque la mayoría se equivoque”. La democracia liberal se opone a la democracia con valores que Juan Pablo II exhortó en sus viajes a países con sistemas legalmente apoyados en la soberanía popular. Hungría, con todos los defectos que tenga en su legislación, es hoy día una democracia con valores.
2: Que es una gran MENTIRA la teoría de que “un político católico no debe defender los valores cristianos porque en democracia el gobernante se debe a la mayoría”. Un político católico se debe a DIOS en primer y, desde la FE, deberá ser coherente y, sin imponer a la fuerza, luchar con todos los medios legales a su alcance para que en la sociedad se respete la ley natural. En Hungría hay políticos CATÓLICOS de verdad, no acomplejados ni con identidad débil, dispuestos a dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, como Cristo nos pide en el Evangelio.
3: Que una nación puede tener la FIRMEZA de no dejarse arrastrar por el pensamiento “único” impuesto por los poderes económicos que controlan la comunidad mundial. Una patria no ha de ser absorbida ideológicamente por la ONU, el FMI, el BM o cualquier otro organismo de peso, aunque mantenga relaciones directas con ellos. Hungría demuestra que es una nación donde no se admiten injerencias externas en los asuntos internos.
4: Que una nación no ha de avergonzarse de expresar su identidad CRISTIANA en su constitución. Hungría así lo hace y ello no implica obligar a nadie a creer, o perseguir al que no sea cristiano (como si ocurre, con los cristianos, en no pocos países musulmanes fundamentalistas). Hungría reconoce su raíz y se siente legítimamente orgullosa de ello.
Demos gracias a Dios, y a la valentía de los húngaros, porque en medio de esta corrompida Europa (sobre todo en occidente) haya un ejemplo vivo de Patria unida y fiel a lo esencial. En justicia hay que señalar que otras naciones de Europa oriental no están lejos de este testimonio, como Eslovaquia, Polonia y la misma Rusia.


Adelante la Fe, Infovaticana, 9 de abril de 2014.








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