por Carlos Tórtora
Para los especialistas en leer entrelíneas, la inesperada deserción de Juan Manuel Urtubey de su viaje a Davos junto a Mauricio Macri fue un reflejo para evitar lo que le propondría el presidente: su incorporación lisa y llana a Cambiemos.
El caso es que el gobernador salteño estaría especulando entre esta alternativa, que prácticamente lo segrega de un peronismo que marcha hacia la oposición, y la opción de pactar con el gobierno encabezar una fórmula presidencial peronista que enfrente a CFK, con lo cual sería también funcional al oficialismo al dividir el voto opositor, pero conservaría en cambio un capital electoral dentro del PJ.
Urtubey no tiene reelección en el 2019 y, debido a su imagen, es uno de los pocos gobernadores peronistas, junto al sanjuanino Sergio Uñac, que el gobierno tiene interés en captar. Al resto, incluyendo al tucumano Juan Manzur, los tiene en la mira para desplazarlos. En los últimos días ya circuló la versión de que varios gobernadores justicialistas están estudiando desdoblar las elecciones del año que viene para atenuar el impacto de la ola amarilla. De llegarse a esto, los aparatos políticos provinciales prestarían escaso apoyo a él o los candidatos peronistas que se enfrenten con Macri.
La juventud de Urtubey le permite entonces entrever una oportunidad de llegar a la Casa Rosada en el 2023 si consigue conservarse como una figura notable del peronismo. No es sencillo, porque el macrismo tiene puesto un revólver en su cabeza: si no se adapta a lo que pretende el gobierno, éste jugaría el año que viene todas sus fichas para que el actual intendente de Salta por Cambiemos, Gustavo Sáenz, sea el nuevo gobernador. Sáenz fue el candidato a vicepresidente de Sergio Massa en el 2011 y ahora es la principal amenaza que tiene Urtubey.
En otra posición generacional y tal vez como última jugada de su carrera política nacional, José Manuel de la Sota también empezó a dar indicios de que piensa terciar en las presidenciales del año que viene, intención que ya había anunciado el año pasado.
Tanto este último como Urtubey actúan también en función de no cederle el espacio del peronismo no K a Sergio Massa.
Urtubey no tiene reelección en el 2019 y, debido a su imagen, es uno de los pocos gobernadores peronistas, junto al sanjuanino Sergio Uñac, que el gobierno tiene interés en captar. Al resto, incluyendo al tucumano Juan Manzur, los tiene en la mira para desplazarlos. En los últimos días ya circuló la versión de que varios gobernadores justicialistas están estudiando desdoblar las elecciones del año que viene para atenuar el impacto de la ola amarilla. De llegarse a esto, los aparatos políticos provinciales prestarían escaso apoyo a él o los candidatos peronistas que se enfrenten con Macri.
La juventud de Urtubey le permite entonces entrever una oportunidad de llegar a la Casa Rosada en el 2023 si consigue conservarse como una figura notable del peronismo. No es sencillo, porque el macrismo tiene puesto un revólver en su cabeza: si no se adapta a lo que pretende el gobierno, éste jugaría el año que viene todas sus fichas para que el actual intendente de Salta por Cambiemos, Gustavo Sáenz, sea el nuevo gobernador. Sáenz fue el candidato a vicepresidente de Sergio Massa en el 2011 y ahora es la principal amenaza que tiene Urtubey.
En otra posición generacional y tal vez como última jugada de su carrera política nacional, José Manuel de la Sota también empezó a dar indicios de que piensa terciar en las presidenciales del año que viene, intención que ya había anunciado el año pasado.
Tanto este último como Urtubey actúan también en función de no cederle el espacio del peronismo no K a Sergio Massa.
Massa es el principal dilemaEn los últimos días, en las primeras filas del massismo ya empezó a hablarse de Massa-Stolbizer para la presidencial del 2019. Si el tigrense dejara correr esta alternativa, sería también para ir bajándose de la lucha interna en el PJ. El comienzo del año lo encontró a Massa trabajando codo a codo con el presidente del PJ bonaerense Gustavo Menéndez y con Miguel Ángel Pichetto, en lo que parecía su retorno a las filas partidarias. Pero Menéndez se apresuró y blanqueó antes de tiempo sus intenciones: un acuerdo de Massa con CFK para una interna presidencial que mostrara la unidad del PJ. La posibilidad de una cumbre con la ex presidente se le habría representado a Massa como el comienzo de su harakiri político, por lo cual empezó a retroceder en otro de sus rápidos movimientos tácticos.
Si no consigue el apoyo de su amigo De la Sota o de otro caudillo peronista importante, Massa carecería de proyección en el peronismo del interior para intentar una nueva aventura nacional, aunque es obvio que el viento lo empuja para ese lado, porque presentarse para gobernador significaría salir casi con seguridad tercero ante la topadora de Cambiemos con María Eugenia Vidal y el aparato cristinista.
A todo esto, el intendente lomense Martín Insaurralde dijo días atrás lo suficiente como para dejar en claro que la ex presidente ejerce la conducción de la mayor parte de los intendentes del PJ.
Del complejo proceso interno del peronismo bonaerense, al que nos referiremos mañana, estaría haciendo sus primeros planteos otro posible presidenciable: Felipe Solá. Su espacio político parece evidente: el peronismo no K y que tampoco está dispuesto a votar a Stolbizer.
InformadorPúblico.com • 25/01/2018 •
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