El Edicto de Expulsión que los Reyes Católicos expiden el 31 de marzo de 1492 ordena, como se sabe, la salida de España de todos aquellos judíos que no se conviertan al cristianismo, para lo que otorga un plazo de cuatro meses, hasta el 31 de julio.
La cuestión que nos planteamos hoy es la siguiente: ¿cuántos de los judíos que vivían en España en 1492 optaron por la conversión y por la permanencia, y cuántos optaron por la perseverancia en la fe y por el exilio?
El respetado historiador norteamericano Henry Charles Lea (1825-1909), en su “History of the Inquisiton of Spain” nos dice
“En ausencia de estadísticas fiables, toda estimación sobre el número de víctimas es cuestión de conjeturas y consecuentemente, varía con las impresiones o imaginación del analista. Bernáldez [presumiblemente Andrés Bernáldez, “el cura de los Palacios”, autor de la “Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel”] nos informa de que el rabi Mair escribió a Abraham Senior que los soberanos habían perdido 35.000 vasallos, esto es, 35.000 hogares judíos” (op. cit. pág. 142).
A cuatro personas por hogar que es la estadística que se suele dar por buena en la época, estamos hablando de 140.000 judíos expulsados.
El mismo autor, citando al historiador del judaísmo, judío él mismo, Isidore Loeb (1839-1892), asegura que “después de un exhaustiva revisión de todas las fuentes, judías y cristianas, alcanza esta estimación: 165.000 emigrantes, 50.000 bautizados y 20.000 muertos”.
El informado historiador judío Joseph Pérez (1931), francés de ascendencia española, en su obra “Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos” ya se plantea la complejidad de la cuestión:
“¿Cuántos judíos se vieron obligados al exilio? Los historiadores no logran ponerse de acuerdo. En 1492 debía de haber en torno a 200.000 en toda España: 150.000 en el reino de Castilla y 50.000 en la corona de Aragón, lo que representa respectivamente el 4 y el 5% de la población. En Aragón se calcula que saldrían unos 10.000, quizás más. En Castilla es imposible saberlo exactamente. En total, el número de judíos expulsados de España oscila entre 50.000 y 150.000 […] Algunos de los expulsados de 1492 (¿50.000?), sobre todo entre los que encontraron un refugio momentáneo en Portugal, vuelven a España a partir del año siguiente, pretextando que se han hecho bautizar en el extranjero” (pág. 215).
Texto del que extraer en realidad poca información. Parece más taxativo a la hora de fijar el número de judíos que existían en España: 200.000. Pero al hacer oscilar el número de los que salieron “entre 50.000 y 150.000” aporta un dato que poco tiene de esclarecedor, pues evidentemente no es lo mismo que “sólo” un 25% de los judíos españoles, es decir, uno de cada cuatro, abandonara la patria, a que lo hiciera un 75%, esto es, de cada cuatro tres.
En su artículo alojado en la web de RTVE “Curiosidades históricas del capítulo 26 de “Isabel ¿Por qué Isabel y Fernando expulsaron a los judíos?”, Paloma G. Quirós hace la siguiente aportación al tema:
“Irisarri [Angeles Irisarri, historiadora], basándose en los datos que proporciona Julio Valdeón [especialista del tema autor de artículos como “Los judíos en la España medieval: de la convivencia a la expulsión”] asegura que hubo muchísimas conversiones. Fueron más los judíos que permanecieron que los que se fueron. Nos cuenta que algunas investigaciones apuntan a que solo hubo 20.000 exiliados”.
Si aceptamos, como asegura Joseph Pérez, que los judíos españoles ascendían en 1492 a unos 200.000, el dato nos lleva a entender que apenas uno de cada diez judíos españoles abandonaron Sefarad, cifra que permite afirmar que la expulsión no habría sido tan gravosa ni para la comunidad judeo española en sí, ni para la propia sociedad española, habida cuenta de que ésta no sólo se estaba privando de una parte importante de su población (hasta un 3% de la misma en el peor de los casos), sino que se despojaba de una comunidad con una formación esmerada y unos conocimientos industriales y científicos muy superiores a los de la media nacional.
En su obra “Isabel la Católica”, el ameno e ilustrativo historiador Manuel Fernández Alvarez (1921-2010) afirma:
“En cuanto a los que partieron, si atendemos a las cifras del cronista, andarían por los cien mil los judíos que salieron de Castilla” (op. cit. pág. 301).
Más adelante, en la misma obra, aporta una nueva cifra, que debemos considerar aplicada al total de la población española, es decir, la de Castilla y la de Aragón:
“Hay que recordar, en primer lugar, la violenta expulsión de los judíos, realizada en 1492, y que afectó aproximadamente a 150.000 habitantes” (op. cit. pág. 466).
Afirmaciones que no argumenta más y que, además, no acompaña del número de judíos que había en España, razones por las que no resultan excesivamente informativas. Dando por buena la cifra de judíos españoles que aportaba Pérez, 200.000, la cifra aportada por Fernández Alvarez nos diría que tres de cada cuatro judíos abandonaron nuestro país.
En nota a pie de página en la misma obra, Fernández Alvarez añade algo más de información:
“Añadiremos algunas cifras según los especialistas. Para Luis Suárez los judíos españoles [que abandonan España, se entiende] no traspasarían el número de los cien mil; ese sería “su techo” (Luis Suárez, “Isabel I, reina”, pág. 324). Tarsicio de Azcona no se atreve a precisar: “Menos de 200.000 y más de 80.000” (Isabel la Católica, ob. cit. pág. 804). Para Ladero Quesada estarían entre los 80.000 y los 150.000, aunque parece inclinarse más por la primera cifra (véase su obra “La España de los Reyes Católicos”, Madrid, Alianza Editorial, 1999, pág. 311)” (op. cit. pág. 302).
A ello habría que añadir los judíos que volvieron, notablemente desde Portugal y también desde otros lugares, notablemente Fez en Marruecos.
Datos todos ellos cuya disparidad, como se ve, sólo conduce a una posible conclusión: la frustrante aceptación de que nos hallamos ante un verdadero enigma histórico, cuyas dimensiones nos son casi completamente desconocidas, y del que, en consecuencia, podemos sacar pocas conclusiones definitivas. Porque evidentemente, no es lo mismo que apenas uno de cada diez judíos hubiera abandonado España, a que lo hubieran hecho tres de cada cuatro. No es lo mismo que lo hubieran hecho 20.000 según las cifras más optimistas (definiendo optimismo, en este caso, como el que sentimos los que deseamos que la cifra de expulsados haya sido la menor posible), a que lo hubieran hecho 150.000, según las cifras más pesimistas. Una cifra ésta que, en todo caso, marca un máximo que nos permite afirmar que, como poco, uno de cada cuatro judíos españoles prefirió quedar en España cuando se produjo la expulsión de 1492.
Y bien amigos, esto es todo por hoy. Que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Por aquí seguimos viéndonos.
©L.A.
Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día, o bien ponerse en contacto con su autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter @LuisAntequeraB
En cuerpo y alma18 mayo 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario